Jornada en Madrid. Nevada en Las
Rozas, en la ciudad del fútbol, donde he estado con mi buen amigo Jorge
Carretero (el próximo 10 de marzo tendré el honor de participar en una nueva
edición del Curso de Directores Deportivos, que ya supera la cifra de los 1.000
alumnos). Almuerzo en el restaurante del Hotel Ada Palace con dos de los
mayores líderes de los medios y el mundo editorial y el resto del día en la
oficina preparando proyectos y aprendiendo de herramientas que, como el LEA
(Leadership Effectiveness Analysis) están en la vanguardia del Liderazgo. Una
herramienta potentísima que aporta (en autodiagnóstico, opinión del jefe, pares
y colaboradores) información sobre 22 comportamientos de liderazgo, con una información exclusiva de 26 variables
para el/la coach (resulta muy útil combinar lo que desea mejorar el/la pupil@
con lo que puede necesitar según la percepción de quienes le rodean) y una
enorme consistencia (11 cuestiones sobre cada comportamiento) en el modelo
(Marcar la pauta: Crear la visión, llevarla a la práctica y obtener resultados;
Hacer equipo: Conseguir la adhesión, hacer seguimiento y actuar como equipo).
He lamentado mucho el fallecimiento
de Phillip Seymour Hoffman a los 46 años. Un actor como la copa de un pino que
ha terminado su vida, al parecer, a causa de una sobredosis. Uno de los mayores
talentos cinematográficos de su generación.
Creo que la primera película en la
que le vi como actor fue Esencia de mujer
(1992), y después en Boogie Nights (1997).
Más tarde, El gran Lebowski, Magnolia, El
talento de Mr. Ripley, El dragón rojo, Cold Mountain, Misión Imposible III (en
el que interpretaba un “malo” terrible), La
guerra de Charlie Wilson, La duda, Radio encubierta, Los idus de marzo,
Moneyball: Rompiendo las reglas, The Master, El último concierto, Los juegos
del hambre: en llamas. Curiosamente, no he visto Capote, por la que recibió el Óscar en 2005. Me la regalaré en su
memoria. 63 películas, de las que cinco quedan por estrenar.
No había papel pequeño para él. Nos ha
conmovido como sacerdote, como creador de una secta, como entrenador de béisbol,
como concertista, como escritor, como villano millonario… Un actor que no vivía
en Hollywood, sino en un pequeño apartamento de Nueva York, que había estudiado
actuación en la Universidad y que suplió un físico no especialmente atractivo
con una impresionante ética del trabajo.
En unas declaraciones a The Guardian
en 2011, PSH dijo: “¿Hacen solo películas para galanes? Creo que el galán ya no
está de moda, y si así fuera, yo no podría hacerlo”.
Cuando recibió el Óscar como mejor
actor, se lo dedicó a su madre, que había sacado adelante a cuatro hijos ella
sola. Para Phillip Seymour Hoffman, actuar era una tortura porque quería
hacerlo realmente bien. Con talento. Unió a su capacidad (su preparación, su
actitud) el compromiso por una labor excelente. De calidad. Así se la
reconocemos.
Mi gratitud hacia PSH por esas
interpretaciones inolvidables, y a los amigos con los que he tenido el placer
de compartir el día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario