viernes, 3 de enero de 2014

Wozniak y los secretos de las personas más productivas


He empezado el año con el libro iWoz (un juego de palabras con “I was”, Yo fui) de Steve Wozniak, cofundador de Apple. Muchas gracias a Fernando de Rasche por el regalo.
Wozniak es un genio de la informática y nos cuenta su historia. Su padre era ingeniero y trabajaba en un proyecto de misiles de Lockheed (de él aprendió la integridad radical), con menos de 10 años tenía una visión enormemente positiva de la tecnología, leía muchísimo y le encantaban los transistores (su madre le apoyó muchísimo), se presentaba a las ferias de ciencias (y las ganaba) y gracias a sus “proyectos científicos” aprendió (según él) paciencia: “la paciencia está muy infravalorada”. Wozniak nos cuenta: “Aprendí a no preocuparme tanto por el resultado sino a centrarme en lo que estaba haciendo y perfeccionar cada paso al máximo antes de pasar al siguiente”. Ya sabes, el viaje es el destino.
Un par de años antes de empezar con Apple, se apuntó al Homebrew Computer Club (Club del Ordenador Casero). Todos los miércoles en un garaje de Menlo Park, California, desde 1975 a 1977. Le apasionaba la ingeniería, “no tenía dinero para comprar las piezas y construir ninguno de los diseños, así que me limitaba a hacer los planos en un papel” (para el cerebro no hay diferencia). Estudió en la Universidad de California en Berkeley, empezó en Hewlett Packard (desde enero de 1973, durante cuatro años), que consideraba “el mejor lugar para trabajar”, hizo proyectos descabellados como Dial-a-joke (un cuentachistes) y Steve Jobs, un amigo del instituto (a los dos les encantaba Bob Dylan por los valores de sus canciones), que estaba trabajando en Atari, le pidió que terminara un juego en cuatro días (en los que por supuesto no durmió). Efectivamente, Wozniak corrobora que Jobs le pagó la mitad de 700 $ cuando él había cobrado miles de dólares, y remata: “siempre fuimos personas distintas, desde el principio”.
Diseñó y construyó el Apple I “porque quería regalárselo a los demás” (el 29 de junio de 1975 fue la primera vez que alguien escribía en un teclado y veía el resultado en pantalla ante sus ojos). Dejó HP (empresa a la que era muy leal) porque no le integraban en proyectos interesantes y cofundó Apple (el nombre viene, al parecer, de que Jobs había estado en una comuna con un huerto de manzanos en Oregón).
Vendieron unos 150 ordenadores Apple I y Wozniak creó el Apple II, “el primer ordenador de bajo coste que podía utilizar alguien que no fuera un fanático de la tecnología”. El autor nos habla de la llegada de Mike Markkula como socio financiero, de la salida a bolsa (1977: se convirtieron en el producto de moda), del plan Woz (para ofrecer acciones baratas a quienes lo merecían y no eran ejecutivos de Apple), del fiasco del Apple III, de las cosas que le gustan (pilotar un avión, organizar festivales de música: “Ganar dinero o perderlo es importante, pero dar un buen espectáculo, ¡Eso es lo esencial!) y de la decisión de dejar Apple (“No llamé a Steve –Jobs-, a Mike Markkula ni a nadie de la junta de dirección. Mi puesto era de ingeniero y consideré que solamente tenía que informar a mi superior”). Todavía es empleado de Apple (con el salario más bajo) y representa a la compañía ante los clubes de informática.
El principal consejo de Wozniak es: “No desaproveches la oportunidad y asegúrate de formar parte del futuro. Confía en tu instinto. No es habitual que el futuro te abra las puertas”.
La página más demoledora del libro es la 312 (el texto tiene 315 más glosario). Cuando Gil Amelio (entonces CEO de Apple) le dijo que Jobs regresaba, aunque fuera como asesor, se quedó perplejo. “Sabía que mucha gente de Apple pensaba que Steve había sido desleal al dejar Apple en 1985”. Y repite: “No le despidieron en Silicon Valley; lo dejó”. Vaya.
Sí, “Steve era capaz de subirse a una tarima, hablar de Apple y restablecer la lealtad de la gente. Apple necesitaba liderazgo en marketing y con carisma para que la gente volviera a emocionarse, y eso es lo que trajo Steve cuando regresó”. Pero aquí viene el segundo aldabonazo: “Es curioso, porque los productos que en teoría devolvieron la salud a Apple –el iPod y el iMac- estaban en fase de diseño cuando Apple se encontraba en problemas. Su diseñador principal, Jonathan Ive, ya estaba trabajando en ellos. Pero la forma en que Steve presentó esos nuevos productos fue espectacular; se aseguró de evitar que hubiera filtraciones en prensa y cuando salieron parecían totalmente nuevos y sorprendentes.” Vaya, vaya, con Jobs y sus trucos de magia.
En la revista Fast Company de enero 2014, “Los secretos de la gente más productiva”. En portada, Pharrell Williams: músico (ha vendido 2’7 M discos), productor musical, diseñador de moda, joyería, artista (escultor con Murakami), escritor, arquitecto (con Zaha Hadid), estrella de la tecnología y de los medios, empresario y filántropo. ¿Cómo lo hace? A través de la Escucha, el Equipo y la Humildad. Así es.
En la misma revista, ejemplos prácticos de Alexa Von Tobel (que se levanta a las 5,45 h), Cory Booker (senador y alcalde de Newark), Wendy Clarck (VP de Marketing de Coca-Cola, que se levanta a las 6,30), el chef Anthony Bourdain, el CEO Aaron Levie, el novelista David Baldacci, la diseñadora Tory Burch, el inversor y exjugador David Robinson, el VP de innovación de eBay Steve Yankocih y el asesor Alaxis Ohanian.
El secreto, claro está, es la energía. El oxígeno (por eso la meditación resulta tan útil), el descanso (hay que dormir lo suficiente y no quedar exhausto), la alimentación (el omega-3 de las nueces o el salmón), el ejercicio (el ejercicio aeróbico de 30 minutos cinco veces por semana incrementa la actividad eléctrica del cerebro, según ha demostrado el Dr. Fernando Gómez-Pinilla, de UCLA). El café ayuda… hasta cierto punto. La cafeína eleva la atención y reduce la fatiga gracias a la adenosina, un neuromodulador que relaja el sistema nervioso. Pero no es un sustitutivo del descanso. “Cuando tienes sueño, lo único que puedes hacer es dormir”, ha demostrado la Dra. Sara C. Mednick, de la Universidad de California en Riverside. El café no ayuda a consolidar la memoria, ni regula la insulina, ni el metabolismo de la glucosa ni la reparación de músculos y huesos. Solo te mantiene despierto.
El artículo menciona que el secreto de los directivos más productivos (en EE UU) es un coach llamado Brad Grossman. Uno de sus pupilos nos dice: “Mi papel es anticipar lo que va a venir. Es difícil cuando estás hasta arriba de reuniones”. Sí, sin reflexión (la que te aporta el buen coaching) no hay anticipación, ni innovación, ni creatividad, ni productividad.
Vuelvo a Wozniak y su iWoz: “Siempre he dedicado mucho tiempo a la preparación de un proyecto antes de contruirlo”. El Liderazgo, como cualquier gran proyecto, no se improvisa.
Mi gratitud a Steve Wozniak y a la coautora del libro, Gina Smith, a los editores (Rasche) y a las buenas prácticas de personas productivas. Podemos aprender mucho de ellas.     

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