Lunes
en Madrid, el único día entero de la semana por aquí. Desde mañana y hasta el
sábado, Málaga (Presentación del Programa e Coaching de la UMA en la
Confederación de Empresarios de Málaga), Fuenterrabía (Coaching de Equipo) y
Valencia (Programa de Gestión del Talento de la Universidad, dirigido por
Roberto Luna).
He
estado leyendo La biología de la toma de
riesgos. Cómo nuestro cuerpo ayuda a afrontar el peligro en el deporte, la
guerra y los mercados financieros, de John Coates. “El objetivo principal
de este libro es destruir definitivamente, sobre la base de las neurociencias,
la concepción racionalista según la cual el ser humano toma decisiones mediante
el uso exclusivo de una razón completamente separada del cuerpo”, podemos leer
en la contraportada. El autor es investigador en neurociencias y finanzas por
la Universidad de Cambridge. Ha trabajado en Wall Street para Goldman Sachs y
el Deutsche Bank, y en 2004 volvió a Cambridge para investigar la fisiología de
la toma de riesgos financieros.
Comienza
el texto citando a Jean Genet en Un
prisionero del amor: en el anochecer, “es indistinguible el perro del
lobo”. Porque “emociones y reacciones biológicas de gran intensidad pueden
desatarse a partir de la toma de riesgos financieros”. “Nuestro cuerpo, en
espera de acción, pone en marcha una red de emergencia de circuitos
fisiológicos, cuyo resultado es la irrupción de una actividad eléctrica y
química que retroalimenta el cerebro y afecta a su manera de pensar”.
¡Fascinante!
“Una
de las regiones cerebrales responsables de este sistema de alerta temprana es
el locus coeruleus, así llamado por el color cerúleo, o sea azul profundo, de
sus células. Situado en el tronco encefálico, la parte más primitiva del cerebro,
sobre la columna vertebral, el locus coeruleus responde a la novedad y promueve
un estado de excitación”. El de l@s deportistas ante una competición o el de
los brokers en plena faena. “El metabolismo se dispara, listo para liberar las
reservas de energía existentes en el hígado, los músculos y las células cuando
la situación lo exija. La respiración se acelera, inyectando más oxígeno, y lo
mismo ocurre con el ritmo cardíaco” (…) “A medida que la clara posibilidad de
ganancias se perfila en su imaginación, se siente una inequívoca oleada de
energía en forma de hormonas esteroides que comienzan a cargar los grandes
motores de su organismo”. Coates nos recuerda que los esteroides son sustancias
químicas poderosas y peligrosas, “razón por la cual su uso está regulado por la
ley, la profesión médica, el Comité Olímpico Internacional y el hipotálamo, que
es “la agencia de lucha contra las drogas” del cerebro, pues si la producción
de esteroides no se detiene rápidamente, puede transformarnos tanto física como
mentalmente”.
Esteroides:
la elevación de los niveles de testosterona aumenta el volumen de hemoglobina
y, en consecuencia, la capacidad sanguínea para transportar oxigeno; aumenta la
confianza en un@ mism@ y, decididamente, “la apetencia de riesgo. Un momento de
transformación, lo que desde la Edad Media, los franceses llaman “la hora entre
el perro y el lobo”. También aumenta otra hormona, la adrenalina, producida por
en núcleo de las glándulas suprarrenales. “La adrenalina activa las reacciones
físicas y acelera el metabolismo corporal al irrumpir en los depósitos de
glucosa, principalmente los del hígado, y volcarlos en la sangre”. Una tercera
hormona, el esteroide cortisol, comúnmente conocido como la hormona del estrés,
atraviesa la corteza de las glándulas suprarrenales y viaja al cerebro, donde
estimula la liberación de dopamina, operación química que se produce en los
circuitos neuronales conocidos como vías del placer. Ya sabes: el estrés hasta
un cierto nivel excita (eustrés), porque el cortisol y la dopamina combinados
producen un choque narcotizante.
De
la euforia a la tragedia, lo que los antiguos griegos llamaban hybris y némesis. La exuberancia irracional de los mercados, explicada desde
la neurociencia.
Tras
la introducción, el libro de Coates comienza con la observación de a fisiología
de la asunción de riesgos, después lo lleva al mercado de valores (una
legislación laxa y un sistema de bonificaciones que premia el exceso).
“Observamos cómo la naturaleza y la cultura conspiran para producir un horrible
descarrilamiento de trenes que dejan carreras profesionales destrozadas,
cuerpos dañados y un sistema financiero devastado”. Y finaliza con la
fisiología de la resiliencia, todavía en ciernes en términos de investigación.
El
exceso de seguridad en uno mismo, propio de las estrellas de Wall Street que
Tom Wolfe designó como “amos del Universo” y David Owen (político británico,
neurólogo de formación, que fundó el Partido Socialdemócrata) bautizó como
“síndrome de hybris”: temeridad, falta de atención a los detalles, abrumadora
autoconfianza y desprecio por los demás, resultado de un poder “que se ha
asociado al éxito arrollador, cuando se ejerce durante años y con un mínimo de
restricciones para el líder”.
En
1999, el psiquiatra Randolph Nesse (U de Michigan) aventuró que la burbuja de
las puntocom se debió a la abundante prescripción en los operadores de drogas
antidepresivas, como el Prozac. Otros observadores de Wall Street hablaron del
uso creciente de cocaína por los agentes bursátiles. Está claro que “hay un
grupo de hormonas que tiene efectos particularmente poderosos sobre nuestra
conducta: las hormonas esteroides, como la testosterona, el estrógeno y el
cortisol. Bruce McEwen (Rockefeller University) demostró que la hormona
esteroide, debido a la dispersión de sus receptores, puede modificar cualquier
función del cuerpo. Es el “efecto del ganador”. “A medida que los niveles de
testosterona suben, la confianza en uno mismo y la toma de riesgos va dando
paso al exceso de confianza y a la conducta temeraria”. La testosterona es la
molécula de la exuberancia racional, y el cortisol la molécula del pesimismo
irracional. Tras la excitación y la emoción inicial ante el desafío, promueve
sentimientos de ansiedad, una evocación de recuerdos perturbadores y una
tendencia a ver peligros donde no existen.
Los
tres cerebros: reptil, mamífero y racional. “Un mamífero poco activo quema 5-10
veces más energía que un reptil poco activo”. Los humanos ejercen mayor control
de su cuerpo que los mamíferos inferiores, por el hipotálamo y la amígdala. “El
cerebro creció para controlar un cuerpo más complejo, un cuerpo capaz de usar
una espada como Alejandro, tocar el piano como Glenn Gould, dominar una raqueta
de tenis como John McEnroe o realizar intervenciones quirúrigicas cerebrales
como Wilder Pennfield”.
Reacciones
instintivas, procesamiento preatencional (una percepción sin consulta con el
cerebro consciente). El fisiólogo alemán Manfred Zimmermann calculó que la
retina humana aporta 10 M bits/seg de información, y el resto de los sentidos 1
M más: 11 M de bits/seg inconscientes, de los que solo se registran
conscientemente 40 bits/seg. Una franja insignificante. “Más allá de la falible
introspección, existen escasas pruebas que sostengan el supuesto normal del total
control voluntario de la conducta” (George Loewenstein, Yale). Por eso, escribe
Coates, el cuerpo sigue siendo “la caja negra más avanzada que jamás se haya
creado”.
Pensamiento
consciente y preconsciente. Daniel Kahneman los llama pensamiento rápido y
pensamiento lento; Arie Krugkanski, locomoción y evaluación; otros, toma de
decisión en caliente y en frío; Colin Camerer, George Loewenstein y Drazen
Prelec lo llaman pensamiento automático (involuntario, sin esfuerzo, en
paralelo y en gran parte opaco a la introspección) y controlado (voluntario,
esforzado, consecutivo, abierto a la inspección). Daniel Kahneman y Gary Klein
han demostrado que la intuición (el reconocimiento de pautas) es fiable solo si
se cumplen dos requisitos: un medio con características regulares, para que las
pautas se repitan, y recibir con rapidez suficiente información como para
aprender”. ¿Los mercados no presentan regularidades estables?
Por
otro lado, el cerebro es paretiano: constituye el 2% de la masa corporal y el
20% del consumo de energía. El vago, el principal nervio del sistema nervioso
de descanso y digestión, pone en relación el tronco cerebral, la laringe, los
pulmones, el corazón, el páncreas y los intestinos. El sistema nervioso
entérico es un 2º cerebro, independiente del primero. Tiene 100 M de neuronas,
más que la espina dorsal, y produce los mismos neurotransmisores (hormonas) que
el cerebro.
Somos
adictos a la información, merced a la dopamina, que nos proporciona una
experiencia de recompensa, incluso de euforia (por el placer de la anticipación).
“La motivación realmente poderosa es el deseo de algo más que el placer que
proporciona”.
La última
parte es la de la resiliencia: ¿podemos control nuestra respuesta de estrés? Sí,
si se entrena adecuadamente. Podemos aprender a escuchar nuestro cuerpo y a
educarnos en la serenidad, anticipando las fuentes de estrés.
Gran
libro, con lo último que nos enseña la neurociencia sobre la asunción de
riesgos y la toma de decisiones.
Mi agradecimiento
a Raquel, Ana María, la CEM y la UMA, mis anfitriones de mañana en Málaga.
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