Hoy jueves hemos
comenzado el coaching estratégico con el DG y el DRH (por separado, obviamente)
de uno de los principales interproveedores de Mercadona, una compañía de enorme
éxito. Les agradezco mucho que se hayan desplazado ellos a Madrid y no haya ido
un servidor a la ciudad del Turia. Ya sabes, un/a directiv@ sin coach es como
un/a deportista autodidacta: le será muy difícil ser competitiv@.
Después, Plan to Win
(la comunicación del presidente a tod@s l@s profesionales del grupo, con
carácter mensual), reunión-almuerzo sobre un proyecto interno de desarrollo del
talento (agilidad-empowerment-colaboración) y visita por la tarde, con vari@s
compañer@s, a la que será nuestra nueva sede corporativa en Madrid dentro de
unos meses, que está en la Avenida de Burgos, 18 con vistas a la M30.
La lectura de hoy (en
inglés) ha sido ‘UnSelfie. Why empathetic kids succeed in our all-about-me
world’ (No Selfie. Por qué los niños empáticos tienen éxito en un mundo
egoísta), de la psicóloga Michele Borba.
La tesis es muy
sugerente. Los adolescentes tienen un 40% menos empatía que hace menos 30 años,
por el “síndrome del Selfie” (yo, mí, me, conmigo). Las madres y los padres que
ayuden a desarrollar la empatía de sus hijos les ofrecen una ventaja
competitiva esencial en un entorno cada vez más egoísta.
Michele Borba lo
llama “la ventaja oculta de la empatía” y cita a Henry David Thoreau: “¿Hay
milagro mayor para nosotros que mirar a través de los ojos de otr@ por un
instante?”. La empatía se fundamenta en un pilar: Todos somos humanos que
compartimos los mismos temores e intereses, y merecemos ser tratad@s con
dignidad. Lo que necesitan los chicos para ser felices y tener éxito es
precisamente eso: empatía.
Las investigaciones
demuestran que hay una caída de la empatía, un auge en la crueldad (el bullying
ha crecido un 52% de 2003 a 2007; el ciberbullying se ha triplicado sólo en el
año 2014), relajamiento moral (los valores han empeorado, según el 72% de los
estadounidenses), la cultura de presión se ha vuelto epidémica (el estrés es
mayor entre adolescentes que entre adultos).
¿Cómo se cultiva la
empatía? “El ensimismamiento mata la empatía, y la compasión. Cuando nos
centramos sólo en nosotr@s mism@s, el mundo se contrae y nuestros problemas se
amplían. Cuando nos centramos en l@s demás, nuestro mundo se expande” (Daniel
Goleman, Inteligencia Social). Hay nueve hábitos esenciales en los que educar a
nuestros hijos:
1. Los chicos
empáticos saben reconocer las emociones. Alfabetismo emocional (saber
“leer” y “escribir” emociones). Vivimos en entornos interconectados (un 75% de
chavales de menos de 8 años tienen un Smartphone o similar; de 8 a 18 años, la
media de conexión diaria es 7h 38’). En los últimos dos años, la media de
madres y padres que reconocen que socializan menos tiempo con sus hijos se ha
triplicado (Centro para el Futuro Digital). Inconscientemente, planteamos
diferencias de género (a favor de las hijas) en la identificación de las
emociones. Tenemos que enseñar cara a cara, centrarnos en las emociones
(nombrarlas, preguntarse, gestualizar), expresarlas… ¡Y cenar juntos!
2. Los niños
empáticos poseen una identidad moral. Hemos de desarrollar en ellos un
“código ético”. El narcisismo es epidémico en nuestro mundo. Hemos de generar
en ellos una “disposición altruista”, desde el realismo, alienando el
reconocimiento al carácter, usando nombres (ayudador) y no verbos (ayudar),
evitando tentaciones, creando un mantra familiar que sea memorable.
3. Los niños
empáticos entienden las necesidades de los demás. Se trata de instalar la
perspectiva y de “aprender a andar en los zapatos de otros”. Perspectiva:
marcar límites, pensar en consecuencias, expresar decepción y no enfado, poner
atención en los demás.
4. Los niños
empáticos poseen una imaginación moral. Hemos de enseñarles a leer cómo
cultivar la empatía. Las pantallas reducen el placer de la lectura. Lancemos
preguntas para estimular la imaginación y pasar del “yo” al “nosotros”. Muestra
buenas referencias, películas para ver en familia, buenas novelas.
“Una de las bellas
compensaciones de la vida es que nadie puede sinceramente tratar de ayudar a
otro sin ayudarse a sí mismo”, Ralph Waldo Emerson.
5. Los niños
empáticos mantienen la calma. Gestionar las emociones difíciles y dominar
la auto-regulación. Identifiquemos los problemas, las emociones y las
soluciones. El chico promedio ve hasta los 18 unos 200.000 actos de violencia
en televisión y cine. Hemos de enseñarles a respirar (diafragmáticamente), a
meditar/mindfulness, a mostrar gratitud.
6. Los niños
empáticos practican la amabilidad. Ejercitar la compasión diariamente. Ser
más amables les hace más felices. Hemos de definir bien qué es la amabilidad
(para que la tengan en cuenta) y generar posibilidades. ¡La amabilidad es
contagiosa!
7. Los niños
empáticos piensan en “nosotros”, no en “ellos”. Fomentar el trabajo en
equipo y la colaboración. Colaborar es unirse a personas con intereses
distintos. Hoy hay poco recreo y poco patio. Se trata de crear dinámicas
sociales que les ayuden: encuentros, roles, comunicación… Observar, hacer y
repetir, hasta inculcar hábitos.
8. Los niños
empáticos se atreven en su firmeza. Promover el coraje moral. Frente a la
difusión de la responsabilidad, enseñarles que no deben ser meros espectadores
de lo que ocurre. Enséñales responsabilidad social, da ejemplo, ofrece héroes,
deja de rescatarles, nutre de valentía paso a paso.
9. Los niños
empáticos quieren marcar la diferencia. Forja líderes altruistas que
mejoren el mundo. En un mundo materialista en el que sobreprotegemos a nuestros
hijos, hemos de inculcarles la mentalidad de crecimiento, enfatizar el esfuerzo
y animar a practicar.
En el epílogo,
Michele Borba aporta 7 formas creativas de dar a nuestros hijos lo que
necesitan para triunfar: ser amistos@s, derribar barreras, dotarles de voz,
jugar al ajedrez y otros juegos no tecnológicos, crear redes de apoyo de
padres, establecer relaciones de atención y cariño, nunca rendirse. “La vida de
un niño es un papel en blanco en el que cada uno deja una marca” (Proverbio
chino).
Excelente libro. La
empatía marca la diferencia.