Ayer
por la tarde, ya en Madrid, estuve viendo en Canal + la entrevista de Iñaki
Gabilondo a Rosalía Mera, recientemente fallecida a sus 69 años por un derrame
cerebral (www.canalplus.es/play/video.html?id=1008635&media=AF894458&cc=PLTVPR).
“El dinero
es un sistema de pago, un sistema simbólico, que es un ideal con el que
tratamos de resolver los problemas reales; llegado a un límite razonable y
humano, que es el buen uso. Pero llega a aspectos negativos, dañinos”, decía en
esa interesante entrevista con un maestro de periodismo.
José
Manuel Velasco, presidente de Dircom (los directores de comunicación) me puso
en contacto con el artículo de Julio Pérez en el Faro de Vigo sobre Rosalía Mera: “Mucho más rica que millonaria”.
“La
sombra de Amancio Ortega es demasiado alargada como para que Rosalía Mera pueda
reivindicarse como una mujer de referencia en España por sí misma. Pero lo
cierto es que eso de "la ex de" pesó mucho más en sus presentaciones
de lo que lo hacía ahora. La labor de su fundación, Paideia, con colectivos
desfavorecidos y proyectos innovadores, y su vertiente de inversora de éxito le
permitieron marcar su propio territorio y vivir como quiso. Con el dinero para
"resolver problemas reales" y convencida de que solo la acción mueve
a un mundo que criticó con ferocidad, pero al que miraba con optimismo. Galicia
pierde una gran empresaria, una auténtica humanista y uno de esos excepcionales
ejemplos de mujeres que brillan en una sociedad masculinizada.
El
famosísimo ranking de los grandes patrimonios del mundo que elabora cada año la
revista Forbes borró de un plumazo el anonimato en el que se refugiaba Rosalía
Mera Goyenechea, poco amiga, como abiertamente reconocía e incluso presumía,
del contacto con la prensa. Pero era una mujer muy mediática. Lo sabía, lo
asumía y lo aprovechaba en las contadas entrevistas que concedió para colar el
mensaje que quería, con alguno de sus proyectos de por medio o las insistentes
reivindicaciones sociales que colocaron sus palabras siempre entre los
titulares del día. "Es una lista y con el tiempo aprendí que hay que estar
en listas", respondía cada vez que se le preguntó por su presencia en la
selectiva relación de multimillonarios, a la cabeza en España en su caso de las
fortunas de sello femenino y justo después de Amancio Ortega, su exmarido.
Paradójicamente, ese momento en el que el morbo del dinero la sacó del
anonimato fue también el instante en el que Mera empezó a bordar, como buena
costurera que es, un perfil propio, arrollador, lejos de la alargada sombra de
su matrimonio con el cofundador de Inditex y más cerca, aunque parezca difícil,
de que a él también se le pueda decir un día que fue marido de una de las
mujeres más poderosas del planeta.
Coqueta.
Muy políticamente incorrecta. De izquierdas. "Cuando uno procede de donde
procede -argumenta- no puede ser de otra manera". Comprometida. Contraria
a entregar dinero sin involucrarse. De pocos amigos, con los que disfrutaba de
la comida y las charlas. Cualquier cosa, menos convencional. Hasta para vestir.
Sí, compraba en Zara, como en muchas ocasiones le preguntaron, con protesta a
veces en la respuesta porque "a un hombre no se le preguntaría por
eso". Feminista. Hacía lo que quería. Entregada a sus dos hijos Sandra y
Marcos, con síndrome de Down y la causa de que "tratar de estar bien"
fuera en ella "una obligación". Por ellos y sus nietos siempre
reflexionó en primera persona del plural. ¿Y qué veía Rosalía Mera cuando se
asomaba al espejo? "Me considero -resumía siempre- una mujer muy
trabajadora".
De
hecho, a los 11 años se vio lo suficiente madura como para pedirles a sus
padres dejar el colegio y ponerse a trabajar. "Consideraba que me habían
enseñado todo lo que podían". Eso, y que se sentía obligada a colaborar
con la modesta economía de una familia de 12 personas que compartían los 70
metros cuadrados de un piso en el barrio coruñés de Monte Alto. De su madre
heredó la ambición. Quería una carnicería, "lo máximo" a aspirar en
su zona, y lo consiguió. La lucha por hacer bien las cosas "y, sin pudor,
ser la mejor porque eso es hacerlo muy bien". De su padre, el apego por
las relaciones sociales y su admiración a la creatividad. "Me encanta -confesaba-
ver las obras".
Sin
esa cuna, probablemente no se entendería todo lo que vino después. Su llegada
-ser más alta, dice, le permitió ganar la selección a la que fue con una amiga-
a la tienda La Maja en la que conoció a Ortega. La unión de ambos para lanzar
batas de guatiné aprovechando la aparición en la escena textil del nailon. El
salto de un diminuto taller en la casa de la hermana del máximo accionista de
Inditex a un pequeño local que sirvió de semilla a Zara. El nacimiento de
Sandra. El de Marcos. Y la ruptura del matrimonio más fructífero en la historia
de la economía española.
Unos
años en los que Rosalía Mera apenas pudo "elaborar" todo lo que
ocurría, pero que forjaron la fortaleza que le caracteriza ayer. Entonces, la
niña de 11 años que se sentía madura para volar, se vio "muy mayor"
con 40 y la duda de "cómo aguantar el tirón".
"Franjitas"
para "inventar"
"¿Es
necesario?", preguntaba con una mueca entre presumida y perezosa durante
el posado para uno de esos escasos encuentros con los medios de comunicación,
concedido a FARO hace seis años y medio. Por cada rincón de la sede de la
Fundación Paideia que elegía el fotógrafo, Mera se apuraba a apuntar otra
alternativa. Una especie de juego al que se entregó en aquella ocasión para
hablar del incipiente plan para modelar una gran industria musical con
epicentro en la comunidad y "hacer país".
"En
Galicia no tenemos tantas posibilidades de generar industria. Ésta es una
-explicaba-. Dentro de este planeta y esta economía global, lo que se grabe
aquí se puede oír tranquilamente en los Oscar. Circula el talento y la
música". El proyecto, asentado en el centro de grabación MANS, una de las
patas de la actividad de Paideia, cumple a la perfección la filosofía de Mera
para impulsar una iniciativa. La de buscar "una franjita" en la que
no haya nadie para "inventar". Por eso también su otra gran faceta,
la de megainversora, cuida milimétricamente el destino de su patrimonio.
Soandres,
su sociedad de inversión colectiva (Sicav), acumula un balance de casi 361
millones de euros al cierre del primer semestre de este año y es una de las más
acaudaladas del mercado español. Todo en renta fija y cotizada extranjera. Rosp
Corunna es el otro principal brazo inversor de Mera, donde concentra el casi 7%
que mantiene en Inditex, el 5% de la farmacéutica gallega Zeltia e impulsa a
emprendedores en sectores punteros y, sobre todo, fuera de lo común, como un
criadero de oreja de mar, la compañía de software Denodo -un made in Galicia
que ha llegado a California, Madrid y Londres- y la mimada cadena hotelera Room
Mate, que lidera Quique Sarasola.
Paideia
es el tercer vértice del holding Mera. La fundación que creó como un lugar de
encuentro para la mejora de la formación sanitaria cuando con el nacimiento de
Marcos se involucró de lleno con el sector y que actualmente está enfocada a
los dos extremos de la sociedad. A aquellos que padecen las desigualdades,
desde la pobreza a la discapacidad; y los que cuentan con una idea novedosa
para adentrarse en el mundo empresarial. "Los estándares -defendía- se
sirven solos". Y ambos caminos a modo de vasos comunicantes para la
creación de empleo, que es una de las prioridades de Paideia. La organización
toma prestado el concepto con el que los antiguos griegos apostaban por la formación
con el requisito indispensable del humanismo.
El
mayor peligro para la mujer era, a su juicio, la facilidad para "plegarse
al proyecto del varón". "Nos vamos quedando -ilustraba- en poquita
cosa". Con ella como ejemplo, porque por delante de su batalla solía poner
"la insatisfacción de Amancio como dependiente en la tienda" para
explicar el milagro Inditex.
No se
arrepentía de ninguna de sus decisiones. Rosalía Mera colocó "la
acción" por encima de todo. Por eso era la primera en reconocerse como
"indignada" y atacar las políticas de recorte sanitarios y educativos
o la reforma del aborto. "La edad es una ventaja y la posición económica
privilegiada también", reconocía. Ese dinero con el que "se pueden
arreglar problemas reales". Aunque era la primera en perderse cuando le
hablaban de las cantidades -unos 4.600 millones de euros- que se le presuponían
y de las que públicamente nunca habló. Ella prefería darle vueltas a la
nostalgia de no poder elegir asiento en un avión para quedarse al lado de
alguien interesante o de los retos que suponen esta crisis para
"rehacer" casi todo lo que nos rodea. No es extraño pues que sus
conocidos se refirieran a ella más como una rica, en todas las acepciones de la
palabra, que como la figura de multimillonaria que ella esquivó
"pateando" A Coruña, en donde aseguraba que quería despedirse de la
vida, sin más ostentación que los colores de su ropa y el maquillaje que le
alejaba de eso que tan poco le gustaba, la gente repetida.”
“La
creatividad surge de la gente no convencional”, decía Rosalía Mera. “Es
renovarse o morir. O pegas un giro de 90 grados o cierras”. “Antes, estaba todo
o casi todo por hacer; ahora, está por deshacer”. “Me indigna la
hipervaloración de lo que no vale”. “La inteligencia colectiva es lo único útil”.
“Se trata de no tener temor al fracaso”. “Como padres, hemos sido demasiado
confortables y generosos y educamos a nuestros hijos en la abundancia. Tenemos
que fabricarles un modelo en el que, lo que tengan, se lo tengan que ganar”.
“El sentido común es el mejor sentido que hay”.
Rosalía
Mera peleó por la justicia y por la igualdad de oportunidades y, tras el éxito
de Inditex y la separación de su marido, Amancio Ortega, supo, pudo y quiso
reinventarse a través de la Fundación Paideia (concepto griego de ideal,
educación y justicia). “Es verdad que las mujeres somos poco exigentes con los
deseos de la pareja; si estamos en secundar a los varones y los hijos, nos
vamos diluyendo y nos quedamos en muy poquita cosa”. “Las mujeres no hacemos
valer lo que sabemos; es la “incompletitud femenina”, que decía Anna Freud.
Tenemos miedo a fallarle al otro; a no merecer el amor que deseamos”. “O las
mujeres tenemos capacidad para liderar un proyecto con todas sus consecuencias,
o si hay hombres no queremos primeras líneas”. “Vivo muy bien, porque hago las
cosas que quiero hacer; disfruto de cada minuto del tiempo, porque tenemos de
casi todo menos tiempo”. “Me gusta mucho disfrutar hablando, intercambiando; un
placer escasito”. “Yo no quiero ser convencional, porque nos hemos convertido
todos en clones”. “He aprendido a quererme”. “¿Amores? Me sale un balance rico
y amplio. Hay hombres, pero no los que las mujeres tenemos en la cabeza”. “Esto
del amor es muy complicado”.
Mi
gratitud a Rosalía Mera como emprendedora y como filántropa; a Iñaki Gabilondo,
que tan bien sabe que el talento (en este caso, el de Rosalía Mera) converse y
se muestre. A José Manuel Velasco, maestro de la comunicación, y a Julio por el
artículo del Faro de Vigo.