Como
colofón a la primera parte de las vacaciones estivales, esta mañana hemos ido
al MARQ (Museo Arquelógico) a visitar con guía la exposición ‘Mayas. El enigma
de las ciudades perdidas’ que estará en el citado museo hasta enero de 2018. Mi
gratitud a Manuel Bonilla (SUMA) por la iniciativa y a Josep Albert Cortés,
Director Gerente de la Fundació CV-MARQ, así como a la guía de hoy.
La
exposición trata de explicar la cosmovisión de una de las principales civilizaciones
de América en tres salas: la creación del mundo, la creación de los animales y
la creación del hombre y la mujer. Como sabes, la civilización maya tiene sus
orígenes hace 4.000 años y se extendió a lo largo de la península del Yucatán,
en lo que hoy sería México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Belize. Su
“cultura madre” fue la Olmeca (la de las grandes cabezas de piedra, que
representan a gobernantes y dioses). Habitaron un territorio de 350.000 km2,
especialmente las “tierras bajas” (a menos de 800 metros sobre el nivel del
mar), en tres periodos: preclásico (durante 2.000 años), clásico (desde los
inicios de la era cristiana, con la construcción y posterior abandono de las
grandes ciudades) y postclásico (desde el 950 al 1500, con dos grandes urbes:
Chichen Itzá y Mayapán, 15.000 habitantes y una muralla de 9 km). El último
territorio maya, el de los Itzá en el lago Petén-Itzá (norte de Guatemala) fue
conquistado por la corona española en 1697. Los mayas nunca fueron un Imperio,
sino una serie de territorios que lucharon unos contra otros hasta desangrarse.
La ciudad
maya era muy extensa, con bosques y con campos cultivados entre las casas.
Constaba de una plaza rodeada de edificios (templos piramidales, palacios,
viviendas) y, por supuesto, de una cancha de juego de pelota. La base
alimenticia se basaba en la tríada de maíz, frijol (judías) y calabaza.
Cultivaban en terrazas, en huertos urbanos y disponían de riesgo. El Dios del
maíz era el más venerado y, en la creación del ser humano, los dioses trataron
de crearlo primero con barro, luego con madera y finalmente con maíz. El cacao,
que se utilizó como moneda, servía para elaborar chocolate (con harina de maíz
y hierbas aromáticas). El cacao poseía su propio dios. Respecto al comercio,
desconocían la rueda y no contaban con animales de tiro (caballos, mulas). La
sociedad maya estaba jerarquizada: en lo alto, el rey (ajaw); los nobles
(gobierno, guerra); los escribas, constructores, campesinos, artesanos. El rey
divino era el único que podía realizar ciertos rituales.
Sobre su
religión, se han conservado el “libro del Consejo” o Popol Vuh y los libros del
Chilam Balam (profeta del jaguar). Tenían muchos dioses, entre ellos Itzamná
(dios del día y la noche), Kincih Ahau (dios del sol), el dios jaguar del
inframundo, Ixchel (diosa de la luna), Chac (dios de la lluvia), Kukulcan (la
serpiente emplumada), el dios de la muerte, etc. Su mundo estaba formado por 13
capas por encima de la tierra (mundo celeste) y 9 por debajo (inframundo).
La
escritura jeroglífica se originó en el V aC. Se compone de más de 800
caracteres o glifos, que son silábicos. Se ha conservado en estelas, altares,
dinteles y en cuatro códices (libros plegables): el de Drede, el de Madrid, el
de París y el de Grolier.
Destaca de
los mayas su calendario, complejo y certero. Constaba de un calendario solar o haab, de 365
días; el ritual o tzolkin, de 260 días (13 x 20), inspirado en la gestación
humana; la rueda calendárica, combinación de los dos anteriores, de forma que
coincidía cada 52 años; y la cuenta larga o calendario lineal, desde el inicio
(13 de agosto del 3114 aC) hasta el 21 de diciembre de 2012, que acababa la era
(como un servidor comentaba en ‘Del Capitalismo al Talentismo’). 1 día: Kin, 20
días: Uinal, 360 días: Tun, 7.200 días: Katún, 144.000 días: Baktún.
Respecto
al arte, en su arquitectura utilizaron la piedra, el barro, al madera, el
estuco y el cemento; los mejores ejemplos de su escultura son las estelas, de
varios metros de altura; la pintura destaca por su variedad cromática (rojo,
azul, amarillo, verde, blanco) y las piedras preciosas, especialmente obsidiana
y jade. Si bien no conocían el torno, eran excelentes ceramistas de arcilla.
Hoy en día
sobreviven unos 6 M de personas de origen maya, que hablan hasta 30 lenguas
diferentes.
De toda la
exposición, magnífica, me ha gustado especialmente la escultura del un guerrero
con atributos de jaguar. Está hecha de piedra caliza con estuco modelado y
pintado. Pertenece a la fundación “La ruta maya” (Guatemala) Representa a un
hombre enmascarado, vestido con un taparrabo y una falda, yaciendo sobre su
vientre en una postura acechante, semejando a un felino al cazar. El personaje
porta atributos propios de un jaguar, característico por las típicas manchas de
piel de jaguar pintadas sobre su taparrabo, la máscara con un inconfundible
hocico con colmillos, la típica forma de las orejas, así como las volutas que
emergen de las comisuras de la boca. Puede ser que el hombre-jaguar esté
cazando, luchando en una batalla o realizando un ritual, que es lo más
probable, porque lleva un collar elaborado que supondría un obstáculo durante
la guerra o la caza.
Es muy probable que en algún momento esta escultura
formara parte de un programa escultórico más amplio. Fue hallada durante
trabajos de construcción a mediados de los 1990 al suroeste del lago Petén
Itzá, y para salvarla de manera más fácil se cortó por la mitad. En el proceso
se rompió parte de la cabeza; aún así, salvo por la frente todos los detalles
son originales. Puedes admirarlo en la web del MARQ: www.marqalicante.com/exposiciones/Catalogo/12/escultura_de_un_hombre_con_atributos_de_jaguar-P828.html
Me ha
recordado el “horóscopo maya” que realizó para un servidor en su día (2013) mi
coach de calidad de vida David Serrato, en el que soy el “guerrero amarillo”.
Al parecer, el comunicador y conector de mundos, una mente ágil que cuestiona
todo. Gracias, David, por aquel regalo. Me ha hecho pensar mucho.