Hace
30 años que vine a Berlín por primera vez. La ciudad estaba dividida por el
Muro (toda una vergüenza) y, dada la hermandad entre Madrid y la ciudad
germana, unos cuantos estudiantes de Económicas pertenecientes a la AIESEC
vinimos por aquí. Nada invitaba a predecir que en un par de años la capital, y
todo el país, comenzaría a unificarse. Una maravillosa sorpresa.
El último viaje a esta ciudad ha sido en
2014, viniendo de Roma, con mi hija Zoe, a quien le encanta Berlín. Esta mañana
hemos encontrado un hueco antes de la intensa reunión de 50 líderes europe@s de
Right Management (además de colegas norteamerican@s y sudafrican@s) para pasear
por Unter der Linten desde la Puerta de Brandemburgo y el Bundestag al Pirulí,
pasando por la Isla de los Museos y la “Caja Humboldt”. Una delicia.
De la
prensa de ayer, me quedo con el trío John Carlin – José Antonio Marina – Rosa
Montero.
Mauricio
Pochettino, a quien Carlin tilda de “posible futuro entrenador del Barcelona”,
admitió esta semana que su actual equipo, el Tottenham, carecía de mentalidad
ganadora. “El salto a la grandeza seguía siendo su asignatura pendiente.
Lograrlo, reconoció, requiere lo que los entrenadores menos tienen: tiempo.
“Éste es el cambio más difícil. No se trata de tácticas o de filosofía”, dijo
el entrenador argentino. “No se trata solo de los 25 jugadores y del cuerpo
técnico. Se trata de todo el club”.
Todo
el club, sí señor. “¿Qué clubes poseen esta singular fe? Hoy, más que nadie, el
Madrid y el Bayern, incluso, aunque ésta quizá no sea la semana para decirlo,
el Barcelona. La han tenido y la podrían recuperar el Liverpool, el Milan, el
United y, un día posiblemente, el Ajax.
Lo
que tienen en común estos clubes es un carisma basado en una historia gloriosa.
Tienen en su memoria colectiva a jugadores enormes como Di Stéfano, Best y
Cruyff y, lo más importante, han plantado sus banderas en la cima del fútbol de
clubes: han ganado la Copa de Europa al menos tres veces.
Sobre
estas rocas se construyeron las grandes iglesias del fútbol. La más grande, la
catedral, es la del Madrid, ganador de once copas de Europa, empezando por las
cinco primeras que se disputaron. La deuda que tiene el club con los equipos de
Di Stéfano, Puskas y Gento que conquistaron ese irrepetible quinteto es impagable.
El recuerdo de esa hazaña, siempre vivo en la famosa camiseta blanca, hace que
el equipo de hoy juegue casi con ventaja competitiva. Si no, que se lo digan al
Atlético, que dos veces en las últimas tres temporadas ha perdido finales de
Champions contra el Madrid en el último suspiro.
Me lo
decía esta semana Michael Robinson, que jugó en el gran Liverpool de los años
ochenta: los clubes realmente grandes ganan partidos una y otra vez en los
últimos cinco minutos. Lo consiguen porque nunca pierden la fe, ni los
jugadores ni la afición, en que ganar es su destino.
La
diferencia entre los aficionados del Madrid o del Bayern y los del Tottenham o
del City es que cuando los primeros se reúnen antes de un partido saben que lo
normal es triunfar. Cuando los segundos conversan en el pub dudan, se van
mentalizando para el fracaso, se conforman con llegar a cuartos.
La
actitud, palpable tanto en las calles como en las gradas, se transmite a los
jugadores. La confianza es contagiosa; la duda también.
Hay
un matiz. Para que un club ocupe el panteón de los grandes es indispensable
aquella trayectoria triunfal de la que nace la mentalidad ganadora. Pero para
ganar un partido hay que sumar siempre una proporcional entrega física. El
problema del Barcelona que cayó 4 a 0 contra el PSG fue que salió al campo
pensando que la fe del campeón era magia suficiente y se olvidó de correr.
El
Tottenham de Pochettino corre más que cualquier otro equipo inglés y pelea con
admirable furia. Pero como Pochettino bien sabe, solo a base de grandes y
repetidos éxitos se asimila la fe ganadora necesaria. Él dudaba en sus
declaraciones de tener tiempo para lograrlo. Veremos si Guardiola lo tiene o si
acabará descubriendo que la táctica y la filosofía no son suficientes para que
el City deje de ser lo que dice Alex Ferguson que es: el vecino ruidoso del
legendario y carismático United”. Brillante, John, una vez más.
José
Antonio Marina puso su ZOOM en la mentira política. “El uso de la mentira
política es una vulgaridad”. Lo interesante son las ficciones políticas (como
los nacionalismos). JAM cita a Platón (el gobernador puede engañar al pueblo si
es con buen fin; de ahí las “nobles mentiras”), Unamuno y Bertrand Russell. Y
concluye: “Los juegos con la verdad siempre acarrean malas consecuencias. Las
mitologías políticas han servido para manejar a los ciudadanos que, con
frecuencia, se han dejado engañar alegremente, porque han aceptado como verdad,
sin analizarlas, aquellas opiniones que favorecían sus creencias o deseos”.
En la
misma página de El Mundo, en su ‘Paseo dominical’, Iñaki Gil se hacía eco del
ensayo ‘Contra las elecciones’ del filósofo belga David van Reybrouck. “Sin un
cambio profundo, el sistema actual tiene los días contados”. Populismo,
tecnocracia y antiparlamentarismo es un cóctel letal. El año pasado, el Brexit
y Trump. Este 2017, Marine Le Pen y Geert Wilders.
En el
mismo diario, Irene Hernandez Velasco entrevista a van Reybouck: “La gente ha
dejado de confiar en la democracia”. La democracia electoral, según este
historiador, ha llegado a su límite. Sus procedimientos están anticuados. A DvR
tampoco le gustan los referéndums (“un instrumento muy primitivo”). Defiende que un grupo de personas elegidas al
azar tomen las decisiones. Una pequeña muestra, bien informada. “La Unión Europea
puede estar finiquitada a finales de este año, y no nos damos cuenta… así de
simple”. Propone la asamblea ciudadana a la irlandesa. Ya veremos.
“Advierto
con profundo desasosiego que estamos dejando a México muy solo frente a los
empujones de ese energúmeno. Me refiero a la falta de apoyo de la comunidad
internacional y especialmente de España; lo cual me recuerda una vez más el
conocido y estremecedor poema del pastor Martin Niemöller, ese que empieza
diciendo: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé
silencio, porque yo no era comunista”. Luego, ya saben, se llevan sucesivamente
a los socialdemócratas, a los sindicalistas y a los judíos con la misma falta
de respuesta, tras lo cual el poema concluye: “Cuando vinieron a buscarme, no
había nadie más que pudiera protestar”.
De
Trump, Rosa comenta: “La mentecatez de su comportamiento apabulla y aterroriza,
teniendo en cuenta el poder que maneja. Se diría que algo no funciona bien en
su cabeza. David Owen, neurólogo y dos veces ministro laborista en Reino Unido,
tiene un ensayo formidable, En el poder y en la enfermedad, en el que,
citando un estudio de 2006, dice que el 29% de todos los presidentes de Estados
Unidos sufrieron dolencias psíquicas mientras estaban en el cargo, y que el 49%
de ellos mostraron indicios de trastorno mental en algún momento de sus vidas,
unas cifras que al médico Owen le parecen altas y a mí desde luego
elevadísimas, sobre todo si se comparan con la media de la población en
general, que, según la OMS, es más o menos del 22%. Una siente la tentación de
pensar que este Trump es un demente como Calígula, pero en cualquier caso el
verdadero problema no es ya el trastorno mental (según Owen, Lincoln caía en
profundas depresiones y Roosevelt padecía probablemente un trastorno bipolar, y
fueron unos políticos muy notables), sino la bravuconería, la falta de empatía,
el machismo, el abuso de poder. El problema es ser mala persona, en fin, de la
misma manera que Calígula pasó a la historia por su crueldad”.
Un
mensaje de odio. “Te odio y soy más fuerte. Te odio y voy a aplastarte. Hay
gente que es así, que basa su vida en odiar a los demás. Tal vez teman no poder
ser lo suficientemente amados y entonces escogen ser temidos. Qué pobrísimo,
que patológico sustituto del cariño es el miedo reflejado en los ojos del
prójimo. Es una construcción emocional fallida, semejante a la del acosador
infantil. Me es fácil imaginar al niño Trump metiendo la cabeza de un compañero
de clase en el retrete. Y lo peor de esa actitud es que genera miseria moral en
el entorno (todos los cobardes que callan ante sus abusos) y además fomenta una
respuesta feroz. El odio aviva el odio. La Tierra es un patio de colegio
recorrido por vientos de necedad y furia”.
Gracias,
John, José Antonio, Rosa… por añadir una pizca (o un torrente) de sensatez a
este loco mundo.
Rows and flows of angel hair
And ice cream castles in the air
And feather canyons everywhere
I've looked at clouds that way
But now they only block the sun
They rain and snow on everyone
So many things I would have done
But clouds got in my way
I've looked at clouds from both sides now
From up and down and still somehow
It's cloud's illusions I recall
I really don't know clouds at all
Moons and Junes and ferries wheels
The dizzy dancing way you feel
As every fairy tale comes real
I've looked at love that way
But now it's just another show
You leave 'em laughing when you go
And if you care, don't let them know
Don't give yourself away
I've looked at love from both sides now
From give and take and still somehow
It's love's illusions I recall
I really don't know love at all
Tears and fears and feeling proud,
To say "I love you" right out loud
Dreams and schemes and circus crowds
I've looked at life that way
But now old friends they're acting strange
They shake their heads, they say I've
changed
Well something's lost, but something's gained
In living every day.
I've looked at life from both sides now
From win and lose and still somehow
It's life's illusions I recall
I really don't know life at all
I've looked at life from both sides now
From up and down, and still somehow
It's life's illusions I recall
I really don't know life at all