La Ciencia del Lenguaje Positivo. Cómo nos cambian las palabras que elegimos

Jornada entre Madrid (en la oficina) y Molina de Aragón, donde pasaremos varios días de Comité de Dirección y ampliado.
Hoy tocaba culminar un libro importante, ‘La Ciencia del Lenguaje Positivo. Cómo nos cambian las palabras que elegimos’, de Luis Castellanos, Diana Yoldi y José Luis Hidalgo. Luis es fundador (2005) y director de El Jardín de Junio; Diana y José Luis dirigen proyectos en el mismo centro. Para los autores, “el lenguaje positivo es un conjunto de habilidades y competencias lingüísticas que nos permiten ver, entender y comunicar los aspectos favorables de los acontecimientos y nos impulsan para que podamos hacer que la historia de nuestra vida y la de la humanidad sea una buena historia”.
Prólogos del entrenador de baloncesto Pablo Laso, que escribe sobre “el pick and roll de las palabras” (“El baloncesto es vida. Es un juego. Un deporte. Un deporte profesional, si quieres. Algo en lo que, como en la vida, cada palabra cuenta”) y del neurocientífico Manuel Martín-Loeches (“he acabado creyendo en el potencial del lenguaje positivo”). Ambos, magníficos.
Luis, Diana y José Luis dividen el texto en dos partes. En la primera, La ciencia de las palabras, se hacen eco del “estudio de las monjas” de 2001 (las religiosas de Notre Dame en Mankato, Minnesota, a las que visitaba el Dr. David A. Snowdon; 678 religiosas, sus cerebros donados a la ciencia, sus diarios: sus palabras en su autobiografía correlacionaban con sus años de vida).  “La curiosidad, la atención y la energía van de la mano”. De una vida de 75 años (650.000 horas), 433.000 serán de vida consciente. Sarah Pressman y Sheldon Cohen analizaron 88 autobiografías de psicólogos relevantes: dividieron las palabras en positivas y negativas, de alta activación y de baja activación. Las palabras positivas de alta activación (como “alegre”, “feliz”, “enérgico”, “animado”, “ilusionado”, “entusiasta”) están directamente relacionadas con la salud y la longevidad. Desde el Jardín de Junio, Luis Castellano y su equipo nos animan a entrenar nuestro lenguaje en positivo. A fe que es tarea vital.
¿Cuál es el poder de las palabras en el cuerpo y en el alma? Los autores nos proponen “habitar” las palabras para darnos una buena vida. Las palabras “habitadas” dejan un legado, son dignas de confianza, nos cuidan, son sinceras y crean vínculos. Las palabras afectan al cuerpo a través de las emociones (investigación del profesor finlandés Lauri Nummenmaa con 700 personas) y a la belleza (Semir Zeki, University College de Londres).  El efecto “priming” (efecto primacía o predisposición, el impacto de una idea en una acción) resalta que fundamentalmente somos lenguaje y memoria. “Las palabras son hechos”.
Emociones positivas. El neurocientífico Giovanni Frazzeto ha ampliado las investigaciones de Barbara Fredrickson sobre Positividad en lo relativo al tono vagal (el nervio vago conecta con el corazón, el estómago, los pulmones, el bazo y los intestinos; el 80% de sus fibras son sensoriales). El tono vagal determina nuestra salud y nuestra predisposición a emociones positivas; por supuesto, se puede entrenar. Emociones como el miedo, la alegría o la generosidad se contagian inconscientemente (USC, 2015). El lenguaje es vehículo de emociones y motivación. “El lenguaje positivo puede ser nuestro mejor aliado para manejar cada situación en beneficio propio, en particular para regular las situaciones vitales negativas (estresantes) y que ponen al límite la capacidad humana”. La clave es elevar  y mantener un estado emocional y motivacional apropiado. Luis, Diana y José Luis comentan los casos de éxito de Enhamed Enhamed (nadador paralímpico) y del chef Andoni Luis Adúriz (“Relájate y disfruta”), así como del “¡Vamos!” de Rafa Nadal. En términos de Neurociencia, son los marcadores somáticos. También hay un lado oscuro (“el Darth Vader que llevamos dentro”): el enfado desmesurado se propaga con más facilidad en los entornos íntimos. El silencio en ocasiones es una variante peligrosa y temible de la ira. Queja indiscriminada, pensamientos obsesivos y frases “killer” (que cierran las posibilidades). Keller y sus colaboradores en 2010 demostraron que el abuso de palabras negativas modifican nuestros genes (lo hicieron analizando el cerebro de personas que se suicidaron): área de Wernicke, disminución de la proteína BNDF. “Ganamos conciencia del valor del lenguaje positivo y eso cambiará nuestra sociedad y nuestro mundo”.
La segunda parte es lo que llaman Plan de Vuelo. Se trata del proyecto personal para desarrollar la valentía positiva. Su método de trabajo es el SIL (Servicio de Inteligencia Lingüística). “Entrenar es la palabra aliada del cambio. Entrenar nos lleva a la acción”. El plan consta de tres etapas:
1. Tomar conciencia de nuestro lenguaje actual. Es el “momento kairós” (el tiempo emocional, el descubrimiento). “El lenguaje que más marca la diferencia es el diálogo interior”. Es el poder de darnos cuenta. Utilizar las “palabras a tiempo” es esencial para lograr el éxito y el liderazgo. En una conversación normal utilizamos 90-150 palabras por minuto. Para identificar las palabras cotidianas, controlar las prisas y “verlas”. Hay cuatro señales honestas a través del inconsciente: si el mensaje es coherente, creíble; el nivel de energía o vitalidad; influencia; empatía. Y cuidado con el “No” (el psiquiatra Alia-Klein ha demostrado que su uso eleva la actividad de la amígdala y libera hormonas de estrés como el cortisol). Esa palabra produce menores tiempos de respuesta y bloquea la región prefrontal orbital del hemisferio derecho (que integra las funciones ejecutivas con las emociones). El “sí” genera justo lo contrario: tiempos de respuesta más rápidos y activación de la región prefrontal orbital. “Cocinar” la cruda realidad (nuestra responsabilidad), saborear conscientemente la vida, aprender de Zorba el griego (asertividad: “un poco de locura para que la vida se vuelva apetecible”), llevar las palabras hostiles a un “hospital” (Brené Brown, Universidad de Houston).     
2. Regular nuestro lenguaje mediante el entrenamiento. “Deseamos que la historia de la vida sea una buena historia” (Daniel Kahneman). La vida es una narración y debemos proporcionar el mejor relato. La regla del pico final (lo importante para la memoria no es la cantidad de emociones, sino su intensidad). Nuestra perspectiva temporal, respecto al pasado, presente y futuro (Phillip Zimbardo, Stanford). Diálogo con el futuro: Esperanza (Daniel Gilbert). “Creo firmemente que el motor del éxito es decirnos a nosotros mismos: Creo que puedo” (Walter Mischel). El yo útil (revisión de palabras y recuerdos), habilidad de mirar la vida en perspectiva, hábitos de expresión nuevos y saludables. “Si quieres ser soberano de tu vida, gobierna sobre tus palabras, porque así estás gobernando sobre tu cuerpo y sobre tu mente, sobre tu vida”. El entrenamiento empieza en casa y sigue en el entorno laboral. Reescribe tu autobiografía, empatiza, agradece y vive la alegría. “Lo máximo que uno puede obtener sea de lo que sea es la alegría. Todo cuanto lleva a la alegría tiene justificación. Todo lo que nos aleja sin remedio de la alegría es un camino equivocado. La alegría es un sí espontáneo a la vida que nos brota de dentro. Un sí a lo que somos, o mejor, a lo que sentimos ser. Y es que la alegría es una experiencia que abarca placer y dolor, muerte y vida; es la experiencia que definitivamente acepta el placer y el dolor, la muerte y la vida” (Fernando Savater, Ética para Amador). Evidentemente, la alegría tiene una relación directa con el lenguaje.     
3. Consolidar el hábito de pensamiento en positivo. ¿Hábitos? Jane Wardle (University College de Londres) ha demostrado que se necesitan 21 días para interiorizar hábitos sencillos, 66 para los hábitos más complejos y tres meses para los aún más complejos. Debes “vivir el tiempo en tus palabras”, con precisión y constancia. Como acciones de mantenimiento, la reflexión (cinco minutos), los pensamientos grandes y felices (Joe Dispenza). Analizar los socios vitales; relacionarse, conectarse. El lenguaje positivo como logro y el logro del lenguaje positivo (lo que José Antonio Marina llamaría “el bucle prodigioso”). “Si Isaac Newton no se hubiera dicho “No sé”, las manzanas del jardín hubieran podido caer ante sus ojos como granizo y él, en el mejor de los casos, se habría inclinado a recogerlas para comerlas con apetito” (Wyslawa Szymborska, premio Nobel de Literatura).
Este libro concluye: “La ciencia del lenguaje positivo es la ciencia de la salud narrativa, del bienestar de las palabras que crean innovadoras formas de comprensión, de entendimiento y de comunicación entre los seres humanos”. Sí, las palabras positivas protegen nuestra energía y la de los otros, nuestros sueños y los de los otros, nuestro tiempo y el de los otros, nuestro futuro y el de los otros, nuestra vida y la de los otros, nuestra felicidad y la de los otros.
“Lo más sublime que se puede hacer con las palabras es la creación” (Darío Villanueva, Trigésimo Director de la Real Academia Española desde el 8 de enero de 2015).

Excelente libro. Mi profunda gratitud a los autores: Luis Castellanos, Diana Yoldi y José Luis Hidalgo. Necesitábamos una obra en castellano como ésta, que combina investigación y práctica, liderazgo intelectual y un método muy poderoso. La propuesta de El Jardín de Junio me resulta muy sugerente.