El imperio de lo banal, por Ángel Guerra Sierra

Viernes en Madrid, con Ian Symes, Director Europeo de Right Management y DG en Gran Bretaña e Irlanda. Anoche llegué a tiempo a la cena con él y con Mª José Martín, desde Barcelona. Y hemos tenido la oportunidad de reunirnos en “pétit comité” y con todo el equipo de Right. Se trata de un profesional con amplísima experiencia en marketing (Interpet, Zanussi, Electrolux, Cisco) con el que es un placer dialogar y aprender sobre lo que está pasando en el viejo continente. Mi gratitud a Ian, a Mª José y a Raúl por este encuentro.
         En el AVE de vuelta ayer estuve disfrutando de un libro de apenas 100 páginas, ‘El imperio de lo banal. Cómo destruir nuestra civilización’ de Ángel Guerra Sierra.
La historia trata de Nysrogoh, un diablo que en su día pidió tentar a las personas con la banalidad. Su hipótesis es que la banalidad cumple una función de entretenimiento saludable; sin embargo, cuando los espacios de convivencia (la política, la cultura, la economía, la educación, la empresa) se banalizan, la civilización se va al traste.
Nyrogoh presenta “sus logros” en una serie de apartados, desde la trivialización del lenguaje, que es la base de la comunicación en comunidad.
1. La banalización de la palabra “amor”. “El amor es un afecto por el cual el ánimo busca el bien verdadero o imaginado, y apetece gozarlo”. Hoy es casi un monopolio “el amor instintivo, vehemente y posesivo” (eros, para los antiguos griegos) y se desprecia el amor como sentimiento noble y de afinidad de caracteres (philia) y el amor incondicional y reflexivo (ágape). Se subvierte la sustancia.
2. La banalización del “alma”. Se ha convertido en un término comodín, en una metáfora, en parte del cerebro. Lo que era una entidad inmaterial de los seres vivos se ha convertido en “un cuerpo que piensa” (Nietzsche, Así habló Zaratustra). El alma se reduce a una actividad cerebral y de ahí el culto al cuerpo y el pánico al envejecimiento (gerontofobia). 
3. La banalización del aborto (“interrupción voluntaria del embarazo”).
4. La banalización de la cultura (sistema de costumbres y símbolos identitarios de un pueblo, que los preserva y disfruta), en los medios de comunicación (“reality shows”), en la publicidad, en las redes sociales (generación tuit), en la prensa amarilla y los “paparazzi”… Una actitud irreflexiva, obsesiva, nada creativa.
5. La trivialización del acto sexual, que afecta a todas las dimensiones de la persona. Despersonalización, en una relación transitoria y unidimensional.
6. El exterminio como algo metódico y que nos insensibiliza. Desde el holocausto nazi a las masacres soviéticas, los conflictos en África, el genocidio en la antigua Yugoslavia o la yihad islámica. Crímenes execrables por gente “normal”, común y corriente, obediente.
7. Banalización de la injusticia y globalización de la indiferencia. Nadie parece ser responsable de la pobreza, del desempleo, de la desigualdad, de todos los atentados a la dignidad humana.
8. Generalizada ola de pérdida de valores, relativismo moral, pensamiento único. Lo que hay es “pan y circo” (espectáculos banales, noticias edulcoradas, intrascendentes, simplificadas, tendenciosas) y se han abandonado la solidaridad y la subsidiariedad. Los beneficios del capital se han elevado sobre la primacía del trabajo. El consumo como elemento de significación social. “En definitiva, la clave que subyace y explica el problema de la pobreza en el mundo actual en su conjunto es el egoísmo y la desmedida ambición del ser humano”.   
9. Por ello, en estos momentos la banalización es una epidemia de la sociedad.

Un planteamiento muy inteligente el de Ángel Guerra Sierra. Efectivamente la banalización del lenguaje, de la cultura, la pérdida de valores, es un signo de nuestro tiempo. Por eso hemos de apostar muy seriamente, de palabra y de obra, por el Humanismo.