He disfrutado mucho en el programa de Radio Intereconomía ‘Ecos de
Actualidad’ con Alexia Cué, que se ha emitido hoy sábado de 13 a 14 h. Hemos
hablado, por supuesto, de Talento. De esta nueva era, el Talentismo, en la que
el Talento es más escaso que el Capital, del Ciclo Estratégico del Talento
(ManpowerGroup), de la triple paradoja de nuestro desempleo, de la calidad
directiva, de los retos del futuro, del Human Age Institute… Mi gratitud a
Alexia, a Alberto Carcedo (que lo ha hecho posible, a Alexia y su equipo, a su
padre el gran periodista Carlos Cué, que fue director del diario Ya (mi abuelo
Leopoldo Villar era suscriptor y recuerdo aquel diario perfectamente, sobre todo
las críticas de teatro y cine).
Anoche
fui a ver la última de Woody Allen, ‘Irrational man’. Trata de un profesor de
filosofía, Abe Lucas (Joaquín Phoenix), que tiene fama de liarse con sus
alumnas, conoce a una de ellas, Jill (Emma Stone) y recupera el deseo de vivir
tras cometer un “acto existencial”.
Me
confieso fan de Woody Allen, y por eso fui a ver su película 80 a los 80 (que
cumplirá a final de año). Sin embargo, esta es un bodrio. Como decía Napoléon,
“de lo sublime a lo ridículo solo hay un paso”. El guionista y director exprime
el argumento (la supuesta moralidad de un asesinato) con ideas de grandes
filósofos, de Kant a Sartre y Heidegger, cogidas con alfileres (“Si los nazis
te preguntaran dónde está Ana Frank, ¿no les mentirías?). Emma Stone, su nueva
musa, está solvente… pero poco más. La música de jazz de la película (The ‘In’
Crowd, de Ramsey Lewis Trio) no llena precisamente la cinta. En una entrevista
reciente, Woody comentaba que pretende que su película “sea interesante para el
público” y que “respetarse a sí mismo como artista es lo más difícil”. Lástima.
‘Irrational man’ me ha recordado la diferencia entre eficiencia (hacer lo que
hay que hacer, en este caso para la audiencia, con los menores recursos
posibles) y austericidio (ya no haces lo que hay que hacer, no cumples con el
propósito de calidad). Imagina que diriges una pequeña cafetería. Puedes
llevarla con tres camareros en lugar de con cuatro si los lideras bien, como
equipo; si tratas de tener solo un camarero, mal pagado, poco preparado, nada
comprometido… adiós al negocio”.
Ayer
viernes el economista José Carlos Díez publicó en El País ‘Empleo joven: escaso
y precario’. Es el artículo siguiente:
“Esta semana la OCDE publicaba un informe
sobre empleo joven temporal involuntario, que reflejaba que España es líder
mundial destacado con el 22%. La versión oficial es que la reforma laboral ha
sido un éxito, pero el FMI nos pide una nueva reforma. Y las estadísticas
confirman que los jóvenes han sido los más perjudicados por la precarización de
las condiciones laborales y la deflación salarial.
Desde la reforma laboral de 2012, 700.000 menores de
35 años han perdido su empleo. Más preocupante aún es que hay 1,2 millones de
activos menos. Cuando los ciudadanos en edad de trabajar que no trabajan dejan
de buscar empleo es la prueba del algodón de que el mercado laboral no ofrece
oportunidades de trabajo atractivas.
Muchos jóvenes, con buen criterio, deciden ampliar
sus estudios para tener mayor probabilidad de encontrar un empleo con un
salario mejor. El resto deciden emigrar. Es una decisión lógica, pero desde el
punto de vista social es un fracaso colectivo. Gastamos mucho dinero de
nuestros impuestos para formarles y luego generan actividad y pagan impuestos
en otro país.
España lidera la tasa de paro joven próxima al 50% y
además hay subempleo, por lo que la situación es dramática. Pero lo más
preocupante es que en el último año el empleo joven sigue cayendo con mucha
intensidad, un 2,5% anual. Y la población activa joven cae con más intensidad,
un 5% anual. Y más preocupante aún, el empleo cae a pesar de la subvención del
Gobierno a la contratación.
La prioridad es hacer un diagnóstico realista. Rajoy
dice que en economía no hay que cambiar nada. Si no cambiamos nada en la
próxima legislatura tendremos la mayor emigración de españoles desde la
posguerra. España necesita un nuevo contrato social que ponga a los jóvenes y
los parados de larga duración en pobreza severa en el centro de las decisiones.
La deflación salarial y la precariedad en el empleo
aumentan cada día el agujero negro de la Seguridad Social, que gasta 35.000
millones más de lo que ingresa. Por eso Rajoy no para de meter la mano en la
hucha. Si los jóvenes no mejoran sus condiciones laborales, debemos ir
olvidándonos de cobrar pensión. Un contrato social es un compromiso de los que
están con los que se fueron y con los que vendrán.
Evidentemente, necesitamos una nueva regulación
laboral. Que huya del proteccionismo o condenará a esa generación de jóvenes al
desempleo y a la emigración. Necesitamos una regulación que combine la
flexibilidad necesaria para que nuestras empresas puedan adaptarse con éxito a
la globalización y la revolución tecnológica y que mejore la seguridad y la
calidad del empleo.
Pero sobre todo necesitamos una reforma empresarial.
O mejoramos nuestra clase empresarial, el gobierno corporativo de las empresas
y hay una apuesta decidida por el capital humano y la economía del conocimiento
o todas las reformas laborales fracasarán. Ya lo hicimos en los años ochenta.
Volvamos a hacerlo, sin excusas ni lamentos. Nuestros jóvenes y nuestros
parados se lo merecen.”
Estoy plenamente de acuerdo con
José Carlos sobre lo que él llama “reforma empresarial”. Básicamente, la mejora
de la calidad directiva, del liderazgo. En los 80 se logró con un relevo
generacional en la dirección. Tres décadas después, es cuestión de voluntad.
Tenemos algunos directivos muy buenos, muy profesionales, y muchísimos
manifiestamente mejorables, que se comportan como jefes tóxicos. La paradoja es
que quienes suelen pedir coaching son precisamente l@s buen@s, las personas
conscientes de sus oportunidades de mejora. Mi gratitud a esas personas. Quien
tiene un buen jefe, tiene un tesoro.