Martes de trabajo con clientes, de presentación
de propuestas a través del Centro de Excelencia de Right Management y de
presentaciones de libros (esta tarde he ido a la de Fabián González, ‘Por qué
creer en España’, texto del que ya he hablado en este blog).
Me gusta el deporte, y en especial el fútbol,
como metáfora del liderazgo. A él he dedicado una docena de libros, desde
‘Liderazgo, Empresa y Deporte’ (premio Éveris 2007) a la trilogía de La Roja,
pasando por los de Guardiola y Mourinho, o el de ‘Messi, Falcao y Cristiano
Ronaldo’, que acaba de publicarse en polaco.
En el último País Semanal, Gabriel García de Oro
nos hablaba de las ‘Lecciones que da el fútbol’:
Gabriel citaba a Alejandro Jodorowsky y su tesis
de que el fútbol “fue creado por una sociedad esotérica inglesa, aplicando en
su esquema principios de la alta magia. Se juega sobre un rectángulo verde,
siendo el verde el color que simboliza la eternidad. Los jugadores de un
partido de fútbol son 22, tantos como los 22 arcanos mayores del tarot o los 22
polígonos regulares. En el centro de la cancha hay un círculo con un punto en
el medio: símbolo del oro, en la alquimia, o del sol o del Dios esotérico…”. En
cualquier caso, “Seamos o no aficionados, del fútbol se pueden extraer
lecciones para aplicarlas a nuestra vida, del mismo modo que en el mundo de los
negocios hace tiempo que se aplican sus técnicas de liderazgo y gestión de
talento”.
Once recomendaciones para hacerlas “nuestro
equipo titular de crecimiento personal”:
“1. Siempre se empieza cero a cero. Decía el mítico Vujadin Boškov, que, entre
otros, fue entrenador del Real Madrid o del Zaragoza, que “el fútbol es
imprevisible porque todos los partidos empiezan cero a cero”. Una frase tan
obvia como inspiradora. Y es que cada encuentro es un nuevo comienzo, un nuevo
reto. Una nueva oportunidad que debemos afrontar concentrados, con humildad,
pero sin complejos. De poco sirven los éxitos o los fracasos del pasado.
Empecemos cada día desde cero. Saltemos de la cama sabiendo que hoy es una
nueva oportunidad.
2. No siempre se gana, pero siempre se compite. Ni el mejor de los mejores equipos de la
historia es capaz de vencer siempre. Así es la vida. La diferencia está en ser
competitivos. En darlo todo. En intentarlo una y otra vez. En trabajar y
trabajarse la victoria. Sí, a veces se juega muy bien y se pierde. Pero de lo
que tenemos que darnos cuenta es de que jugando muy bien es más fácil ganar, y
que tarde o temprano llegarán los resultados. La única manera de hacerlo muy
bien de vez en cuando es intentar hacerlo bien siempre.
3. El equilibrio es fundamental. ¿Se imagina un equipo con 11 delanteros? ¿O con
11 grandísimos porteros? Estaría abocado al fracaso. Nosotros, igual. Tenemos
que procurar encontrar el equilibrio en todas las posiciones del campo de
nuestra vida: pareja, familia, amigos, trabajo, ocio… Por muy bien que cubramos
uno de estos aspectos, si los otros quedan desatendidos será muy difícil conseguir
unos buenos resultados en los partidos importantes de nuestra vida.
4. Por bueno que seas, hay que entrenar. Incluso, Ronaldinho, un jugador que lo ha ganado
todo, dijo en la cresta de su carrera: “Tengo mucho que aprender”. Y para ello,
practicar, prepararse y seguir creciendo es lo que hace que los buenos se
conviertan en estrellas mundiales. Ellos, precisamente, son los que más horas
dedican a perfeccionarse. No se conforman. Son los que se quedan un tiempo
extra. Sea lo que sea lo que se nos da bien, la práctica repetida y diaria nos
ayuda a seguir creciendo, a adaptarnos a los nuevos desafíos.
5. Cuando hay decisiones injustas que te
perjudican. Uno de los árbitros
más famosos de los últimos tiempos, el italiano Collina, decía que el fútbol no
es un deporte perfecto y no podemos pretender que lo sean los colegiados. Y es
que a veces, simplemente, hay errores. Penaltis en contra que nos perjudican y
que en la repetición de la televisión se ve que no hay ni falta. Pero en la
vida no hay repeticiones. ¿Qué haremos? Podemos reaccionar como aquellos
equipos que se desconcentran y terminan por cometer más errores de los que ha
cometido el árbitro. Pero también podemos sobreponernos. Concentrarnos y
seguir.
Sea lo que sea lo que se nos da bien, la práctica
repetida y diaria nos ayuda a adaptarnos a los nuevos desafíos
6. Sentirse arropado por tu público. Diego Pablo Simeone, en una reciente entrevista,
aseguró: “La gente no sabe la fuerza que transmite a los jugadores”. Nosotros
también debemos procurarnos un entorno que nos anime, nos aliente y dé alas a
nuestros sueños cuando las fuerzas fallan. Y eso no es todo. También debemos
comportarnos así con los demás. Ser fuente de ánimo, no de desaliento. Los
silbidos y las protestas hacia tu propio equipo solo sirven para ponerlo más
nervioso y generar dudas.
7. El arma secreta de lo inesperado. Intentar una y otra vez la misma jugada y chocar
contra el muro del fracaso. ¿Qué hacer cuando nada de lo que hacemos funciona?
Algo diferente. Eso es lo que hacen los grandes equipos, jugadores y
entrenadores. Cambiar. Probar algo nuevo que sorprenda al adversario. Algo
creativo que salga de la improvisación. Porque cuando nada parece ir bien, la
creatividad inesperada es la diferencia. Y no hay que olvidar que “la creatividad
se aprende igual que se aprende a leer”, como dijo Ken Robinson.
8. Los cambios en el momento justo. Un entrenador, a lo largo de un partido, debe
hacer cambios. No puede reemplazar a todos. Solo a tres. Y es por eso que hay
que saber analizar, prever los problemas, dosificar el cansancio, el esfuerzo…
Nosotros igual. Porque el secreto está en saber ajustarse, en modificar, en
rectificar. Podemos conseguir darle la vuelta a un resultado adverso o mantener
el buen marcador conseguido ajustando algunos puntos del esquema. Para eso
debemos estar siempre alerta en lo que respecta a los puntos fuertes y débiles
de las situaciones que se nos presentan.
9. Resistir las críticas. Ronaldo Nazario, en unas declaraciones, aseguró
que cuando marcas eres grande, y cuando no, estás gordo. Él, como todos, no se
libró de las críticas. Porque por muy bueno que seas, llega un momento en el
que te cuestionan. ¿Qué hacen los grandes futbolistas? Seguir trabajando.
Aceptar los comentarios negativos con el mismo escepticismo que los halagos. Si
nos hundimos con las críticas, o si dejamos que afecten a nuestro rendimiento,
entonces no podremos jugar la Champions League en nuestra vida.
10. Hasta que el árbitro pite el final. Pase lo que pase, mientras que el balón esté en
juego pueden pasar muchas cosas. Podemos remontar. Nos pueden marcar. Fijémonos
en lo que pasó en la temporada 2003-2004, en la final de la Liga de Campeones.
El Milán iba ganando por 3 a 0 al Liverpool. Al final, el conjunto inglés
remontó y se hizo con el título. Nunca pensaron que estaba perdido. Nunca
desistieron. Por eso se alzaron con la victoria, porque fueron conscientes de
que el partido dura hasta que el árbitro señala el final.
11. Se dice: jugar al fútbol. Nadie dice vamos a trabajar al fútbol. En un artículo
de su columna en el AS, Alfredo Relaño aseguraba que no debíamos olvidar que al
fútbol se juega. Este verbo implica diversión, entrega, pasión, entusiasmo… Hoy
es habitual que psicólogos, pedagogos y otros especialistas pongan el foco en
la importancia del juego como fuente de crecimiento personal. Es importante no
olvidarlo. Porque jugar es re-crearse, y cuando lo hacemos es cuando aprendemos
en serio. Y como dijo Johan Cruyff a sus jugadores antes de jugar una
importante final: “Salgan y disfruten del partido”. Lógicamente, ganaron.”
Humildad,
Competitividad, Equilibrio, Entrenamiento, Equidad, Tribu, Sorpresa,
Reinvención, Resiliencia, Perseverancia, Disfrute. Once claves para darlo todo.
El artículo se hacía eco de las palabras en el
Financial Times de Mike Forde, COO (director de operaciones) del Chelsea de
2007 a 2013. “Los entrenadores son gestores de talento”. Sí, una labor compleja
en la que el sueldo no es lo más importante. El decálogo de Forde es el
siguiente:
1. El talento suele ir acompañado del ego. Cita
al coach Carlos Queiroz: “"Los mejores jugadores tienen un profundo
conocimiento de su carácter especial, de su talento único, que va más allá de
la arrogancia". En mi opinión, autoconocimiento sí, pero soberbia no. “Si
un dirigente solo quiere soldados obedientes tendrá que renunciar a ciertos
objetivos”. La experiencia demuestra que el verdadero talento no es egoísta; sí
tiene autoconfianza, pero es humilde.
2. Buscar talento que se quiera superar. “La
clave está en encontrar el momento en el que el jugador está a punto de
explotar” (Gregg Popovich, entrenador de los San Antonio Spurs). “Es cuando conocen
y aceptan sus límites, empiezan a escuchar, mejoran en los entrenamientos y aceptan
que deben cuidar su cuerpo”. Sí, pero no olvidemos que el talento es
“inteligencia en acción”, no potencial. Si no se ha puesto en valor, no es
talento.
3. Recompensar el sacrificio por el equipo.
Efectivamente, un equipo es un grupo humano que genera sinergias. Las
individualidades suelen ser antisinérgicas. Creo que más que sacrificio, es
predisposición inteligente. En los deportes de equipo, como en las
organizaciones, brillar sin obtener un logro colectivo es inteligencia
fracasada.
4. El talento no se domina. Forde pone como
ejemplo a Pep Guardiola, que “no se mete en el vestuario” porque lo considera
“territorio de los jugadores”. ¿Ordeno y mando con el talento? O se va, o se
pierde (se deprecia en la obediencia). “Históricamente, a los entrenadores se
les compara con generales, pero en la actualidad se parecen más a directores de
cine que tratan de engatusar y convencer en lugar de mandar. El objetivo es
ganar, no enfrentarse a los egos”. Los coaches, como buenos líderes, han de ser
versátiles.
5. No es necesario motivar. “Nuestro trabajo es
no desmotivar a los jugadores, ponerles los retos y las metas que los grandes
talentos necesitan" (Carlo Ancelotti). Cuando se fue del Barcelona,
Guardiola lanzaba una reflexión parecida: "No es que no haya logrado motivarlos,
es que no he logrado seducirlos".
6. Confianza. “No es necesario que se lleven bien
o que sean amigos, sino que confíen en el talento del otro”. Pone como ejemplo
el Manchester United en la década de los 90, “en el que Teddy Sheringham y Andy
Cole se odiaban, pero sabían que podían confiar en el talento del otro”.
7. Enseñar al talento. ¿Esforzarse por los
incompetentes o dedicarse a las personas más valiosas? “Generalmente la gente
con más talento tiene gran capacidad de aprendizaje y deseos de mejorar”. Como
ejemplo, Arsene Wenger, coach del Arsenal, que ayuda a los jugadores a conocer
habilidades que incuso ellos mismos desconocían.
8. Precaución para reclutar. “Hay que ser muy
precavido a la hora de fichar a nuevos talentos. Los equipos son instituciones
muy frágiles que se pueden romper al introducir, por ejemplo, un jugador
indisciplinado que no respete las normas o acabe con la cultura de equipo, que
además puede provocar que el talento del que ya se dispone se vaya.” En 2008 el
Chelsea pudo fichar a “Adriano, un gran talento, pero tras investigar su estilo
de vida, dudó sobre su disciplina y se echó atrás. Su carrera acabó yéndose al
garete”.
9. Aceptar que el talento se va. “Las personas de
gran talento no quieren un trabajo para toda su vida. Las empresas son solo
vehículos para desarrollar su talento, a la espera de ir a un lugar mejor. Un
buen directivo debe buscar la productividad, no la lealtad. Un buen gerente
tiene que mantener el talento el mayor tiempo posible, mientras se prepara para
su salida.” Caso Anelka: en el Bolton en 2006, dos años después lo fichó el
Chelsea.
10. El pico de forma. “Un buen dirigente debe
calcular cuál es el pico de forma de los integrantes de sus equipos. Los
futbolistas suelen alcanzar ese tope sobre los 28 años, cuando las piernas aún
se mantienen jóvenes y la cabeza ya tiene experiencia”., era más concreto:
"El pico se alcanza tras jugar 300 partidos, estar en tres clubes y sumar
un gran éxito y un fracaso" (Frank Arnesen, director técnico del Chelsea).
“A partir de ahí comienza la decadencia, y el desgaste mental y físico. La
clave está en sustituir el talento antes de que se desgaste totalmente”.
Gracias, Gabriel, María José y Mike por
mostrarnos paralelismos tan útiles.