He
estado leyendo un libro magnífico, que ayer tuve la oportunidad de adquirir en
Lleida, en el VI Sports Business Symposium. Se trata de ‘La fuerza de un sueño’
de Teresa Perales. Como sabes, Teresa es la atleta española con más medallas de
la historia (22 medallas paralímpicas; la “sirenita de Ebro” iguala en preseas
al “tiburón de Baltimore”, Michael Phelps). Disfruté muchísimo de su
conferencia (magnífica, de las mejores que he escuchado a una deportista, a
ambos lados del Atlántico), de la conversación, de que me firmara el mencionado
libro. Tiene una sonrisa que ilumina la sala y se la nota muy feliz con su hijo
Nano y muy enamorada de su esposo Mariano, un periodista que la entrevistó. Y
encima en la dedicatoria te manifiestas como “seguidora” de un servidor.
Muchísimas gracias, Teresa. Eres un gran ejemplo de que el éxito no es por
casualidad.
‘La
fuerza de un sueño’ comienza con una valiente declaración: “Si alguien me
dijera que podría volver atrás en el tiempo y no quedarme en una silla de
ruedas, le diría que no, si eso significase que no iba a vivir las experiencias
que he tenido desde el día que dejé de caminar”. Teresa nos habla de
“espiralismo”: “Cada ser humano puede crear su propia espiral de optimismo y
felicidad”. Me ha recordado el Ciclo de Talento, que es en sí mismo una espiral
(una línea curva que se va alejando progresivamente de un punto y se define por
el ángulo y la distancia al centro; las más famosas son la espiral de Arquímedes,
la de Fermat, la hiperbólica y la logarítmica).
Teresa
nos pregunta que es para nosotr@s ser feliz. Confiesa su “momento zombi” a los
15 años, cuando falleció su padre, y cómo salió adelante. La neuropatía que
sufrió a los 19, cómo le habían dicho con 5 años que “no valía” para nadar y el
poder de las creencias (en su caso, de su primer coach Ramiro Duce, que le dijo
“eres un diamante en bruto que tenemos que pulir”, ¡maravilloso!). Hemos de
transformar las creencias limitantes en potenciadoras.
“Somos
lo que somos por las experiencias que hemos ido teniendo desde pequeños”. En su
primer Campeonato de España (Badajoz, 1975) ganó tres medallas, pero fue de
novata (nadó “como un caballo desbocado”). En sus palabras, “lo mejor que me ha
dado el deporte ha sido que, al mismo tiempo que cambiaba la forma en la que me
veía a mí misma, me ha ayudado a lograr que la gente que me miraba hace unos
años con lástima, ahora lo haga con admiración”.
Oportunidades.
“Soy de las personas que piensan que en esta vida no solo pase un tren, sino
muchos”. Su animal favorito es la tortuga marina, que supera las adversidades.
A
Teresa le gusta como metáfora el cubo de Rubik 3x3 (4’3 x 10 elevado a 19
movimientos = 43.252.0003.274.489.856.000 permutaciones). El mundo es de los
“locos” que cambian las reglas. A mí me gusta llamarles “Quijotes” y la Perales
(maña de 38 años) me parece una de las más notables.
Todo
empieza por su sueño, que ha de convertirse en objetivo (pasando por el filtro
SMART –o MARTE, en castellano-), por la motivación puesta en acción, por el
Modelo GROW (en el que se basa precisamente nuestro modelo de coaching
estratégico), por el foco y por la acción. Teresa cita a Walter Elias Disney:
“Piensa, sueña, cree y atrévete”.
“Entrena
tu cuerpo y también tus emociones”, nos recomienda Teresa Perales. Porque “sin
emociones seríamos robots”. Dos años después de tener a Nano (y de darle el
pecho), le preguntó a su coach, Ángel Santamaría, si podría participar en los
Juegos de Londres. Él le dio la confianza necesaria. Más de 6 horas de
entrenamiento diario, siete días a la semana. Un mes antes de los Juegos 2012
estuvo a punto de tirar la toalla… pero no lo hizo. El resultado ya lo conoces:
8 medallas.
Frente
al secuestro emocional, los valores. La autora explica que en un curso de
coaching le ofrecieron una lista de 95 valores para que eligiera los 10 suyos
personales. Los valores de Teresa Perales son el amor, la honradez, la
libertad, la nobleza, la pasión, el perdón, la responsabilidad, la sencillez,
la valentía y la voluntad. Antes de Londres, lejos de su hijo, 21 días de
preparación en el CAR de Sierra Nevada a 2.400 metros de altura nadando atada a
un paracaídas como lastre. La clave, como dice ella, está en el equilibrio
entre cuerpo, mente y espíritu (“bien, belleza y verdad”, en términos
platónicos).
Me
ha encantado este libro de Teresa Perales. Ha sido toda una experiencia
conocerte personalmente.
Esta
tarde, ya en casa, he visto en ‘Días de Cine’ (La 2) un reportaje sobre Anthony
Quinn, nacido hace 100 años. Vino al mundo el 21 de abril de 1915, hijo de
guerrilleros de Pancho Villa. Marcharon a Los Ángeles y su progenitor, de
origen irlandés, falleció cuando Antonio tenía 11 años. Como medía 1’88 m,
trató de ser boxeador a los 16, pero le noquearon. Estudió Arquitectura con
Frank Lloyd Wright, que le desestimó. Entró en el cine en 1936 gracias a Mae
West, que lo incluyó como extra. Por su apariencia étnica, hizo de chino,
árabe, filipino, hispano, mafioso italiano… A finales de los 40, para evitar el
encasillamiento, marchó a Nueva York a hacer teatro y triunfó con ‘Un tranvía
llamado deseo’. Volvió a Hollywood y ganó su primer Óscar por ‘¡Viva Zapata!’
(1952), siendo el primer hispano en conseguirlo. De ahí marchó a Italia e hizo
‘La Strada’, de Fellini (para Quinn, su mejor cinta). En 1956 obtuvo la segunda
estatuilla por su interpretación de Gauguin en ‘El loco del pelo rojo’ (actuaba
8 minutos). En los 60 hizo ‘Los cañones de Navarone’, ‘Barrabás’, ‘Lawrence de
Arabia’, ‘Las sandalias del pescador’ y sobre todo ‘Zorba el griego’ (1964). En
total, 162 películas hasta 2001. Falleció a los 86 años en 2001. Tuvo 13 hijos
de 4 mujeres. Amaba el escenario (donde demostró un enorme talento) y dijo “en
las películas, nunca me llevaba a la chica. Pero conquistaba un país”. Y
nuestros corazones.