Sigo llevando el catarro “de aquella manera”,
como dicen los catalanes, a lo largo de la semana.
Esta mañana Raúl Grijalba, Presidente de
ManpowerGroup, me ha mandado un correo electrónico con el artículo de José
Antonio Marina en El Confidencial, un periódico en internet con más de un
millón de lectores. El artículo en cuestión se llama ‘¿Cómo anda España de
talento?’ y es realmente brillante: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2014-10-17/como-anda-espana-de-talento_251446/
“En una conferencia dada en la Universidad de
Harvard en 1943, Winston Churchill afirmó que “los imperios del
futuro serán imperios de la inteligencia”. Durante siglos, la riqueza de
las naciones dependía de sus materias primas, su producción agrícola e
industrial, su población, o su potencia financiera. La situación ha cambiado,
porque en una economía basada en el conocimiento y en la alta tecnología,
el talento se ha convertido en la mayor fuente de riqueza.
A finales de los
noventa, tres expertos de la consultora McKinsey –Ed Michaels, Helen
Handfield-Jones y Beth Axelrod– publicaron The War for
Talent, advirtiendo que el talento es un bien escaso y que iba a
comenzar una feroz competición por atraerlo. Esto ha provocado todo tipo de
excesos, hasta tal punto que el último número de la Harvard
Business Review incluye un artículo titulado “Auge (y posible caída) de la
economía del talento”, en el que Roger L. Martin, decano durante
mucho tiempo de la Rotman School de la Universidad de Toronto, se queja de que
se esté pagando demasiado a los “ejecutivos con talento”.
Mi amigo Juan
Carlos Cubeiro, que conoce bien el tema porque ha publicado un interesante
libro titulado Del capitalismo al talentismo, comenta en su blog:
“Martin nos recuerda que hace apenas 50 años el 72% de las 50 mayores compañías
de EEUU por capitalización de mercado explotaban recursos naturales (carbón,
hierro, hidrocarburos). En 1960, solo el 16% de los profesionales eran “clase
creativa” (por utilizar un término de mi amigo Richard Florida, profesor
de Rotman). Hoy son más del doble, el 33%. Más de la mitad de las top 50
están basadas en el talento; entre ellas, tres de las cuatro primeras: Apple,
Microsoft y Google (la otra es ExxonMobile). Tal es la revolución en la gestión
del talento.
En los 70, los
consejeros delegados ganaban menos de 1 millón de dólares. Desde mediados de
los 80, el 1% de los mejor pagados se ha llevado el 30% del incremento de PIB.
Nuestro sistema actual de recompensar el talento no solo no crea valor para el
total de la sociedad, sino que ha hecho la economía más volátil”.
Para poder hablar
rigurosamente de talento, sin convertir la palabra en un mantra vacío o en la
guinda de todo pastel retórico, primero tenemos que definirlo y medirlo.
Comentando la importancia de la guerra por el talento, The Economist
resaltaba que lo importante no es definir el talento, sino saber gestionarlo.
Señalaba como sinónimos “brainpower”, y “trabajadores del conocimiento”.
Tanta vaguedad
no me convence. Por ello, he definido el talento como la inteligencia en
acción. Una persona puede ser muy inteligente, pero ser incapaz de
aprovechar esa capacidad, por falta de energía, tenacidad, valor o claridad en
las metas. Talento es la efectiva puesta en práctica de la capacidad de
enfrentarnos con los problemas, de inventar proyectos social y económicamente
valiosos, y de movilizar los sentimientos, gestionar las emociones y ejercer
las funciones ejecutivas necesarias para realizarlos.
Es, pues, la “successful
intelligence”, una mezcla de destrezas cognitivas y no cognitivas, de
historia y creatividad, de razonamiento y coraje. Como señaló el viejo Baltasar
Gracián, “de nada vale que la inteligencia se adelante, si el corazón se
queda”.
Podemos hablar
de talento individual, de talento de las organizaciones y también de talento de
las naciones. En la web Ciudades con talento pueden
encontrar las investigaciones que he hecho sobre este asunto. Una
organización o comunidad con talento es aquella en la que un grupo de personas
que tal vez no sean extraordinarias, pero que, por el hecho de colaborar de
determinada manera, puede alcanzar resultados extraordinarios. Ese plus es el
que me interesaba investigar.
El origen del talento
Pero en este
artículo quiero hablar del talento de las naciones. ¿Cómo anda España de
talento? Para contestar a esta pregunta necesitamos contar con algún
instrumento de medición. El que me parece más completo es el utilizado en The
Global Talent Report Competitiveness Index, elaborado por tres importantes
instituciones, INSEAD, el Human Capital Leaderships Institute de Singapur, y
Adecco Group. Tiene en cuenta el marco legal, la educación formal, la educación
a lo largo de la vida, la sostenibilidad, el estilo de vida, etc.
En una relación
de 103 países, España ocupa el puesto 35. No se puede decir que sea un lugar
muy honroso. Otros índices corroboran esta posición mediocre. En el SHL
Talent Report, España no está entre las veinticinco primeras por su dominio
de las habilidades básicas para el siglo XXI. En The Global Talent
Report: The Outlook to 2015, escrito por Economist Intelligence Unit,
y publicado por Heidrick & Struggles, España ocupa el lugar 21 y se prevé
que el próximo año esté en el 22. Clasificaciones obtenidas con metodología
diferentes muestran una apreciable coherencia.
Lo que me
resulta más interesante es la relación entre el talento de una nación y la
calidad de su educación. En los informes PISA, España ocupa el puesto 33 de
un conjunto de 65 países. Esto nos permite hacer un silogismo trascendente para
nuestro futuro. El talento es la fuente de riqueza en nuestro siglo. La
educación es la generadora de talento, luego la educación es la gran generadora
de la riqueza de una nación. Los trabajos del premio Nobel de Economía James
Heckman y del economista Eric Hanusheck lo corroboran. Ambos han
demostrado la correlación entre calidad educativa y crecimiento económico.
Esta relación es
posible porque el talento no es previo, sino posterior a la educación. El
cerebro del niño es un maravilloso mecanismo de aprendizaje que en diez o doce
años, con una prodigiosa rapidez, asimila recursos que la humanidad tardó
cientos de miles de años en inventar: el lenguaje, la regulación de las
emociones, el control de la conducta, la posibilidad de convivir en grandes
grupos.
Todos los
sistemas educativos, Gobiernos, empresas, están intentando desarrollar
procedimientos para la generación de talento. Manpower Group lleva varios años
realizando una Encuesta mundial sobre la escasez de talento. La última
revela que la escasez de talento es un problema que afecta a muchas naciones,
en especial a Japón y Brasil. De los 38.618 empleadores que participaron de la
encuesta de 2013, más de uno entre tres reportaron dificultades para cubrir
puestos de trabajo como resultado de la falta de candidatos adecuados; el 35%
que reconoce la escasez representa la mayor proporción desde 2007, justo antes
de la recesión global. En España, Manpower Group, en colaboración con varias
grandes empresas españolas, ha creado el Human Age Institute para el estudio y
desarrollo del talento.
Estas mediciones
del talento se hacen en relación con la economía. Pero podríamos hacerlas
también refiriéndonos a la inteligencia política o ética. Una sociedad con
índices de corrupción y de ineficiencia como la nuestra, o que se empeña
en crear problemas donde no debería haberlos, no puede tener talento. Ni
tampoco una sociedad que despilfarra a sus talentos jóvenes, obligándolos a
emigrar. Pero de todo esto les hablaré otro día. “
Talento, por
ejemplo, como padres. José Antonio Marina dirige, como sabes, la UP
(Universidad de Padres), cuyas matriculaciones para el curso 2014-15 finalizan
esta semana. Gracias, José Antonio, por tu extraordinaria labor. Eres nuestro
“filósofo de cabecera”.
Por otro lado,
la Real Academia de la Lengua Española ha lanzado su nuevo Diccionario, con más
de 5.000 nuevos términos de las 93.111 entradas. Entre ellos, por fin, “coach”,
además de amigovio, basurita, limpiavidrios, motoneta, papichulo, platicón,
zíper y muchas otras. Diego Orbea, estupendo consultor y coach ejecutivo, me ha
puesto sobre la pista (gracias, Diego).