El deporte (especialmente el deporte español
en la última década) nos da muchas alegrías. Un país pequeño en extensión y
población como el nuestro, con pocas fichas federativas, ha sido y es capaz de
grandes hazañas merced al carácter quijotesco de sus deportistas y sobre todo
al talento y liderazgo de sus entrenadoras y entrenadores. Vaya por delante mi
gratitud hacia vosotr@s: coaches preparad@s, que viven su deporte con pasión y
trabajan con una sistemática de excelencia. En un país necesitado de alegrías,
nos habéis dado grandes momentos.
También, especialmente en las derrotas, el
deporte es un espejo de la vida y de la empresa casi único. Por ejemplo, con lo
que hemos vivido en las últimas semanas. Mundial de Fútbol de Brasil, en la que
La Roja era favorita (junto con la canarinha) y fuimos eliminados en la fase
inicial, derrotados ante Holanda (5-1) y Chile (2-0). Mundial de baloncesto en
casa, en el que éramos los favoritos junto con la selección de EE UU;
derrotados en cuartos ante Francia, a la que habíamos ganado en la fase por 24
puntos, y con la peor anotación desde México 1968. Y ya en la Liga de fútbol,
el poderoso Real Madrid, derrotado de nuevo en su casa por su rival del
Manzanares.
Ante la derrota, podemos hacer dos cosas. La
menos inteligente es culpar al seleccionador/entrenador, hacer “borrón y cuenta
nueva” y estar probablemente condenados a repetir el error. O, lo más valiente,
reflexionar sobre lo que ha pasado (que, evidentemente, no es cosa de una sola
persona) y aprender para no volver a repetirlo. Soy de los que piensa, por
ejemplo, que el fracaso en la Copa Confederaciones de 2009 (perdimos contra
Estados Unidos en fútbol) nos ayudó mucho para el Mundial de Sudáfrica de 2010 o
que la victoria en el Mundial de Japón de baloncesto se debió a lo que habíamos
vivido (derrotas contra Angola o China) en el camino.
De estas decepciones me gustaría extraer tres
pautas en común: el foco, el apego y el modelo SCARF de David Rock.
Foco. No es cierto que utilicemos solo el 10%
de nuestro cerebro (si así fuera, no seríamos capaces de hacer prácticamente
nada); sin embargo, la relación entre lo que hacemos consciente e
inconscientemente es aproximadamente de uno a millón. De hay que enfocarnos
hacia lo que tenemos que hacer sea tan esencial. Te recomiendo, si no lo has
leído, el último libro de Daniel Goleman, ‘Focus’. Hablé de él en este blog. Es
el “partido a partido” de Simeone. Cuidado con “vender la piel antes de matar
al oso”, algo que hacemos con frecuencia… inconscientemente. Como
profesionales, como líderes, como entrenadores, debemos trabajar “one step at a
time”, y no cometer el “síndrome de la lechera”. Paso a paso. La humildad
también es no adelantarse a cada competición. Concentra la atención
(comprensión, memoria y aprendizaje), porque “ten muy presente que tu atención
determina tu realidad” (maestro Yoda, en ‘La guerra de las galaxias’). La
práctica óptima (10.000 horas) requiere de una concentración óptima. La vida
nos distrae con frecuencia.
Apego. El maestro y gran amigo Carlos
Herreros me habló antes de ayer del trabajo de la canadiense Mary Ainsworth
(1913-1999) sobre los estilos de apego (attachment, en inglés). Cada un@ de
nosotr@s tiene un estilo de apego (seguro, inseguro, resistente) desde nuestros
primeros años. ¿Cómo es posible que el delantero Diego Costa haya marcado siete
goles en sus cuatro partidos con el Chelsea y ninguno en cinco partidos de la
selección española? Probablemente el apego tenga mucho que ver.
Modelo SCARF (2008). David Rock, el padre del
NeuroLiderazgo, nos ha enseñado que nos comportamos de forma muy diferente según
esté nuestro cerebro en placer o en amenaza, y eso depende de cinco variables
(las siglas son SCARF, bufanda en inglés): Status, Certidumbre, Autonomía,
Relación, Equidad. Según nos sentimos, así competimos.
Como bien dice Carlos Herreros, Estrategia y
Neurociencia comparten la necesidad de sobrevivir. Nuestro cerebro está
diseñado para nuestra supervivencia, adaptándose al medio. La Estrategia existe
para adaptarse y dar saltos evolutivos respecto al entorno.