Empleabilidad, genética y esfuerzo. ¿Cómo se forja un atleta excelente?


Esta semana estaré entre Madrid y Barcelona alternativamente. AVE de las 8 de la mañana, para tener reuniones comerciales en la ciudad condal. Mañana a primera hora volveré a Madrid, a una importante reunión interna, y por la tarde de vuelta a Barcelona.
El maestro José Antonio Marina escribía ayer sobre Empleabilidad. La Fundación Bertelsmann le ha pedido que prologue la Guía para la Orientación Profesional de nuestros jóvenes, que aprovecha la experiencia alemana. JAM nos recuerda que el último número de The Economist dedica su portada a la Universidad y lo titula “Destrucción creativa”, porque esta institución debe reinventarse (así lo comentaba un servidor en ‘Del Capitalismo al Talentismo’). Y comenta el fenómeno de las MOOC (Massive Open Online Course), que amenaza con que los cursos tradicionales queden obsoletos.
He estado leyendo ‘El gen deportivo. Un atleta excelente, ¿nace o se hace?’ de David Epstein, redactor de la revista ‘Sports Illustrated’. Un maravilloso libro que actualiza el debate entre genética y eszfuerzo. Muy recomendable.
De este texto quiero extraer diez tesis:
- ¿El Talento nace o se hace? “La herencia y la educación están tan entrelazadas en cualquier camino de la práctica deportiva que la respuesta es ambos”. Para la ciencia, esto es insuficiente. ¿De qué manera concreta inciden cada uno de ellos?
- “La experiencia “es” el fundamento del rendimiento superior de los maestros” (Adriann de Groot, psicólogo y maestro ajedrecista holandés de los años 40). William Chase (profesor de la Carnegie Mellon) y Herbert A. Simon (futuro premio Nobel) demostraron en 1973 la “teoría de la agrupación o chunking”: un gran maestro de ajedrez domina el lenguaje del mismo y posee una base de datos mental con millones de posiciones que se descomponen en unos 300.000 fragmentos significativos, a su vez agrupados en “patrones” mentales. “Lo que en una ocasión se logró mediante un razonamiento deductivo lógico y consciente, se alcanza ahora por un procesamiento perceptivo, rápido e inconsciente”. Automatismos, hábitos. “Nadie nace con la capacidad de anticipación que exige ser un deportista de élite”. “Es el software, no el hardware”.
- 10.000 horas de práctica deliberada. En 1993, tres psicólogos recurrieron al Conservatorio de Berlín. Los profesores del mismo les dijeron 10 mejores estudiantes de violin, 10 “buenos” solistas y 10 “profesores de música” (no pasarían de allá). La diferencia era el tiempo que practicaban por su cuenta: 24’3 h semanales los de mayor nivel frente a 9’3 horas los de menor nivel. A los 12 años, era una diferencia de 1.000 horas. A los 18, 7.140 horas de práctica. A los 20, las famosas 10.000 horas (se publicó en ‘The Role of Deliberated Practice in the Acquisition of Expert Performance’ de K. Anders Ericsson). En 2009, ‘Toward a Science of Exceptional Achievement’, Ericsson afirmó que “los genes necesarios para ser un deportista profesional están contenidos en el ADN de todos los individuos sanos”.
- Aunque el tiempo medio para llegar a maestro es 11.000 horas, para unos es 3.000 h y para otros es 25.000 horas. Hay “fluctuación” en el número de horas necesarias para alcanzar la pericia. Malcolm Gladwell en ‘Outliers’ (‘Fueras de serie’) “malinterpretó” las conclusiones del estudio de los violinistas, según el propio Anders Ericsson en 2012. También en esto hay “efecto Mateo” (Porque a todo el que tiene, le será dado más, y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará). La destreza es cuestión tanto de “hardware innato” como de “software aprendido”.
- “El hardware físico por sí solo es tan inútil como un ordenador portátil sin un sistema operativo pero sin programas; las características innatas son valiosas para determinar quién tendrá un ordenador mejor una vez que el software de un deporte sea descargado”. Australia ha identificado talentos y los ha “transferido” al deporte. En los Juegos de Sydney, ganó 3’03 medallas por cada millón de habitantes; EE UU, 0’33 medallas/millón. Campitelli y Gobert han demostrado que para ser un gran maestro de ajedrez hay que empezar antes de los 12 años. Si solo es cuestión de práctica (deliberada), ¿por qué separar a hombres y mujeres en las competiciones deportivas?
- La española Mª José Martínez-Patiño, vallista y velocista, fue declarada en 1985 no apta para competir porque no tenía los cromosomas XX. Le despojaron de su título nacional y le expulsaron de la residencia de deportistas. Fue rehabilitada tres años más tarde (no se clasificó para los Juegos del 92 por una décima de segundo). Las mujeres están mejorando sus marcas más rápido que los hombres, pero no les han alcanzado (“cuanto más ancha la pelvis, mayor es el gasto de energía”). Pequeñas diferencias genéticas provocan una avalancha de consecuencias biológicas.
- Talento para mejorar el rendimiento del entrenamiento. En 1992 se creó el programa HERITAGE (Herencia): HEalth, RIsk factors, exercise Training And GEnetics (Salud, factores de riesgo, entrenamiento con ejercicio y genética), dirigido por el Dr. Claude Bouchard. Un 15% no mejoró a pesar de cinco meses de entrenamiento; otro 15% mejoró espectacularmente, un 50% o más. El rico en oxígeno se hizo más rico y viceversa (efecto Mateo). El genoma es un libro con 23.000 páginas, que además interactúan entre sí. La condición aeróbica alta natural correlaciona con la capacidad de respuesta al entrenamiento.
- Fibras. Muchos jugadores de fútbol rápidos se echan a perder por sus lesiones crónicas antes de alcanzar el máximo nivel. Las diferencias corporales (como la proporción de cada tipo de fibra) determinan la verdadera ubicación del talento.
- Jugadores NBA de Vitrubio. En EE UU hay 20.000 varones que midan más de 2’03 entre 20 y 40 años (el 68% mide entre 1’70 y 1’85). El umbral de 1’88 es como el CI de 120 (más, no es necesario). El Hombre de Vitrubio tiene una altura con los brazos extendidos igual a su anchura (la cuadratura del círculo); el jugador de la NBA tiene 1’063.
- Etnia y diversidad genética. El gen ACTN3 tiene mucho que ver con la velocidad, aunque “Si quieres saber si tu hijo va a ser rápido, la mejor prueba genética es un cronómetro” (Carl Foster, experto en ACTN3).
- Velocistas. Los jamaicanos tienen piernas más largas y caderas más estrechas en relación a su estatura. “Los africanos occidentales desarrollaron unas características determinadas, como una prevalencia alta de la mutación genética de la anemia drepanotípica y otras mutaciones genéticas que ocasionaron unos bajos niveles de hemoglobina, como protección contra la malaria, y eso derivó en un aumento de las fibras musculares de contracción rápida” (Cooper & Morrison, 2006).
- Keniatas. Los kalenjin de Kenia (o los sebei ugandeses o los oromos de Etiopía) son grandes corredores de fondo, porque el volumen y grosor de sus pantorrillas es un 15% menor que el de los occidentales. “La pierna es similar a un péndulo, pues cuanto mayor sea el peso en el extremo de éste, más energía se necesita para balancearlo (el sudafricano Óscar Pistorius, acusado de matar a su novia, tiene el tiempo de oscilación más rápido jamás registrado gracias a sus medias lunas de fibra de carbono). “En una época de juegos informáticos, actividades sedentarias y de llevar en coche al colegio a nuestros hijos, es el luchador hambriento o el campesino pobre que tiene la experiencia de la resistencia, y el incentivo para desarrollarla, el que crea al corredor de fondo superior (Peter Matthews, experto en atletismo).
- Altura. “La mayoría de los tibetanos tiene una versión especial de un gen, el EPASI, que actúa como un manómetro que detecta el oxígeno disponible y regula la producción de glóbulos rojos para que la sangre no se vuelva peligrosamente espesa”. No por casualidad, los corredores de Kenia entrenan a 2.000 metros de actitud.
- Motivación. “¿Quién dice que no es genética?”, se pregunta Theodore Garland, fisiólogo de la UC Riverside. Porque evoluciona gracias al sistema dopaminérgico del cerebro. “Uno puede tener perfectamente la predisposición a ser un vago teleadicto” (Lightfoot). “Quizás no fuera el talento que me dio el Señor, tal vez fuera la pasión” (Wayne Gretzky, el mejor jugador de hockey hielo de la historia).
- Dolor. El punto de partida genético del aguante está codificado en el cerebro, aunque se pueda modificar por circunstancias competitivas o por las emociones del deportista. “El dolor es innato, pero también tiene que aprenderse; es inevitable, y sin embargo modificable; es común a todas las personas, pero jamás se experimenta exactamente de la misma manera”.
- Conclusión: “Perseguir la mejora deportiva es embarcarse en una búsqueda del plan de entrenamiento que se adapte a la biología inimitable de uno. Como el estudio familiar HERITAGE demostró, un único programa de ejercicios producirá un margen inmenso e individualizado de mejora para cualquier rasgo físico particular”. Citando a J. M. Tanner: “Cada uno tiene un genotipo diferente. Por consiguiente, para alcanzar un desarrollo óptimo, cada uno debería tener un entorno diferente”. Y la frase final de David Epstein: “Feliz entrenamiento”.

Mi gratitud a Fernando y su equipo, con quienes he tenido el gusto de almorzar hoy junto a la sede de Barcelona.