El cerebro humano es fascinante. Apenas poco
más de kilo y medio de sesos que nos confiere identidad, individualidad (que no
necesariamente individualismo) y es capaz de componer la música de JS Bach,
cuadros de Velázquez, Goya o El Greco y relatos de García Márquez o Vargas
Llosa. El objeto más complejo, y sin duda más interesante, del Universo.
El pasado jueves, con el gran Jaime
Guibelalde, fuimos a ver por la tarde-noche en Logroño la película
‘Transcendence’, protagonizada por Johnny Depp, Morgan Freeman, Kate Mara y
Paul Bettany. Un gurú de la era digital, Will (Depp) desea, con la ayuda de su
mujer (Mara), transcender la inteligencia artificial a partir de su propio
cerebro. Una cinta muy interesante sobre la libertad y las posibilidades de la
tecnología. Con Christopher Nolan (‘El caballero oscuro’) en la producción, la
ciencia-ficción no es tan ficticia como parece. Recomendable, tal como está la
cartelera.
En el tren de esta tarde de vuelta de
Zaragoza, me he leído un libro muy especial: ‘Cerebro y libertad. Los cimientos
cerebrales de nuestra capacidad para elegir’, de Joaquín Fuster. Profesor de
Neurociencia en UCLA, dedica el libro a su hermano Valentín (“compañero
humanista, médico y científico”) y a la memoria de Václav Havel.
Se trata de un texto que recoge sus
investigaciones sobre el libre albedrío. La libertad, sabemos por las
neurociencias, es una función de la corteza cerebral, bajo control prefrontal,
en su interacción con el entorno.
Es conocido que “el fundamento máximo de la
libertad humana consta de dos funciones cognitivas que nos distinguen
claramente de los demás organismos: el lenguaje y la capacidad para predecir el
futuro –y perfilar nuestras acciones en consecuencia-.” ¿Somos l@s dueñ@s de nuestro
destino? Fuster repasa la tradición filosófica del albedrío (liberty) y la
libertad (freedom), desde Kant (que defendía el libre albedrío con razones
éticas) a William James (que ponía objeciones por razones científicas). Entre
los dos extremos del determinismo y el libertarismo, está el compatibilismo de
Hobbes, Frankfurt y Dennet (la toma de decisiones por etapas, el ciclo
percepción/acción o PA). Es el “entorno interiorizado” de Ortega y Gasset (yo y
mi circunstancia). “Cualquier avance en la neurociencia cognitiva de la
libertad exige que superemos cinco obstáculos importantes que oscurecen la
fuerza positiva, creativa y opcional de la libertad”. Son el determinismo, el
reduccionismo, el “ejecutivo central”, “la hegemonía de la conciencia” y “la hegemonía
del yo”.
Raíces evolutivas de la libertad. El “segundo
cerebro” (sistema límbico) apareció con los primeros mamíferos hace 250 M de
años. El tercero, con el último homínido (Homo sapiens) hace 250.000 años.
Darwinismo neural: “el cerebro es, en esencia, el órgano con el cual el animal,
mediante la percepción y la actuación, se adapta al entorno”. La percepción es
la categorización, o clasificación, del mundo que nos rodea. Es clave la
“potencialidad de acción” (affordance), concepto creado por Gibson en 1977: es
una cualidad del entorno o del objeto que permite a un sujeto realizar con él
una acción. “La libertad prospera con la capacidad de la corteza para escoger
entre las redes de memoria y las redes de acción en la búsqueda de fines
seleccionados”.
El cógnito es un término que introdujo el
propio V Fuster en 2003. “Es un elemento de conocimientos en forma de red de
neuronas repartida por la corteza cerebral”. La memoria asociativa es
“convergencia sincrónica”. ¿Los cógnitos están repartidos en redes o por redes?
Ambos; “o, para ser exactos, los cógnitos son redes”. La fuerza sináptica de un
cógnito depende de la solidez con la que se formó (su red). La memoria humana
no es como un ordenador (es relacional y abordable por contenido). En todo caso,
se parecería a internet y a Google.
Ciclo PA (percepción/acción): se introduce la
emoción. “La libertad –es decir, nuestra capacidad para elegir, pensar,
planear, decidir, hacer, deshacer, no hacer- se basa exclusivamente en la
implicación de la corteza cerebral en el ciclo PA.” La recompensa de la
libertad está en la dopamina de nuestro cerebro.
Memoria del futuro (“Sueño mi pintura y luego
pinto mi sueño”, Van Gogh). Todo plan tiene dos fases: concepción y ejecución.
“La atención es posiblemente la función mejor instalada en la biología”. La
Confianza como principio ético y como condición para la conservación de la
vida.
Un libro excelente que actualiza las
investigaciones sobre los cimientos cerebrales de nuestra capacidad de elegir.
Gracias, Joaquín Fuster, y gracias al maestro José Antonio Marina que nos lo
recomendó en su artículo sobre el “Factor E”.
Pero hay más, aquí y ahora, sobre el cerebro.
En el suplemento cultural Babelia de este fin de semana, ‘Esculpir el propio
cerebro’, de Antonio Calvo Roy. El presidente de la Asociación Española de
Comunicación Científica nos propone ‘Somos nuestro cerebro.
Cómo pensamos, sufrimos y amamos’, de Dick Swaab; ‘El escritor que no sabía leer y otras historias de la neurociencia’, de
José Ramón Alonso; El
futuro de nuestra mente’, de Michio Kaku; ‘Atrévete a saber’, de Rita Levi-Montalcini; ‘La paradoja de la sabidurí’, de
Elkhonon Goldberg; ‘Neurozapping’,
de José Ramón Alonso y
’Los tónicos
de la voluntad. Reglas y consejos sobre la investigación científica’ de
Santiago Ramón y Cajal. Me quedo con ese “no es bueno dejarse envejecer por la
vejez” del escritor húngaro Sándor Márai en sus Diarios. Se puede ganar “pericia
cognitiva” (Goldberg) si aumentamos la competencia y la sabiduría.
Como dice ACR,
“hemos aprendido más sobre las funciones del cerebro en los últimos 15 años que
en toda la historia precedente”. Y mucho más que vamos a aprender en las
próximas décadas.