Jornada muy intenso en Tel Aviv.
Anoche, paseo por Jaffa (según la tradición, fundada tras el Diluvio Universal
por Jafet, hijo de Noé). Es uno de los puertos más antiguos del mundo.
Celebramos un acto en el jardín Ha-Pisga, un mirador con la Estatua de la Fe.
Pasmos junto a la Iglesia de San Miguel y el Monasterio de San Pedro, así como
la Plaza Kedumim.
Esta mañana hemos estado en el
Weizmann Institute of Science, una de las instituciones líderes del mundo en
investigación multidisciplinaria. Me ha interesado el enfoque de interés por la
ciencia y la presentación de la vocación de los investigadores.
Y a la hora del almuerzo, misión
comercial con el Embajador de España en Tel Aviv, con una selecta
representación de directivos y empresarios israelíes y con la Cámara de
Comercio de Israel y España e Israel y Latinoamérica. Una oportunidad para
estrechar lazos.
En un mundo VUCA (en inglés,
Vulnerable, Incierto, Complejo y Ambiguo), pocos sitios son más interesantes que
Israel. Tiene firmados acuerdos de paz con Jordania y Egipto, está en
hostilidad más o menos abierta con el resto de sus vecinos (Líbano, Siria) y
como gran activo, a falta de recursos naturales, tiene el talento de su gente.
Por eso apuesta por el dinamismo y por la innovación, e invierte en I+D el 4%
de su PIB. Ojalá en la Unión Europea mantuviéramos una apuesta similar.
Nos espera un gran Challenge, la
mejor actividad outdoor del planeta. En la presentación de esta tarde (con
Mario Alonso Puig, Baldomero Lago, José María Alonso y el resto de maestros),
hemos destacado lo que significa esta zona como origen de la civilización, el
valor del desierto como reflexión y el equipo (ser un equipo) como la única
forma posible de que las personas demos lo mejor de nosotras mismas.
La pregunta a la que cada
participante ha debido responder (por escrito, en un papel) es: ¿Quién decido
ser tras este Challenge?
Un Challenge 2014 con “Geeks and
Geezers” (veteranos y noveles), como diría el gran experto en Liderazgo Warren
Bennis. Equipos con diversidad generacional, en cuyo seno van a aprender mucho
un@s de otr@s. Ya te iré contando.
Y como prueba de este talento del
Challenge, un artículo de la joven Patricia Moreno Luna, recientemente publicado
en el diario Hoy, que me ha enviado mi buena amiga Isabel Tovar. Se titula “Genieración”
y es el siguiente:
“Perdida. Nos llaman la generación perdida. Es curioso,
porque a mí el nombre de generación perdida me recuerda a Hemingway, Dos
Passos, Fitzgerald. Genios. Una auténtica generación de genios. Y así
llamaría yo a la nuestra: La Genieración.
La que no se conforma con estudiar una sola carrera, la mayoría tiene dos,
incluso un máster, doctorado; hablamos como mínimo dos idiomas y otro más, que
por lo menos entendemos aunque sólo sea porque tenemos un amigo catalán.
La
generación perdida dicen. Incluso aquellos que en otra época hubiesen desechado
cualquier forma de cultura general ahora tienen o luchan por un graduado
escolar. Existen miles de formas de recoger información, bien sea a través de
la televisión, con carteles de poesía en el metro, la feria del libro, aquel
amigo intelectual al que todo el mundo escucha en las reuniones.
Sabemos
leer y escribir a la perfección, soñamos como ninguno e imaginamos como dioses.
Cultivamos tomates. Cocinamos al estilo de laabuela.blogspot.com, al de latíapepa.wordpress.com
y también al de un tío raro de Suiza que hace unos brownies de miedo. Sabemos qué es un brownie. Conocemos Nueva York sin tan siquiera haber estado. Hemos
volado a la otra punta de Europa por un céntimo de euro. Hemos sobrevivido al
año 2.000, a la crisis de las punto com. Hemos aprendido a usar todo tipo de
aparatos eléctricos y ordenadores, sin dejar a un lado el papel para coger
apuntes o la rayuela para saltar jugando con los amigos en la acera. Todo ha
sucedido tan rápido que en algunos bares han de poner una cestita para soltar
los llamados smartphones, porque a
veces perdemos la perspectiva de la comunicación, ¡pero es que tenemos amigos
hasta en Tokio! Aun así, esto no ha hecho que perdamos la ilusión por los
viernes, por la cervecita del domingo, ni por ir a dar un paseo con aquella
persona especial. Eso sí, ahora es más fácil, solo tengo que ponerle un Whatsapp. ¡Ay, maldito “Whatsapp! Hemos
pasado de buscar a esa persona que nos gusta de un extremo a otro de la ciudad a
enviarle un video tonto y así iniciar una conversación. No es más fácil, ni
mucho menos, es solo distinto. Nos hemos adaptado a todas las formas de
comunicación de los últimos veinte años. Hemos pasado de hablar con nuestro
hermano de balcón a balcón con un hilo y dos yogures a comunicarnos con nuestro
compañero de piso por Facebook, Twitter, Whatsapp, Tuenti, ¡y no nos hemos
quejado! Todo lo contrario, nuestra capacidad de adaptación está casi a la
altura de nuestra capacidad de ilusionarnos.
Quizá,
porque las cosas están cambiando con tanta rapidez nunca hemos dejado de ser
niños, de tener siempre algo nuevo que ver y, por supuesto, algo nuevo que ofrecer.
Nosotros, esa generación que lee en el iPad a los escritores de la generación
perdida, deberíamos ser recordados como los superhéroes, personas que a pesar
de tener una formación intelectual muy elevada, deciden irse al campo a vivir
de forma más saludable o deciden marcharse durante largos períodos porque no
les queda otra. Y aun así, tienen que escuchar a los que les dicen que su
aventura va a ser un fracaso.
Me
siento afortunada de pertenecer a esta generación. He podido estudiar varias
carreras, aprender varios idiomas, conocer nuevas y maravillosas culturas,
tener amigos repartidos por todo el mundo y tomar la maravillosa decisión de
volver a casa un día. Me he enamorado de personas muy parecidas a mí y de
personas que jamás hubiese conocido en otra época. He pagado una cena y me han
impedido pagar otras muchas. Aún me ceden el paso para entrar y una vez que he
pasado caminan a mi lado. Puedo dormir sola o acompañada, yo decido. Mi perro
puede viajar conmigo adonde sea, resiste las distancias aunque afuera haga
cuarenta grados. Puedo viajar sola, y más que de atrevida, me tratan de
aventurera.
Es
un privilegio formar parte de esta generación en la que la lucha más grande no
es solo por sobrevivir, sino mucho más allá: por vivir. La lucha se libra por
la tolerancia, por el respeto, por la ayuda a los demás, por un mundo mejor,
por merecer el nombre de la “Era Aquarius”, porque al final, es así: no es que
el mundo esté loco, es que el ser humano es extraordinario y lo hemos
comprendido. Luchamos por recuperar los valores mientras el mundo sigue su curso.
Luchamos por tener todo eso que otras generaciones perdieron. Luchamos por lo
más importante: la felicidad, con una máxima de hedonismo, sin por ello
sacrificar la felicidad de los demás. Somos la generación Aquarius, Coca-Cola,
Cornetto y lo que queramos, porque incluso, hemos construido una publicidad que
nos hace soñar. Y no, no nos vamos a conformar con el nombre de generación
perdida. Cuando pase esta confusión, saldremos airosos gracias a nuestro
talento y a nuestra experiencia, y seremos sin duda y más que nunca... La Genieración.”
Cuando los jóvenes no solo cuentan
con una enorme preparación, sino que unen a su capacidad (aptitud y actitud) un
alto grado de compromiso, claro que salen airos@s del desafío. Lo que ocurre es
que vivimos en un mundo paretiano (20/80) y la “genieración” apenas integra a
un@ de cada cinco jóvenes.
Mi gratitud a esa juventud
comprometida.