Esta tarde he asistido a una preciosa
sesión de Reflexión Estratégica con decenas de profesionales, media docena de
Directores Generales y el Presidente Ejecutivo, a largo de tres horas y media
(con un pequeño descanso a mitad de la tarde). Inspiración, participación y un
plan de acción muy claro, con los siguientes pasos.
La inspiración es una parte esencial
del Liderazgo. El líder debe guiar, debe marcar la pauta, debe ofrecer una
“tierra prometida” que resulte atractiva a sus seguidores, a los miembros de su
“tribu”, a su equipo, porque no hay líder sin equipo ni equipo sin líder.
In-spirare quería decir traer
“espíritu” (aliento, vida) a alguien inanimado para convertirlo en animado,
dotado de alma, de vida. Como cuando Pinocho, muñeco de madera, se convierte en
un niño gracias a los deseos de Geppetto, su creador, y el Hada Madrina.
Para inspirarse uno mismo y a los
demás, el proceso de coaching ayuda al líder a potenciar una Visión de futuro.
Una imagen (ligado por tanto a la imaginación) de un futuro deseable, que
todavía no existe, que es beneficioso. Un futuro que sin duda no será fácil de
alcanzar (lo que se obtiene con facilidad tiene escaso valor y suele perderse
con facilidad), pero que merecerá mucho la pena. Una Visión de futuro (personal
y colectiva) coherente con la misión (a lo que nos dedicamos y queremos
dedicarnos, desde nuestra vocación) y con nuestros valores (nuestros principios
de actuación). Sin esa visión retadora, no hay posibilidad de avanzar. Nos
quedaríamos estancados. La visión nos moviliza, nos motiva, nos emociona, nos
hace aventurarnos en terrenos aún desconocidos.
A partir de esa visión (que “tira de
nosotros”, porque para el cerebro humano no hay diferencia entre que “veamos”
algo y haya ocurrido en realidad), el líder inspirador ha de saber comunicarla,
para convertirla en un auténtico reto en términos emocionales. Sí, la visión
hace al líder, en tanto que se transforme en reto que impulse al equipo.
La inspiración tiene mucho de
comunicación, tanto en sentido verbal (oral o escrita) como no verbal. La
visión ha de ser clara, nítida. Los seguidores han de ser capaces de “tocarla”
con sus manos. Ha de tener propósito, sentido, para ser motivadora. Ha de
apelar a la libertad, a la dignidad (a nuestros derechos como personas) y por
supuesto a la felicidad. Y en términos de comunicación paraverbal (tono,
entonación, volumen, ritmos, silencios) y no verbal (gestos) es más creíble en
función de la propia convicción del líder. Por ello, como escribió el filósofo
Pascal, “la pasión convence”. Que el líder se trabaje la pasión (lo que le
gusta, lo que le anima, lo que le entusiasma) es esencial para que sea
verdaderamente inspirador.
En la medida que el
líder insista en “el futuro que le gustaría” (que, por supuesto, ha de ser
sensible a las preocupaciones, intereses y motivaciones de su propia gente), dé
feedback y sobre todo sirva de ejemplo constante, su inspiración guiará los
esfuerzos (sinérgicos) de su equipo.
Finalmente,
respecto a la inspiración, el líder (con ayuda de su coach) ha de tener cuidado
con la complacencia, con la euforia. Cuando el equipo tiene éxito, conviene
valorarlo en su justa medida (disfrutarlo, celebrarlo) y evitar que “se suba a
la cabeza”. La complacencia es el principio de la decadencia. A los emperadores
romanos una persona les recordaba que, a pesar de todo (de la fama y de la
fortuna) eran mortales. La inspiración, que es muy motivadora, debe estar
acompañada de un sano sentido autocrítico, de un SWAT análisis frecuente para
no caer en “efecto halo” (todo va muy bien, todo va muy mal). De cualquier
aparente fracaso se pueden obtener valiosas lecciones. En todo éxito, por
grande que sea, hay cosas que se pueden hacer mejor. Por eso, como nos enseñó
Aristóteles, la excelencia ha de ser un hábito.
Mi gratitud a todos
los participantes en la Reunión Estratégica de esta tarde.
Y mañana, los 25 últimos
sesgos cognitivos que muestra Rolf Dobelli en “El Arte de Pensar con Claridad”.