La mal llamada crisis y las clases supuestamente hereditarias


Vuelta a Madrid desde Zaragoza. Me encantó el Cine Fórum Empresarial APD sobre su el final de la recesión es realmente el final de la Crisis. Javier Pardo, responsable de APD en Aragón, presentó excelentemente el acto y la película, “Blue Jasmine” de Woody Allen. Después de la proyección de la cinta, debate con Pilar Franca, David Herranz y Emiliano Guayar, que estuvieron especialmente brillantes. Reflexiones valiosas sobre los valores, la humildad, el talento y lo que deberíamos aprender en momentos difíciles. Y después Juan Carlos tuvo ocasión de presentarme a su sobrino Rafael, ganador de la “Mente Brillante 2013”. Rafael es arquitecto, diseñador gráfico, habla inglés, francés, alemán e italiano, dirige una publicación on line, es escenógrafo y director de teatro… Talento en estado puro, en plataforma de lanzamiento. Y es tan valiente que quiere quedarse en España para aportar desde aquí.
Mi gratitud a Javier, a los asistentes al Cine Fórum (especialmente a los compañeros coaches Noelia, Jorge, Mª José, etc), a Mª José y su equipo,  y a los ponentes.
Ayer en la prensa podíamos leer el artículo “Clases sociales herditarias”, que se refería a los datos de Eurostat: “Los hijos de los obreros y agricultores tienen pocas posibilidades de mejorar la posición social que tuvieron sus padres y, probablemente, sus abuelos. El 50% de ellos repetirán esas profesiones y solo un 25% llegará a tener estudios superiores y elevar sus posibilidades vitales. Es una cadena que se repite en España desde los años sesenta: las familias que no tienen estudios no consiguen en general que sus hijos los tengan y prosperen. Y el sistema educativo tampoco parece que consiga compensar esa carencia”. España ocupa el quinto lugar por la cola entre 28 países porque no alcanzan grandes progresos educativos en este campo. Sin embargo, los hijos que se crían en familias con estudios medios consiguen conjurar ese determinismo social y España es la tercera, a la cabeza, con un 52% de licenciados.
“Efecto suelo”, lo ha llamado el sociólogo Ildefonso Marqués, de la Universidad de Sevilla: “Cuando los padres vienen de lo más bajo cualquier mejora calma sus aspiraciones. Por ejemplo, si es analfabeto se contenta con que su hijo sepa leer y escribir”. Y también hay efecto techo: “Si un padre se doctoró en Medicina vive como un fracaso que su hijo se conforme con una carrera universitaria”. Expectativas: “los deseos crecen a medida que estás más cerca y el coste de oportunidad no es el mismo para todos”. Las clases bajas apremian muchas veces para que los estudiantes ayuden con un sueldo en casa. Las clases medias, en cambio, han hecho un gran esfuerzo por escalar socialmente y son conscientes de la importancia de los estudios y recursos culturales. No son licenciados, pero saben que es importante que sus hijos aprendan idiomas o vayan al conservatorio.
En España, el número de titulados universitarios entre 25 y 35 años ha pasado de 812.000 en 1991 a casi millón y medio de personas que están estudiando en la actualidad, un 7,4% más que hace cinco años. El nuevo presidente de la CRUE (los rectores), Manuel José López, comentaba que “es un problema crónico del sistema educativo español. Se reproduce el efecto Mateo. Dar más ventajas a los más aventajados y menos a los desfavorecidos”. El sociólogo Xavier Martínez Celorrio (UB) insiste en la misma línea: “Los datos concuerdan con las cifras del informe Condiciones de vida 2011 del INE, aunque me resultan algo severos. No creo que pase de un 40% el porcentaje de los que se quedan en la escala social de sus padres”. “Hemos calculado que en Cataluña solo el 27% de los niños de menos de 16 años de familias humildes reciben ayudas de libros de texto o comedor. Y es errónea la política de becas. No se trata solo de dar dinero y, además, meses más tarde. Hay que hacer un seguimiento de las familias. Falta aspiración de llegar a la Universidad en los hogares pobres”. Expectativas y aspiración, dos intangibles a tener en cuenta en los estudios y en el talento.
En Alemania y otros países de centro de Europa, por el contrario, hay más movilidad dentro de las familias. “Eso creo que se debe a que tienen una FP muy fuerte. A partir de los 10 años separan a los niños pero mientras cursan esos estudios reciben un salario y hacen prácticas en un tejido industrial que aquí no existe”, opina Feito. Para él la FP de grado superior es la única que garantiza dominar las destrezas (aprender a aprender, trabajar en equipo, comunicarse).
Además, una mejor preparación no es sinónimo de ascenso social. En España muchos titulados tienen un trabajo para el que están sobrecualificados o reciben un sueldo muy por debajo del empleo que desempeñan. “Muchos graduados de familias humildes no pueden hacer valer su título porque media el origen social”, asegura Ildefonso Marqués. “No solo porque influya la red de contactos de tus padres para encontrar trabajo. También porque muchas empresas buscan un perfil sociocultural determinado y hay diferencias en habilidades no cognitivas. En las entrevistas se entiende que la motivación, el sentido de jerarquía o incluso la limpieza están asociados a clases medias y altas”.
Feito concluye: “Hace tiempo que se demostró que en Estados Unidos no hay mayor ascenso social. Si quieres vivir el sueño americano vete a Dinamarca. En el país nórdico, las guarderías son gratuitas para frenar la desigualdad antes de la primaria y los alumnos pobres acuden a clase en barrios privilegiados para que se impregnen de sus ventajas.”