Estupenda la fiesta de navidad
celebrada ayer en casa de mis tíos Jaime Villar y Ligia Colina de Villar. Unos
30 familiares (mi madre tiene 9 hermanos y aunque no estuvieron tod@s, sí la
mayoría). Mis hermanas, mis sobrinas, mis prim@s… Una celebración por todo lo
alto, con dos anfitriones de excepción. Mi agradecimiento a Jaime y Ligia y a
todos los asistentes en la velada.
Aunque no escuché en directo el
discurso de navidad de S. M. El Rey, sí me llegó casi en tiempo real por
internet lo más importante del mismo. “Asumo la exigencia de ejemplaridad que
reclama la sociedad”, señaló nuestro monarca. La ejemplaridad, ¡qué concepto
tan esencial y qué vivencia tan necesaria!
En el Liderazgo, que cada vez más
depende de la coherencia y cada vez menos de la oratoria (ya hemos comprobado
que determinados líderes nos desencantan porque sus palabras no se ven avaladas
por los hechos), la ejemplariedad es un imperativo. El ejemplo hace al líder.
En este mismo blog (en el post “La ejemplariedad y la gran filosofía”) me he
referido a Javier Gomá (Bilbao, 1965), director de la Fundación March, y a uno
de sus libros, Ejemplaridad pública (2009).
Entonces, y ahora, recordaba que “Aprendemos con el ejemplo, lideramos con el
ejemplo, practicamos con el ejemplo” y las sabias palabras de Oliver Wendell
Holmes: “Lo que haces habla tan alto que no me deja escuchar lo que dices”.
Ejemplaridad también en la educación,
tema fundamental en nuestro tiempo. Que nuestr@s hij@s estudien más o menos
depende del interés de sus madres/padres. El rendimiento académico es, en gran
medida, puro “efecto Pigmalion”. Expectativas y ambiciones. Detrás de un/a
buen/a estudiante, hay con frecuencia (80% paretiano) una madre o un padre de
ver ocupado de verdad (desde el ejemplo, no desde el discurso) con la educación
de su hij@.
Y ejemplaridad en las redes sociales
(que van más allá de esos sucedáneos de Facebook y Twitter; me refiero a las
amistades y a la familia). La familia y l@s amig@s son muy importantes en
nuestras vidas. Nos dan alegría, apoyo y felicidad. No somos islas, sino seres
sociales, que mostramos nuestros sentimientos con y para los demás.
He leído esta mañana en Cinco Días
que “la banca se va a lanzar con una serie de productos de diseño para retener
el ahorro”: http://link.p0.com/u.d?VYGjbtAOuzSre5gVgVY=88563. Retener el
ahorro, retener el talento, porque se calcula que, cuando mejoren un poco las
cosas, hasta el 40% de los empleados empezarán a escuchar ofertas de fuera
(precisamente l@s más valios@s).
Retener el Talento (en realidad,
fidelizarlo, porque como bien sabes retener es secuestrar) no es cuestión de “productos
de diseño” de Recursos Humanos, sino de Liderazgo. Y por tanto, fidelizar el
talento es cuestión de ejemplaridad. El/la líder que es coherente (inspirador/a,
imaginativ@, intuitiv@ e integrador/a, según el modelo i4 de Silvia Damiano que
nos explica en Leadership upside down (Liderazgo
“patas “arriba”) que se publicará el próximo mes de febrero, es quien fideliza
el talento (la capacidad y el compromiso) de las personas que forman parte de
su equipo. Así son las cosas. Si el Liderazgo se improvisa, no sale. Hay que
forjarlo adecuadamente.
Mi gratitud a las personas “honorables”
(el honor, como explicábamos la Dra. Leonor Gallardo y un servidor en Los mosqueteros de Guardiola es asumir
el deber y no solo los derechos), ejemplares, líderes de verdad. Nos marcan con
sus hábitos el camino a seguir.