Regreso desde Vigo
a las 6’50 h después de la Conferencia de ayer sobre Talento y Empleabilidad en
el Foro Emprende de Pontevedra que concluía Aquelando III. Pontevedra estaba
preciosa anoche. Hoy el Diario de Pontevedra dedica al acto la portada (el
director del periódico, la VP de la Diputación de Pontevedra y un servidor) y
un suplemento en páginas centrales. Mi agradecimiento a Pedro y su equipo, a
Rebecca y a todos los organizadores del Foro Emprende de Pontevedra.
Hoy en Madrid, dos
procesos de coaching estratégico por la mañana y por la tarde y reuniones con
clientes.
Antes de ayer,
Xavier Guix publicó un interesante artículo (parece ser que “interesante” es la
palabra más empleada en las redes sociales) sobre “el síndrome de Anna
Karenina”: http://elpais.com/elpais/2013/12/05/eps/1386269002_585010.html
He leído los libros de Xavier Guix (Ni me explico ni me entiendes, Querer es
poder, Si no lo creo no lo veo, Jefes) y le considero uno de los mejores
comunicólogos de nuestro entorno. Además, he tenido la fortuna de coincidir con
él firmando ejemplares en Sant Jordi en la rambla de Catalunya. En el
mencionado texto se refiere a la pasión amorosa que aquejó a la protagonista de
la famosa novela de Tolstói, prendada del caballero y militar Vronsky. “Más allá de la experiencia del
enamoramiento existe una dimensión enajenante por su intensidad y descontrol
que suele caracterizarse por una exaltación de todos los sentidos, una
necesidad de fusión afectiva y un estado de dependencia de esos corazones
apasionados. Viven en un sinvivir porque nada tiene sentido, nada existe y nada
puede soportarse si no permanecen juntos. Están “pillados” el uno con el otro. Más
que una alegría es un sufrimiento por ausencia o por suponer un trágico
abandono. Como Romeo y Julieta, la vida no vale si no pueden amarse”, escribe
Xavier.
El amor como trastorno afectivo
obsesivo. Seres “tocados” por Cupido. Prosigue Guix: “Aunque a muchas personas
les gustaría que la pasión durara toda la vida, lo cierto es que la asiduidad,
la convivencia y las tareas domésticas acaban por matar ese deseo que se
convierte en angustia cuando no puede ser poseído. Nada asesina tanto el deseo
como su consumación. La ilusión queda desvelada cuando se descubre que, en
efecto, no solo se puede vivir sin el otro, sino, incluso, mejor. Entonces, el
amor debe de ser algo más misterioso que la pasión cuando se prefiere
permanecer al lado de alguien.”
El “estado agudo de enamoramiento” se
reconoce por una serie de rasgos: una enorme atracción (necesidad afectiva), identificación
mágica con el otro (idealización), fusión (sentimiento de reciprocidad), proyección
(verse a uno mismo en el otro), exclusividad (fidelidad sexual), atención
concentrada, magnificación del otro, pensamiento obsesivo, energía intensa,
tanto emocional como sexual, una capacidad empática desbordante.
“Anna Karenina se condenó por su
empeño en querer a quien no la podía querer. Ese es su síndrome, el que sufren
los que aman ciegamente, es decir, sin darse la oportunidad de encontrarse con
el otro. Aman una idea y aman sus propias sensaciones. Pero no se dan cuenta de
quién tienen delante, porque solo pueden ver su propio reflejo, como Narciso. Embriagados
por la euforia confunden el amor a sí mismos con el amar.”, explica Guix. Y
contrapone, en la novela de Tolstói, el amor de Levi y Kitty. “Dos se juntan,
pero no se mezclan. Dos se juntan, aunque forman una trinidad: tú, yo, y tú y
yo. Dos en amor es para gozar, procurarse felicidad y cuidarse mutuamente. Sin
dejar de ser ellos mismos. Es una experiencia única que permite un conocimiento
profundo de uno mismo, a la vez que lo extirpa de su tendencia egocéntrica.”
Xavier Guix concluye: “El amor auténtico,
el amor duro, no se robustece de sensiblerías, sino de la alegría de saber que
podemos contar con el otro, pase lo que pase. Es el amor de la reciprocidad, de
la amistad y del ágape, de la ternura y de la compasión.”
¡Qué quieres que te diga! Apuesto por
la pasión de AK y no por esa “amistad, ternura y compasión” de esos dos
aburridos. Me quedo con ese maravilloso soneto de Lope de Vega:
“Desmayarse, atreverse, estar
furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y
reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde,
altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno
cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.”
Para los griegos, la Pasión (ese “síndrome
de Anna Karenina”) era algo inmanejable. No se puede controlar. Así son las
cosas para los humanos.