Moisés Naím es doctor por el MIT, fue
ministro de Venezuela, director del Banco Central, director ejecutivo del Banco
Mundial y durante 14 años (hasta 2010) director de la prestigiosa revista Foreign Policy. Se trata de uno de los
más respetados analistas de política internacional, galardonado con el Premio
Ortega y Gasset a la trayectoria profesional. y acaba de publicar EL FIN DEL PODER. Empresas que se hunden, militares derrotados, países que renuncian y
gobiernos impotentes. Cómo el poder ya no es lo que era.
Moisés Naím define el poder como “la
capacidad para lograr que otros hagan o dejen de hacer algo” y considera, con
enorme criterio, que se está degradando. De la fuerza bruta al talento, del norte
al sur, de Occidente a Oriente, de los viejos gigantes empresariales a las
empresas ágiles e innovadoras, de los dictadores a la gente que protesta en las
calles, de los hombres a las mujeres, de los más viejos a los jóvenes. Como
dice el autor, “el poder es cada vez más débil, más transitorio, más limitado”.
¿Ejemplos? En 1992, el CEO de una Fortune 500 tenía un 36% de conservar su
puesto tras cinco años; en 1998, el 25%. En 2012, el 15% de los CEO de las
2.500 mayores empresas en bolsa dejaron sus puestos. En 1980, una empresa de EE
UU en el 5% de las mejores de su sector tenía un 10% de riesgo de perder esa
posición en 5 años. En el 2000, el riesgo era del 25%. Y hoy, muchísimo mayor.
El poder tiene cuatro canales: fuerza
(coacción), código (obligación), mensaje (persuasión) y recompensa (incentivo),
según MacMillan (Strategy Formulation:
Political concepts, 1978) y puede estar asociado a barreras (de entrada).
Se ha ligado al tamaño merced a Alfred Chandler (decano de la historia
empresarial de EE UU), a Max Weber (que mitificó la burocracia) y a Ronald
Coase (costes de transacción). De ahí el “complejo militar-industrial”
(Eisenhower).
Sin embargo, “el poder está perdiendo
fuerza” por una triple revolución: la del más, la movilidad y la mentalidad. Es
el “aumento de todo” (de habitantes, de número de países, de alfabetización, de
desarrollo humano), de migrantes (214 M en el mundo, un 37% más que hace dos
décadas y un 14% del planeta como turistas) y no dar nada por descontado
(desafiar el poder establecido). Cuando Naím cruza las cuatro fuentes del poder
con las tres revoluciones, obtienes:
- Poder: Es más difícil mantener el
control, límites y jurisdicciones escurridizos, respeto automático a la
autoridad deja de existir.
- Código: Afirmaciones morales, la
ambición asalta las certidumbres, los valores universales (ética) son más
importantes que el dogma.
- Mensaje: Nichos prometedores,
conciencia de muchas alternativas, escepticismo y cambio de preferencias.
- Recompensa: Adaptarlas a tantas
posibilidades de elección, lo mismo con el cambio en las personas, el coste de
la lealtad es cada vez mayor.
En la política nacional, las
victorias aplastantes, las mayorías políticas y los mandatos claros son cada
vez menos frecuentes. Las democracias son cada vez más diversas, el club de los
líderes es cada vez menos exclusivo y hasta las autocracias son menos
autocráticas. Elecciones frecuentes, países sin gobierno (Holanda, 4 meses en
2010; Bélgica, 541 días hasta 2011), colapsos, de partidos a facciones (Tea Party,
Partido Pirata), de capitales a regiones, de gobernadores a abogados, de
líderes a gente corriente… Ciberactivistas como Julian Assange (Wikileaks),
“centrifugadora política” (el creciente papel de los individuos).
Respecto a los ejército, tras la guerra
fría el Pentágono se enfrenta a piratas (Al Qaeda, los Zetas en México,
Hézbola, Somalia, artefactos caseros, el ciberespacio como arma, redes
delictivas transnacionales).
El 28 de marzo de 2012, el Tesoro
australiano proclamó que la suma de las economías menos desarrolladas superaba
a los países ricos. Hemos pasado de una potencia hegemónica al “soft power”
(Joseph Nye, 2004). Es un mundo “post-americano” (Fareed Zakaria), con aliados
adhoc. “El enorme prestigio del Barack Obama que llegó a la presidencia de
Estados Unidos no es el del presidente acosado por una severa parálisis
política, una fuerte crisis económica mundial, las filtraciones de secretos y
un desempeño que ha sido menos entusiasmador que las inmensas expectativas que
generó su llegada a la Casa Blanca”. De embajadores a ONGOG (Organizaciones No
Gubernamentales Organizadas por un Gobierno). No es multilateralismo, sino
minilateralismo.
El dominio de las grandes empresas ya
no es tal. Las “siete hermanas” dominaban el petróleo, “tres grandes” el
automóvil y “cinco firmas” las auditorías. Los jefes, como hemos visto, pierden
rápidamente su cargo y el poder del mercado
no es solo concentración. Las barreras disminuyen, la competencia
aumenta. “Las empresas más innovadoras y heterodoxas violan de muchas maneras
los principios de las economías de escala, las economías de gama y la
organización tradicional”. El acceso al capital es más fácil, hay nuevas
variantes y nuevas oportunidades. El sur se vuelve norte y triunfan los “hedge
funds”.
En la religión, los católicos han
descendido en una década en Iberoamérica del 80% al 71% (en Brasil, 0’5 M se
pasan a los evangélicos cada año). Los “evangelistas de la prosperidad” están
creciendo y son el 11% en Corea del Sur, el 23% en EEUU, el 26% en Nigeria, el
30% en Chile, el 34% en Sudáfrica, el 44% en Filipinas, el 49% en Brasil, el
56% en Kenia y el 60% en Guatemala. En el sindicalismo, cae la afiliación y
aparecen seudo-sindicatos que no lo son. En filantropía, hay una explosión
mundial de generosidad y abundan la celentropía (filantropía de “celebrities”).
Respecto a los medios de comunicación, los periódicos desaparecen, aparecen las
empresas tecnológicas, triunfan los blogs influyentes y el cuarto poder deja de
serlo.
Francis Fukuyama ha llamado a estos
nuevos tiempos “vetocracia”. El resultado es la parálisis. La sobredosis de
controles y contrapesos lleva a una U invertida (una vez más). La degradación
del poder conlleva, siempre según Moisés Naím, a cinco riesgos: Desorden,
Pérdida de talento, Banalización de los movimientos sociales, Impaciencia y
falta de atención, Alienación. “Si existe un riesgo creciente para la
democracia y las sociedades liberales en el siglo XXI, lo más probable es que
poceda no de una amenaza convencional moderna (China) o premoderna (el islam
radical), sino del interior de las sociedades en las que se ha instalado la
alienación”.
Lo que nos propone el autor, para
salir bien de ésta, es pensar sobre la situación, hacerles la vida más difícil
a los “terribles simplificadores” (Tea Party, revolución bolivariana, etc) y
devolver la confianza en las instituciones y partidos, aumentando la
participación política. Se acerca “una oleada de innovaciones políticas”, nos
advierte Naím. Sí, es lo propio de un cambio de era.
Gran
libro para acabar el año, muy complementario a Del Capitalismo al Talentismo. Gracias, Moisés, por un análisis tan
completo y riguroso. El poder ya no es lo que era; vamos a vivir
transformaciones que nos dejarán estupefactos.