Primera
de las dos jornadas de Coaching de Equipo en el Hotel Jaizkibel de
Fuenterrabía. Todavía no entiendo cómo los equipos se improvisan (en realidad,
un “equipo” que se improvisa no es tal, sino un grupo humano que no genera
sinergias sino antisinergias, resta en lugar de sumar). Anoche, cena deliciosa
en Sebastián, junto a la plaza de armas de Hondarribia. Y desde entonces,
ayudando a forjar un equipo de verdad, de alto rendimiento.
Ayer
leí el obituario de Lawrence Klein (falleció el 20 de octubre), el premio Nobel
de Economía que mejoró considerablemente la predicción económica. Nacido en
1920, se atrevió a predecir el boom económico de los Estados Unidos tras la II
Guerra Mundial, lo que era insólito en la época (hasta su maestro, Keynes, se
había sumado al pesimismo general). Desde 1946, el crecimiento económico anual
superó el 3’8% desde 1946. “El único test satisfactorio de una teoría económica
es su capacidad predictiva”, afirmaba el Dr. Klein.
Doctorado
en el MIT (en 1944), su director de tesis fue Paul Samuelson, otro premio
Nobel. Pasó a ser profesor de Chicago, trabajando sobre los modelos
econométricos de otro Nobel, Jan Tinbergen. Como se interesó por la teoría
económica marxista, brevemente se afilió al PC y en 1954 fue represaliado por
McCarthy en su “caza de brujas”. Klein pasó de Michigan a Oxford y allí estuvo
cuatro años. Asesoró a varios presidentes de EE UU (entre ellos, Carter) y a
los dirigentes chinos posteriores a Mao. Volvió a la Universidad (Pensilvania),
donde se jubiló hace ya 20 años.
Lawrence
Klein está ligado a una de mis “posibles vidas” (la real, la del talento, el
liderazgo y el coaching, la posible de “inversiones extranjeras en España”,
para la que me fichó Arthur Andersen en los 80, y la de predicción económica)
por el Instituto Universitario L. R. Klein de la Universidad Autónoma de Madrid
(donde estudié de 1982 a 1987), que dirigió Antonio Pulido San Román. Habría
ido a Wharton, a la Universidad de Pensilvania, a trabajar con el equipo de
Klein y hoy mi vida sería muy distinta. Es curioso cómo determinadas decisiones
te pueden afectar drásticamente.
He
estado leyendo Cuando los físicos
asaltaron los mercados, de James Weatherhall. En castellano, se subtitula El fracaso de querer predecir lo
impredecible. En inglés el libro se llama The Physics of Wall Street. A brief history of predicting the
unpredictable (de fracaso, nada). De hecho, el autor comienza contándonos
el caso de Jim Simons, el mejor gestor de fondos del mundo (mejor que Soros y
que Warren Buffet), físico que creó un fondo, Medallion, en 1988. En 10 años ha
obtenido un rendimiento del 2.500% (el de Soros, 1.700%). Medallion pertenece a
Renaissance, considerado “el mejor departamento de física del mundo”; lo forman
doctorados en física, matemáticas y estadística, pero no en finanzas. Simons
tiene una fortuna personal de 10.600 M $. En 2008, el Medallion Fund creció un
80%, “mientras el mundo se derrumbaba a su alrededor” (Berkshire Hathaway, por
ejemplo, afrontó las mayores pérdidas de su historia).
Este
relato de la participación de los físicos en Wall Street nos lleva al París del
fin de siglo XIX, a Las Vegas y el Rat Pack, al Pentágono y las comunas
hippies… Fascinante. La tesis (probada) es que los modelos (en este caso,
predictivos) se hunden varias determinadas circunstancias, como que algunos
físicos perdieron su esencia y utilizaron sofisticados modelos financieros sin
conocer su uso ni su finalidad (si has visto la peli Margin Call, esto te sonará respecto a Lehman Brothers).
Un
texto muy interesante. A partir de “big data”, y con conocimientos adecuados,
podemos predecir lo que va a pasar (la física del caos nos enseña que no sabemos
exactamente cuándo ocurrirá, pero que hay un “atractor extraño”). Mi
agradecimiento a James Weatherhall, que nos abre los ojos respecto a lo que ha
pasado y está pasando.