La certidumbre de nuestra vocación


MBA de Liderazgo en Fundesem. Ayer y hoy, impartiendo diez horas de “El líder como coach”, el componente (esencial) de Coaching en el Liderazgo efectivo. Mi profundo agradecimiento a los alumnos de este Master en Alicante.
Aunque no pudiera ayer estado en la entrega de los Premios Príncipe de Asturias en el Teatro Campoamor (sí he estado dos veces recientemente en el Principado, y en el Hotel La Reconquista pude ver todas las actividades relacionadas con los premiados), me gusta leer los discursos de los galardonados y extraer denominador común para tratar de entender el paso del Capitalismo al Talentismo en términos prácticos.
Tres artistas (todos deberíamos ser “artistas”, considera Seth Godin y un servidor secunda la moción) coincidieron ayer en sus respectivos discursos en  hablar de sus maravillosos oficios y contraponerlos a la adversidad y la incertidumbre. El escritor Antonio Muñoz Molina, la fotógrafa Annie Leibovitz y el cineasta Michael Haneke (marcas, cada un@ en lo suyo) ensalzaron los valores de la creación.
Annie Lebovitz dijo:  “En este momento me viene a la mente una galardonada anterior que significó mucho para mí: Susan Sontag”. La retrató desnuda en la bañera con las secuelas del cáncer. Señaló que la fotografía representa para ella “la vida misma”, reivindicó su calidad de arte (la buena fotografía nos emociona, nos moviliza) y recordó la maravilla de que con una cámara “podemos retener los momentos fugaces de nuestras vidas”.
El cineasta Michael Haneke (La cinta blanca, Amor) recordó el impacto que le supuso contemplar las Pinturas negras de Goya en el Prado, “una conmoción que probablemente nunca olvidaré”. Habló del séptimo arte como “la más cara de todas las producciones y, a la vez, la más efímera y dependiente del mercado”. Además el cine es “un medio de avasallamiento”, y en eso radica su fuerza y su peligro. “Ninguna forma artística es capaz de convertir tan fácil y directamente al receptor en víctima manipulada de su creador como el cine”, advirtió, y mencionó a Leni Riefenstahl: “Este poder requiere responsabilidad”. Haneke sentenció: “La manipulación sirve para muchos fines, no solo políticos. También atontando a la gente uno se puede hacer rico”.  Pesar de su edad, el cineasta recordó que el cine es joven y dijo que confía en que “tenga sus mejores tiempos aún por delante”.
La socióloga Saskia Sassen advirtió: “el mundo del conocimiento está hoy siendo amenazado, no solo con ataques amplios y visibles, sino también a través de despliegues liliputienses, miles de pequeños cortes”. Antonio Muñoz Molina habló del oficio de escritor, sin olvidar la cruda realidad de un país asolado por la crisis y poniéndose bajo la advocación del poeta José Hierro (mi querido y admirado José Hierro, tan presente en la UIMP de los 80) y el “aire de libertad” que este celebró al recibir el premio en su primera edición, en 1981. “Escribir empieza siendo casi siempre un sueño o un capricho o una vocación imaginaria”, dijo AMM. “Pero el sueño, el deseo, el capricho, no llegan a cuajar en nada si no se convierten en oficio”. Repasó Muñoz Molina las singularidades del oficio de escribir, no tan diferente de crear un paso de danza, una partitura, realizar un descubrimiento científico o un prodigio deportivo, o levantar “una pirámide de alcachofas en el escaparate de una frutería”. Para él la escritura satisface “la intangible y universal necesidad humana” de contar historias, “es decir de dar una forma inteligible al mundo mediante las palabras”. “Nuestra variedad moderna del mito es la ficción, en todas sus variedades, desde las más banales hasta las más hondas o exigentes”, citando entre las segundas a Don Quijote, Moby Dick “o un cuento de mi querida Alice Munro”. Calificó la escritura de oficio “más antiguo y útil de lo que parece” y “también mucho más incierto”, porque en él, “la experiencia no ofrece ninguna garantía, y puede haber una divergencia escandalosa entre el mérito y el reconocimiento”. Muñoz Molina advirtió que la dedicación y la entrega no garantizan nada y pueden conducir al “amaneramiento anquilosado y a la parodia de sí mismo”. El desaliento ante las inquietudes del oficio, reflexionó, “se acentúa más en tiempos de incertidumbres tan amargas como estos”. Matizó que hablar de las dificultades literarias podría parecer frívolo en una coyuntura como la de España y tuvo palabras para las víctimas de la crisis y –muy duras- para los responsables. Pese a todo, el escritor abogó por enfrentarse al desaliento del oficio con el oficio en sí mismo. “Escribir poniendo artesanalmente en cada palabra los cinco sentidos”. Escribir, “porque a pesar de todas las negaciones y las imposibilidades la escritura, como cualquier oficio, es sobre todo un acto de afirmación. Escribir porque sí”.
Nuestro Príncipe, el Príncipe Felipe, destacó que “todos hemos de trabajar en nuestras responsabilidades con el sentido del deber. Entre los momentos más emotivos de la ceremonia, la niña invidente Liv Parlee (8 años) enviando besos al aire y el gran golfista Chema Olazábal lanzando un imaginario swing al cielo en recuerdo de su maestro y amigo Seve Ballesteros. Los científicos Peter Higgs, François Englert y Rolf-Dieter Heuer celebraron juntos su premio con una alegría contagiosa. “La luminosa sombra del amor, el amor perdido, planeó especialmente sobre el acto: la fotógrafa Annie Leibovitz recogía el premio de Comunicación y Humanidades después de que su pareja Susan Sontag, fallecida en 2004, recibiera el de las Letras en 2003. El amor, esa cosa tan extraña, misteriosa e inestable como el bosón de Higgs”, ha escrito hoy en El País Jacinto Antón.
Los Premios Príncipes de Asturias son la esencia del Talento: poner en valor a quienes lo merecen en los distintos campos de la ciencia, las artes, los deportes y la sociedad. Una maravilla.