Que esté un servidor cuatro
días alejado del mundanal ruido no significa que este blog deje de ser diario.
En el Muy interesante del mes de septiembre (en portada, “La ciencia del
cotilleo) hay un especial sobre cómo entrenaban los guerreros a lo largo de la
historia que puede resultarnos de utilidad a quienes estamos ligados al
coaching, al desarrollo del liderazgo y al talento en general. “Así entrenaban
los grandes guerreros” se llama este Especial de Historia de una docena de
páginas sobre el coaching a gladiadores, ninjas, vikingos, caballeros o
samuráis, que recibían una preparación muy especial desde niños para llegar a
lo más alto.
Los gladiadores, que eran
escogidos entre lo peor de la sociedad (criminales, esclavos, arruinados)
podían convertirse en ídolos de masas. Su origen está en los combates como
homenaje en los funerales. El espectáculo comenzó en Roma en el 264 a.C. y fue
prohibido por el Emperador Honorio en el 404. Los gladiadores aprendían a morir
serenamente (de hecho, era muy raro que sobrevivieran más de cinco años),
tenían tres rangos (novicius, veterani y primus palus) y seguían una dieta
energética de cereales y legumbres. Se protegían con casco, cinturón y guantes
de cuero, piezas metálicas en piernas y hombros. Se agrupaban en dormitorios
comunes en función de su clase.
Los ninjas o shinobi eran una
especie de reverso oscuro de los samuráis. Desde el siglo XV al XVII
practicaron el asesinato, el espionaje y el sabotaje por encargo. Eran
especialmente sigilosos y su atuendo era muy discreto. Tenían tres niveles
(genin, los aprendices adolescentes; chunin, en acciones más arriesgadas;
jonin, los más veteranos y cualificados). Endurecían las uñas de tres dedos de
cada pie y mano arañando troncos una hora al día tres veces por semana.
Los vikingos arrasaron Europa
del IX al XI, llegando hasta Sevilla, Constantinopla, Rusia y Ucrania,
Groenlandia y se dice que hasta América. Desde la cuna, se les animaba a
resolver los problemas por la fuerza (con espadas de madera). A los 15,
participaban como adultos en expediciones. Cortar la cabeza del enemigo daba
derecho a portar el hacha. Aunque no había jerarquías, se dividían en
aprendices, guerreros y capitanes (líderes militares). Se protegían con un
casco de hierro (sin cuernos), un escudo de madera de 75 cm de diámetro y un
uniforme (cota de malla, túnica y manto de lana).
Los caballeros medievales aprendían
a leer y escribir a los 7 años y se les educaba en el honor caballeresco,
además de aprender a cabalgar y luchar. A los 21 años eran nombrados
caballeros, título reservado a la nobleza. El paje era enviado por la familia a
los 7 años a un castillo, donde le enseñaban religión y practicaba la actividad
física. Al cumplir los 14, se convertía en escudero. Y 7 años después, en
caballero, en una ceremonia cargada de simbolismo. Su indumentaria incluía
lanza, armadura, escudo y espada. Eran “hombres de hierro” que protegían sus
puntos vitales.
Los samuráis eran una élite
de guerreros que protegieron a los señores feudales japoneses entre los siglos
XII y XIX. Vivían en clanes familiares, cerca de sus patronos, y seguían un
estricto código de comportamiento (bushido).
Todos sabían leer y escribir, tenían nociones de matemáticas y se instruían en
una serie de ejercicios, katas, desde niños. De 3 a 7 años se les enseñaba los
ideales del samurái; de 8 a 11 años aprendían a montar a caballo, a disparar
con arco y practicaban con la espada de madera; a partir de los 12 años,
participaban en las batallas (en la retaguardia), se iniciaban en el arco a
caballo y el combate con catana. Se protegían con una armadura ligera, una
máscara (hoate), un casco (kabuto) y entre sus armas, el arco de bambú (2
metros de largo) y las espadas: la catana (90 cm) y la wakizashi (30-60 cm), para
espacios apretados y para la ceremonia del suicidio (seppuku).
Si has leído Messi, Falcao y Cristiano Ronaldo,
habrás comprobado que el desarrollo del talento de los más grandes futbolistas
sigue reglas muy similares en la preparación (física y mental), en los órdenes
(desde que se federan de niños hasta que llegan a la élite mundial), en su
protección… Nada es casual.
Mi agradecimiento a José
Pardina, director de Muy Interesante,
y a su equipo, por crear una publicación que tanto nos enseña de las cuestiones
más variadas.
Atención también al Dossier
de Epigenética en este número de septiembre. Ambiente, dieta, ejercicio y
relaciones sociales son algunos de los principales factores que reescriben (sí,
reescriben) las instrucciones genéticas que heredamos. Tres reportajes de Elena
Sanz y Ángela Posada-Swafford muy valiosos. Atención a “The Epigenetics Revolution”
de Nessa Carey (2012) y a la web randyjirtie.com, de uno de los científicos más
influyentes del mundo.