El oscuro liderazgo de Hitler


Ayer en Galicia, hoy en Andalucía. Tres  a las 6,30 h de la mañana de Madrid a Sevilla, para impartir en la ciudad hispalense “Liderazgo innovador” con empresas que forman parte de la APD. Gracias a Felipe Medina y su equipo por la oportunidad. Estamos en un cambio de era en el que el Liderazgo se ha convertido en la clave de bóveda, en la pieza esencial que distingue a las organizaciones ganadoras (talentistas) de las que acaban desapareciendo.
He estado leyendo un libro sumamente interesante, “El oscuro carisma de Hitler”, del productor y director creativo de la BBC Laurence Rees. Un concienzudo análisis de las múltiples circunstancias que, desgraciadamente, conllevaron a que un loco fanático como Adolf Hitler condujera a millones de personas al abismo.
El texto, que el autor dedica a sus padres, comienza con un Hitler de 24 años, en 1913. Nada apuntaba a que ese joven nacido en la frontera austro-alemana, cuyo padre le pegaba, que vivió en Viena en pobreza extrema y que en ese momento se ganaba la vida como pintor para turistas en Múnich, acabara siendo un “líder carismático” (Laurence utiliza el modelo de Max Weber). Sin embargo, se dieron hasta 15 circunstancias que determinaron el auge y caída de Adolf Hitler.
1. Descubrir una misión: Lo que sí tenía destacado ese Hitler veinteañero era su capacidad de odiar. Y la aprovechó alistándose en la Gran Guerra. Así, entendió la vida como una guerra constante y cruel. Fue condecorado en la contienda y descubrió la “misión” de reconstruir Alemania de las ruinas de la derrota.
2. Tras la Guerra, era un orador brillante pero no “un nuevo Lutero”. Hitler predicaba para gente desesperada, con una absoluta seguridad en sí mismo. En agosto de 1921, tenía un poder absoluto sobre el embrionario partido nazi. Como dijo Charles de Gaulle, “no puede haber prestigio sin misterio, pues la familiaridad alimenta el desprecio. Nadie es un héroe para su ayuda de cámara”.
3. La conversión en héroe. Un escritor alcohólico llamado Dietrich Eckart fue quien más ayudó a Hitler a convertirse en la respuesta alemana a Benito Mussolini (que había fundado el partido fascista en 1919). Desde 1922, el partido nazi empezó a crecer por absorción. Al año siguiente, el 8 de noviembre de 1923, Hitler y una docena de seguidores (entre ellos, Göring y Rudolf Hess) montaron un putsch en una cervecería de la capital bávara. Fue detenido y se le impuso la mínima condena, cinco años.
4. Desarrollar una Visión. Su tiempo en la cárcel le sirvió para escribir Mein Kampf. Max Weber consideraba que un “líder carismático”, además de “héroe” debía ser “profeta”. Pues Hitler ya tenía su obra: un texto mediocre, que bebía de diversas fuentes para justificar su antisemitismo, prevalencia de la raza aria, alianza judía-bolchevique, “Lebenstraum” (espacio vital)… La obra de una mente obsesiva y desquiciada. Mein Kampf se publicó en dos volúmenes (1925 y 1929) y vendió menos de 15.000 copias. En 1945, 10 millones de volúmenes sólo ese año. Gustav Streseman, ministro de asuntos exteriores, hizo lo posible por estabilizar al gobierno alemán. Consideraba a Hitler el hombre más peligroso de Alemania, con una retórica endiablada y un instinto sin igual para la psicología de masas. Streseman murió de una embolia el 3 de octubre de 1929, unos meses antes del crack de Wall Street.
5. Ofrecer esperanza en la crisis. Desde 1929 a 1933, la terrible crisis económica se juntó con las consecuencias de la I Guerra Mundial, que muchos alemanes consideraron una humillación. En 1930, cuatro meses después del crack, había 3 millones de alemanes sin empleo. Los nazis pasaron del 2’6 al 18’3%, la segunda formación del Reichstag (más de 100 escaños). Como la crisis empeoró, el entusiasmo por los nazis aumentó hasta que ganaron las elecciones en julio de 1932: 38% y 230 escaños.
7. El presidente Hinderburg no quería que Hitler fuera canciller, pero éste se mostró intransigente y al final lo consiguió en 1933. El futuro “Fuhrer” tiene 44 años y ha alcanzado el poder, aunque más de la mitad de su país no le ha votado. El 21 de marzo de 1933 inauguró el primer campo de concentración en Dachau, controlado por Himmler. Un mes antes, un comunista holandés incendió el Reichstag. Y 16 días antes, las elecciones le dieron un 44% de los votos. Serían los últimos comicios en 12 años. En 1933 comenzó el boicot a los judíos y los planes expansionistas por la Europa del Este. Hitler prometía la paz y la estabilidad, a través del uso de la violencia.
8. La importancia de los enemigos. Para sembrar el odio, los enemigos eran imprescindibles: los judíos, los comunistas. El rearme prosiguió a buen ritmo, el reclutamiento universal se reintrodujo en marzo de 1935 y Renania fue ocupada en 1936. La guerra estaba servida.
9. El atractivo de lo radical. El 12 de marzo de 1938, el Führer ordenó la invasión de Alemania. Los europeos occidentales no le concedieron demasiada importancia. Protagonizó una entrada triunfal en “su” país y desató la “histeria” de alemanes y austriacos.
10. El placer de la liberación. En su “carisma”, Hitler (siempre según Rees) tuvo la habilidad de “conectar con los sentimientos, las esperanzas y los deseos de millones de alemanes”. La “expulsión” de los judíos no contó en esos momentos con una gran oposición fuera de Alemania y Austria.
11. Haciendo realidad la visión. El 1 de septiembre de 1939 los soldados de la Wermacht atravesaron la frontera polaca y precipitaron la II Guerra Mundial. Políticos como Neville Chamberlain (GB) contaban con que nadie quería una guerra, y precisamente por eso se produjo. Pero “Adolf Hitler se dio cuenta de que si quería conseguir lo que deseaba, la guerra era inevitable”. La situación económica de rearme hacía que la guerra fuera la única salida, porque financieramente Alemania estaba al borde del colapso. Dos días después del inicio de la invasión de Polonia, el Reino Unido y Francia le declararon la guerra a Alemania.
12. La apuesta a lo grande. Frente a lo que suele creerse, los aliados occidentales poseían más tanques que los alemanes. Hitler “convenció” a sus generales de que invadir Francia era posible. “El destino del Reich depende únicamente de mí”, se decía. En junio de 1940, “Hitler estaba disfrutando del punto álgido de su carrera”. Franceses, noruegos, daneses, belgas y holandeses estaban bajo dominio alemán; 1’2 millones de prisioneros y menos de 50.000 bajas germanas. Sus compatriotas le consideraban “el mayor líder militar de todos los tiempos”.
13. Exceso de confianza. En julio de 1940, la guerra duraba en todas partes 3-4 semanas, y todo funcionaba como un reloj. ¿Por qué no se rendían los ingleses? Básicamente, porque no se fiaban de que la paz se basara en la justicia. Hitler prefirió entonces invadir la Unión Soviética (tras la pobre actuación del Ejército Rojo en Finlandia, había indicios de que las fuerzas soviéticas no eran de gran calidad). El 22 de junio de 1941, Hitler dijo a sus compatriotas que se había visto obligado a ordenar un ataque contra la URSS por el pacto entre Stalin y los aliados occidentales. Entretanto, Churchill convenció a Roosevelt de que interviniera.
14. Había consenso entre los alemanes de que la Unión Soviética sería derrotada en poco tiempo. Sin embargo, se convirtió en la invasión más larga y sangrienta de la historia.
15. La última oportunidad. “Diciembre de 1941 supuso un punto de inflexión en la guerra: a partir de ese momento, la derrota parecía a todas luces el desenlace más probable para los nazis”. Hitler culpó a otros de la derrota ante los soviéticos; en otoño del 42, el abastecimiento alemán estaba bajo mínimos y Stalingrado fue la puntilla. “La vergüenza de Stalingrado provocó un deterioro generalizado en la creencia en el carisma de Hitler”. El 22 de julio de 1943 cayó Mussolini y tres días después cayó una tormenta de fuego sobre Hamburgo. El 20 de julio tuvo lugar un complot fallido para asesinar a Hitler. En 1944 los nazis fabricaron 35.000 cazas y bombarderos; USA, GB y la URSS, 130.000. Era cuestión de poco tiempo. Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945.

“Hitler no había cambiado: todos los elementos que le habían permitido convertirse en un líder carismático siguieron existiendo en su interior hasta el último aliento. Lo que había cambiado era la percepción que el resto de la gente había tenido de él. Como el carisma solo surge como fruto de la interacción entre un individuo y un público receptivo, los repetidos fracasos y las promesas incumplidas habían perjudicado enormemente el atractivo carismático de Hitler no solo entre la población alemana en general, sino entre muchos de sus seguidores más fieles”, escribe Laurence Rees.
Ya sabes: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
Mi gratitud a Rees, a todos los que combatieron la barbarie y a quienes nos cuentan así la Historia para que hagamos todo lo posible por que no se repita.