He estado leyendo (en el original, porque todavía no
está traducido) “The Rare Find” del periodista George Sanders. Elogiado por
Daniel Pink, Jim Collins, Geoff Colvin, Daniel Coyle y Andrew S. Grove, lo
mejor de cada casa.
La historia está llena de casos como el de Joanne
Rowling, madre soltera que presentó su manuscrito a docenas de editoras
británicas, que pasaron de ella, hasta que una se interesó por “Harry Potter”
(fue Bloomsbury, por 2.500 $). Hoy la Sra. Rowling es una de las mayores
fortunas del planeta. ¿Qué credibilidad tienen todos esos editores? Otros 2.500
$ se gastaron los Yanquis de Nueva York por el consejo de un “scout” (buscador
de talento) sobre el panameño Mariano Rivera, el mejor en su posición de la
historia.
“¿Cómo se
reconoce el Talento Excepcional?”, se pregunta George Sanders. Porque en el
mundo actual, tan competitivo (en pleno Talentismo, diría un servidor),
identificar y atraer el talento más valioso es más importante que nunca.
Tenemos que contar con personas que hagan las cosas al menos cinco veces mejor
que la media. El problema, como observa Sanders, es que la mayoría de las
organizaciones abdican en este proceso: se centran (cuando se centran) en
opciones muy reducidas y apenas tienen en cuenta el potencial de verdad, por lo
que excluyen involuntariamente a quienes podrían ser los candidatos más
prometedores.
¿Cómo evitar
ese enfoque perdedor? La propuesta del autor de "The Rare Find" es
fijarse en quienes lo hacen especialmente bien.
Por ejemplo,
los integrantes de las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos, que
pasan (sufren/disfrutan) un proceso de selección muy riguroso, que no solo
aprecia la forma física, sino fortalezas mentales como la resiliencia, la
perseverancia y la agilidad mental. Cundo tienen que resolver situaciones muy
complicadas en tiempo real, ¿improvisan o se dedican a seguir fielmente los
procedimientos?
También se fija
Sanders en Teach for America, que pregunta a sus candidatos cuestiones como
“¿Qué es el viento?” y focaliza en competencias como la determinación, la
persistencia o la serenidad en circunstancias adversas, que son indicadores del
éxito docente.
El autor nos
recuerda que el talento excepcional no viene en “paquetes” claros y limpios, y
que l@s líderes más sabi@s no esperan tal cosa. Por ejemplo, el ingeniero
informático David Evans, que montó desde cero su departamento de la Universidad
de Utah, cuyo talento es elegir investigadores particularmente brillantes y que
nunca ha sido capaz de elegir un hogar adecuado. Personas que dejaron de
estudiar en el bachillerato, músicos itinerantes, ingenieros sin empleo… gente
así puede tener lo que hay que tener. ¿Ejemplos en el libro? John Warmock, que
co-fundó Adobe Systems, Ed Catmull, co-creador de Pixar, o Jim Clark, of
Netscape.
¿Y el talento
“silencioso”? Sanders nos habla de “la larga cola” (Long tail) no explotada del
talento, que utilizan compañías como Facebook (la empresa creada por Mark
Zuckerberg utiliza puzles para atraer programadores especialmente dotados) o
una agencia de la costa oeste de EE UU que busca nuevo talento en dibujantes de
cómics (grandes relatos) o en debates universitarios (personas listas y que
saben comunicar).
La búsqueda del
talento puede resultar contradictoria. De un lado, ser valientes en el
aprovechamiento de oportunidades (como IBM, que fichó a Lou Gerstner como su
CEO a pesar de su inexperiencia en el campo informático). De otro, lo contrario
(George Sander critica a una cadena de distribución por seleccoinar a Larry
Johnston, un veterano de General Electric sin experiencia en el sector, que en
cinco años destrozó la compañía). Particularmente, creo que la experiencia en
un sector ni hay que mitificarla ni que desatenderla.
George Anders pone
su fe en las entrevistas de selección y los “castings” para detectar sutiles
rasgos del carácter. “Los detalles cuentan. Muchas pequeñas impresiones nos
llevan a un juicio decisivo y exacto”.
Tras la lectura
de “The Rare Find”, me quedo con dos conclusiones. La primera, que seleccionar
el mejor talento es cuestión de tomárselo en serio, de ser muy conscientes de
su importancia (de no hacerlo así, las consecuencias pueden ser devastadoras).
Porque no basta con ser competente, sino contar con l@s mejores. Y segunda, que
la gestión por competencias (creada por David McClelland en 1973) sigue siendo
el método más válida de identificación y atracción de talento. En 40 años, lo
que ha cambiado son las exigencias, que son cada vez más elevadas. Necesitamos
personas con resiliencia (con serenidad, con autocontrol), con persistencia
(orientación al logro, tenacidad, perseverancia), con determinación (foco,
iniciativa), con interés por los demás (empatía), con seguridad en sí mism@s
(autoconfianza), con influencia honesta (comunicación, impacto). ¿No era esa la
inteligencia emocional? Claro que sí, pero no se ha avanzado tanto en la acción
como en el discurso.
Mi
agradecimiento a todas las madres en su día. Eso sí que es un Talento, la
Inteligencia Maternal (referencia bibliográfica, el texto con el mismo título
de Katherine Ellison).