Estoy
aprovechando estos días de Semana Santa para leer tres nuevos libros sobre la
mente: Nuestra mente maravillosa, de
Fernando Alberca; Qué hace feliz a tu
cerebro. Y por qué deberías hacer lo contrario, de David DiSalvo y El rostro de las emociones, de Paul
Ekman.
El primero que
he leído es Nuestra mente maravillosa, Premio de Hoy 2013. Su autor, Fernando
Alberca (Córdoba, 1966) es experto en estimulación y motivación de la inteligencia, autoestima,
motivación, memoria y voluntad. Autor de libros muy interesantes como Todos los niños pueden ser Einstein, Cuatro
claves para que tu hijo sea feliz, 99 trucos para ser más feliz o De Newton a Apple: provoca tu talento.
“El ser humano
puede más”, nos enseña Fernando. “Todos tenemos una mente maravillosa. Pero
aunque la mente maravillosa nace, su fruto se hace”. La esencia del liderazgo
de cada uno es “descubrir miras altas y hacerlas realistas mediante prácticas
concretas”. Ser eficaz y feliz. ¡Que viva el coaching!
Alberca es un
tanto crítico con la teoría de las
inteligencias múltiples de Howard Gardner. “Todas las inteligencias son
nuestras. Todos tenemos el mismo cerebro completo. Aunque no todos hacemos lo
mismo con él. Todas nuestras posibles inteligencias son en realidad una: la de
cada uno, con múltiples posibilidades.” La inteligencia, dice Fernando, es un
medio para la felicidad.
El autor nos
habla de los dos hemisferios cerebrales (la necesidad de nuestra mitad
izquierda; la grandeza de nuestra mitad derecha) y el cuerpo calloso que los
une. El cerebro no se deja clasificar; no es un ordenador (los zurdos, la
dislexia, el TDA y TDAH, la superdotación, autismo y asperger, el cerebro
femenino y masculino). La mente maleable (“todos somos de ciencias y de
letras”), flexible, plástica e inteligente. Un cerebro ultrasensible y
sofisticado, que cambia (mejora) con el ejercicio. “El problema es la rutina
porque a nivel de pensamiento y de conexiones neuronales se produce un
acomodamiento y no se crean nuevas conexiones” (Andrés González, Collegi
Oficial de Psicòlegs de Catalunya).
La imaginación
nos hace sentir. Fernando Alberca nos enseña cómo cambiar de hábitos, con dos
remos: izquierdo y derecho. Para alimentar la mente, antioxidantes (frutas,
verduras, cereales integrales), según Mª Alejandra Rodríguez Zía, Universidad
de Buenos Aires.
Me ha gustado
especialmente el capítulo sobre la motivación. Según el autor, en los últimos
30 años Europa y el resto del mundo se han visto influidos por la mentalidad
USA del “¡Ánimo, tú puedes!”, que realmente sirve cuando el sujeto sabe que
pudo otras veces. Pero no cuando piensa que no vale mucho y que siempre
fracasa. Ese “demuéstrales que vales” no hace sino aumentar la frustración.
Esfuerzo + Necesidad = Capacidad. Para cambiar de estado de ánimo, cambia de
cara y de cuerpo.
“Ser pesimista
es no hacer nada, ser optimista requiere ponerse en movimiento. Por eso
proporciona tanto éxito”. Resiliencia, recuerdos, memoria e imaginación:
aprender de la experiencia.
“Amar es
adelantarse” (Enrique Rojas). El amor no es ciego, pero se queda mudo, nos dice
FA. Para él, la felicidad es amar sin perder la cabeza.
El libro
concluye con 40 páginas de ejercicios para estimular la vista, escucha,
atención, concentración, agilizar el cálculo, practicar la lógica, agudizar la
memoria, analizar mejor, practicar la intuición, entrenar la capacidad
espacial, ejercitar la capacidad de organización, mejorar lectura y
comprensión, fomentar la creatividad, poner en juego la imaginación, hacer
nuestro cerebro más plástico y flexible, estimular la conexión entre
hemisferios cerebrales.
En fin, la
magia de nuestro cerebro desde los últimos hallazgos. Me ha sorprendido la
bibliografía: está la tesis doctoral del padre de Fernando, D. Francisco Javier
Alberca Rubio: Aportaciones al
significado de las conexiones de los hemisferios cerebrales, y obras de Antonio
Blay, Sarah-Jane Blakemore, Napoleon Hill, Julián Marías, Norman Vincent Peale,
Barbara y Allan Pease, Jean Piaget, Anthony Robbins, Enrique Rojas y Roger
Yepsen, pero no de José Antonio Marina, Daniel Pink, Seligman, Csikzentmihalyi,
Lyubomirsky, Kahneman ni Tal Ben-Shahar.
Y hablando de
Talento, he estado viendo la película de HBO El recuento, sobre lo que pasó en Florida en 2000 durante las
presidenciales Gore-Bush (en realidad ganó el VP de Clinton, pero la
“inteligencia triunfante” de James Baker se llevó el gato al agua; una gran
película con la capacidad autocrítica que solo tienen en EE UU). Y en la tele,
ayer, El mentalista, una de las pocas
series que veo de vez en cuando (el guión me parece original). El actor que la
protagoniza es Simon Baker. Dos Baker, no por casualidad. Baker, como sabes, es
“panadero” en inglés.
Tal vez
tengamos que hacer con nuestro cerebro como el panadero con la harina
(integral, a ser posible): mezclar (harina y sal, agua), amasar y refinar,
fermentar (90’), amasar por segunda vez, segunda fermentación, hornear (230º),
enfriar. Hacer pan, como desarrollar el cerebro, requiere más paciencia
(disciplina) que gran esfuerzo. Ya sabes, 10.000 horas de práctica deliberada.