La Ejemplaridad y la Gran Filosofía


Domingo en Quito. Una mañana a pleno sol. Los días anteriores ha llovido para dejar la atmósfera totalmente limpia por la noche. La ciudad muestra la ilusión de un país que históricamente ha buscado su identidad y que ahora se encuentra, por fin, en la senda del crecimiento y el desarrollo. Es un honor participar de este momento crucial, en esta encrucijada. 
Hablando de reflexiones de especial importancia, he estado leyendo a uno de mis filósofos favoritos, Javier Gomá. Nacido en Bilbao en 1965, es doctor en Filosofíay licenciado en Filología y en Derecho. Desde 2003 es el director de la Fundación March (frente a la sede madrileña de la Deusto Business School). Premio Nacional de Ensayo por su primer libro, Imitación y Experiencia. Ha escrito ocho libros, entre ellos Ejemplaridad pública (2009) y el más reciente, Necesario pero imposible. Considerado uno de los 50 pensadores iberoamericanos más influyentes (http://www.fp-es.org/los-50-intelectuales-iberoamericanos-mas-influyentes-2012). Su tetralogía es un gran proyecto filosófico sobre la experiencia y la esperanza.
Cada tres semanas, el Dr. Gomá publica en Babelia, el suplemento cultural de El País, un ensayo. El de ayer se titula ¿Dónde está la gran filosofía? y comenzaba de este modo: “Este artículo no es un artículo sino un telegrama que mando a los lectores. No caeré en la tentación de agotar el limitado espacio disponible con nombres de filósofos y títulos de libros. Citaré sólo unos pocos para ilustrar la tesis principal. Y no mencionaré a los españoles porque a todos me los encuentro en el ascensor. Y no porque hubiera decir de ellos cosas poco amables. Todo lo contrario: es una desconcertante paradoja que la ausencia de gran filosofía coincida en el tiempo con la generación de profesores de filosofía más competente, culta y cosmopolita que ha existido nunca, al menos en España, y yo ante ellos, de los que tanto he aprendido, me descubro con admiración. En todo caso temería encontrarme en el ascensor sólo a los no citados.”
Cuatro aspectos a señalar:
1 La misión de la filosofía desde sus orígenes ha sido proponer un ideal. La gran filosofía es ciencia del ideal: ideal de conocimiento exacto de la realidad, de sociedad justa, de belleza, de individuo.
Un ideal humano (paideia), que empieza por Platón, “que encontró en su maestro, Sócrates, la personificación de la virtud; Aristóteles introduce el hombre prudente; Epicuro, el sabio feliz; Agustín, el santo cristiano; Kant, el hombre autónomo; Nietzsche, el superhombre; Heidegger, el Dasein originario o propio… Un ideal muestra una perfección que, por la propia excelencia de un deber-ser hecho en él evidente, ilumina la experiencia individual, señala una dirección y moviliza fuerzas latentes.”
Porque “La filosofía se asemeja a la ciencia en que, como ésta, su instrumento de trabajo son los conceptos. Pero los conceptos de las ciencias empíricas son verificados en los laboratorios o los experimentos. En cambio, nadie ha verificado nunca las proposiciones filosóficas de Platón. Si volvemos a Platón una y otra vez no se debe a que la verdad de su filosofía haya sido validada empíricamente sino a que su lectura sigue siendo de algún modo significativa.” Esencial en la Era Conceptual.
Gomá nos dice que la Filosofía se ha parecido a la Literatura (relatos que convencen), pero que la filosofía contemporánea “ha querido parecerse a la ciencia”. Y pone como ejemplo los dos últimos textos realmente influyentes: la Teoría de la justicia de Rawls (1971) y la Teoría de la acción comunicativa de Habermas (1981), “piezas literariamente muy negligentes, áridas, técnicas, secas y demasiado prolijas, que reclaman un lector especializado y muy paciente dispuesto a acompañar al autor en todos los tediosos meandros intermedios que preceden a las conclusiones, ciertamente susceptibles de ser presentadas con mayor claridad, brevedad y atractivo.”
¿Y ése concepto, ese ideal?
“2 Un genuino ideal aspira a ser una oferta de sentido unitaria, intemporal, universal y normativa. Ha de componer una síntesis feliz a partir de muchos elementos heterogéneos y aun contrapuestos.” Un ideal que “señala un objetivo moral elevado a los ciudadanos que reconocen en esa perfección algo de una naturaleza que es ya la suya pero a la vez más hermosa y más noble, como una versión superior de lo humano que despierta en quien la contempla un deseo natural de emulación.”
Javier Gomá considera que “en los últimos treinta años, la filosofía contemporánea ha desertado de su misión de proponer un ideal a la sociedad de su tiempo, el ciudadano de la época democrática de la cultura.” Porque “la institución que durante varios siglos había sido la casa de la gran filosofía, la universidad, se ha quedado sin iniciativa en estos tres últimos decenios.” Ni en Alemania, ni en Francia, ni en Italia, ni en Estados Unidos. Su vitalidad ha sido sustituida por ensayos de entretenimiento”.
¿En ausencia de “Gran Filosofía”, qué tenemos? Según el autor, en la Universidad, “la filosofía se permuta por historia de la filosofía.” “Todo está ya escrito, nada realmente nuevo cabe decir.” Es “la constante revisión de la tradición filosófica desde el punto de vista de la lingüística, el psicoanálisis, el lacanismo, el marxismo, la crítica literaria, el feminismo o el poscolonialismo.”
Gomá añade: “A falta de un marco general, la filosofía echa mano ahora de esos socorridos “análisis de tendencias culturales” que nos explican no cómo debemos ser (ideal) sino cómo somos, las más de las veces expresado con un matiz reprobatorio: somos una sociedad-líquida (Zygmunt Bauman) o una sociedad-riesgo (Ulrich Beck).”  Y “En una línea cercana al existencialismo, pero degradada, reclaman la atención de los lectores usurpando a veces el nombre de filosofía títulos de sabiduría oriental, libros de autoayuda que recomiendan positividad para superar las adversidades y recetarios voluntaristas emanados por las escuelas de negocio.”
¿Qué factores han influido en esa “deserción”? “Los crímenes contra la humanidad perpetrados por los totalitarismos se han cometido con harta frecuencia en nombre de una utopía”.
Sí, “La consciencia nos hace libres e inteligentes, pero ¿y después? Quien hoy hace alarde de su resignación suele recibir el aplauso general.” Y Javier Gomá concluye: “Si, tras este hiato de treinta años, la filosofía quiere recuperarse como gran filosofía, debe hallar el modo de proponer un ideal cívico para el hombre democrático… y hacerlo además con buen estilo.”
Francamente interesante. A lo mejor tenemos que conformarnos con “buena filosofía” y no con una “gran filosofía”, porque el mundo de hoy es demasiado complejo y global. Y en esa buena filosofía (excelente filosofía) están José Antonio Marina, Daniel Inerarity, Fernando Savater o el propio Javier Gomá (por referirme a los españoles que él no menciona por prudencia). Vuelvo a su concepto de “Ejemplaridad pública” que me parece esencial: aprendemos con el ejemplo, practicamos el ejemplo, lideramos con el ejemplo. “Lo que haces habla tan alto que no me deja escuchar lo que dices” (Oliver Wendell Holmes).
Mi agradecimiento a los buenos filósofos y a quienes nos muestran su ejemplo (en Por qué necesitas un coach me refería a diez personas ejemplares, y ayer me lo recordaban aquí en Quito). Necesitamos “perseguir un ideal” pero tal vez no tengamos que re-inventarlo: está en El Quijote, en la areté griega, en el humanismo de Erasmo, Tomás Moro y Luis Vives. Se trata de hacer lo que sabemos, y no de otra cosa.