El día en que España salió de la crisis


Hoy abrimos la tercera edición del Programa de Coaching Ejecutivo de Fundesem, en Alicante. Todo un placer y un honor.
Ayer la revista Executive Excellence publicó, junto con Cinco Días, su número 100. Un número de 100 páginas con artículos de Juan Liquete, Salim Ismail, Antonio Brufau, Carlos Espinosa de los Monteros, Richard Moran, Juan Antonio Zufiria, Mark George, José Luis Gómez Alciturri, José Medina, José Luis López de Silanes, Mario Alonso Puig, Ricardo de Ramón, Álex Rovira, Miquel Montes, José María Pacheco, Alfredo Ruiz-Plaza, Jacinto Cavestany, Josep María Frigola, José Aguilar, Marta Aguirrezabal, Simón Reyes Martínez Córdova, Juan Mateo, Bernardo Calleja, Antonio Ruiz Va, Javier Fernández Aguado, Francisco Alcaide, José Manuel Casado, Arturo Merayo, Avelino Brito, Antonio Castillejo, Emilio Lamo de Espinosa, José Luis Bonet, Javier Rovira y un servidor.
Mi artículo se titula El día en que España salió de la crisis y es el siguiente:    
“Primavera de 2018. España ha recuperado el nivel de empleo de 2007, después de más de una década de la mayor crisis de la democracia.
La gran lección que nuestros compatriotas han aprendido en estos años es el impacto económico (negativo, enormemente negativo) de la disforia. La euforia, la “exuberancia irracional” que mostraba España antes de la crisis era muy arriesgada; el desánimo generalizado, fuertemente paralizante, es si cabe peor. Y ambos extremos están hechos de la misma materia prima, del exceso.
El desánimo arraigado y generalizado desde 2008 a 2018 tuvo tres oleadas sucesivas: la primera durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, mostró la forma de una benevolente ingenuidad (se la llamaba “optimismo”, cuando el optimismo inteligente, responsable, consiste en afrontar la realidad, darnos cuenta de lo que hacemos bien y modificar lo que tenemos que hacer mejor). El pueblo español respondió y le otorgó la mayoría absoluta, un cheque en blanco, a Mariano Rajoy Brey. Ante las dificultades, el gobierno español quiso ser “el mejor alumno de la clase” (con la Sra. Merkel como directora del colegio): subida de impuestos, recortes, abaratamiento del despido… siguiendo el modelo de “austeridad” de Grecia y Portugal. La impopularidad de las medidas y los casos de corrupción (España no se convirtió en el país más corrupto del mundo, pero sí en el que más se flagelaba por ello, afectando a todas las instituciones) provocó un descrédito de la clase política sin precedentes. Y en 2014 ocurrió una “buena noticia” disfrazada de mala: el PIB subió (la crisis, supuestamente, se había acabado) pero el desempleo seguía creciendo (para que descendiese, el PIB debía crecer a más del 3% y eso, en la Europa actual, es imposible). Se había hecho un esfuerzo draconiano por parte de la ciudadanía, y casi siete millones de ciudadanos no tenían un puesto de trabajo. Entonces, se produjo el estallido social.
Sí, pero no fue en forma de primavera árabe, con manifestaciones y heridos. Fue tan civilizado como el ejemplo que el país había dado tras la muerte de Franco, en la transición democrática. Los españoles se cansaron de unos partidos políticos que eran “instituciones suicidas”, en su propio beneficio. Y reclamó a la sociedad civil que asumiera el protagonismo. Un gran empresario (que había sido catedrático de economía y ministro con Suárez) fue “elegido” primer ministro. No era un “tecnócrata” al uso, sino un directivo con experiencia, un empresario con preparación, un gestor honesto que sabía qué decirle a sus compatriotas.
Y lo que les dijo dolía, pero les activó y les ilusionó. Les explicó desde el primer momento que no estábamos en una crisis (ya habían pasado siete años desde los NINJA y las “subprime”) sino en un cambio de ciclo, en una nueva era, y que en la práctica había dos opciones: formar parte del grupo de “segunda división” o ponerse las pilas para salir adelante. Claro, se lo estaba diciendo a un país que había hermanado un continente (Iberoamérica), que era grande, que había creado la primera constitución moderna (Cádiz, 1812) y que se había incorporado a pleno derecho en la Unión Europea.
El primer ministro dijo que solo iba a estar cuatro años (como Mandela en su día, es octogenario) y que en su equipo de gobierno iban a estar los mejores: en educación, el más prestigioso de nuestros filósofos; en turismo, el mejor empresario del sector para defender la “marca España”; en hacienda, el mayor partidario de luchar contra el fraude, bajar impuestos y optimizar los costes; en economía, el mayor experto en liderazgo. Un ejemplo para todos los demás, haciendo un sacrificio del que todos nos sintamos orgullosos.
Y en su programa de gobierno, seis medidas: fomentar la empleabilidad (en lugar del subsidio de desempleo como elemento disuasorio, poner en valor lo que uno hace), educación (que tiene un ROI del 1.700%), solidaridad y generosidad (para ser un equipo, como ocurre con el deporte español), proyectos ilusionantes, contexto de y optimismo y no de queja, y construcción de la felicidad colectiva (con un ministerio propio, en contacto con los medios y la ciudadanía).
Cuatro años después, el país ha salido de la crisis y celebra elecciones generales. Los partidos favoritos son “legislativos”, lo que quiere decir que no formarán parte del poder ejecutivo. Dada la brillante experiencia reciente, del gobierno formarán parte no los políticos profesionales, sino los profesionales en garantizar el bienestar (el crecimiento, el empleo, la felicidad) de los ciudadanos. El mérito ha ganado a la crisis.”
Mi agradecimiento a Federico, Aldara y todo el equipo de Executive Excellence. Enhorabuena por su número 100.