Ayer, en los talleres de Liderazgo en Acción con FUNDOSA y CEOSA, David me preguntó sobre la
Gala de los Goya. Pues, a ese respecto, me voy a mojar. Considero, francamente,
que esta Gala ha sido una oportunidad perdida.
El Presidente de la Academia de Cine había declarado
a los medios, antes de producirse la Gala y con referencia a las
reivindicaciones tipo “No a la Guerra”, que él no invitaba a su casa a alguien
para insultarle (en referencia al ministro Wert). Pues bien, eso se produjo.
Con todo, no es lo más grave. Has varios aspectos en los que la Gala debería
mejorar considerablemente.
La escasa Orientación al Cliente: El/la cliente es
“quien paga”. En el caso del cine (español, o de cualquier parte del mundo) son
los espectadores (si el cine español vive de la subvención, no tiene futuro).
En un año 2012, con “taquillazos” como Lo
Imposible o Tadeo Jones, la Gala
no se ofreció como una oportunidad para que los espectadores vayan a las salas.
Por el contrario, fue un espectáculo largo (más de 3 horas), aburrido,
estereotipado, cansino a más no poder. No cambiará la percepción sobre nuestro
cine si no se aprovecha, en televisión, una fiesta del cine como ésta.
La (in)satisfacción de los profesionales. El séptimo
arte ha de ser, por definición, vocacional. Y lo que vemos en esta Gala son
quejas, lamentaciones, críticas. Poco o nada disfrute, diversidad, voluntad,
ganas. Así no atraemos talento para quienes puedan amar el cine.
La falta de Liderazgo.
El Presidente de la Academia, el productor y distribuidor Enrique González
Macho, hizo un buen discurso. Sin embargo, lo tuvo que leer, lo cual no es una
buena práctica (sabemos que no es actor, que no se aprende los guiones, pero
aún así con la lectura se pierde frescura). Dijo frases impactantes, como «El
cine no es de cejas ni de bigotes», que no son creíbles a tenor de lo visto, o «Quienes
no son capaces de cambiar de opinión se aman a sí mismos más que a la verdad».
Ya sabes: liderar es marcar la pauta, hacer equipo e infundir energía, por lo
que en la Gala el liderazgo brilla por su ausencia.
El espectáculo: el cine
(también el español) es espectáculo, debe emocionar, y la Gala de los Goya ha
de ser un escaparate al respecto. La conductora, Eva Hache, no fue nada
graciosa (el mérito o desmérito es de los guionistas, que aciertan en El club de la comedia y aquí patinan).
Frases como «Recibamos a las autoridades como se merecen... bueno, no,
recibámoslas bien», «Somos geniales haciendo cine, pero en amnistía somos
maestros» o «Felicidades a Penélope, que está nominada por "Volver a
nacer" y también va a estar nominada a "volver a parir"» tienen
muy poca gracia, la verdad.
La empleabilidad y el
trabajo. Candela Peña, estupenda actriz, se marcó el momento demagógico de la
velada: «He visto morir a mi padre en un hospital público donde no había mantas
para taparle ni agua para beber y se la teníamos que llevar nosotros». Querida
Candela, una cosa son los recortes y otra es que ya no exista el Estado del
Bienestar. Y después demandó trabajo al viejo estilo: «Os pido trabajo, tengo
un niño que alimentar». Suena al limosnero “Dame argo”. No se trata de “pedir
trabajo” sino de ofrecer valor (el talento, en las artes como en la empresa, es
poner en valor lo que hacemos). La vida es un casting permanente, y no queda
otra.
La falta de talento.
Para mí el peor momento de la noche fue cuando, tras la entrega del Goya de
Honor a Doña Concha Velasco (un Goya merecidísimo a una maravillosa artista),
le “rindieron homenaje” con un popurrí (del francés pot pourri, olla podrida) con sus canciones más conocidas: “La
chica ye ye”, “Las chicas de la Cruz Roja”, etc. Los famosos que salieron a escena
no estuvieron al nivel requerido ni en canto ni en baile ni en actuación. Y la
letra, lamentable.
El Liderazgo de la
“mala de la película”. Merecido el Goya a Maribel Verdú como mejor actriz por Blancanieves. Y en su primer papel de
“mala malísima” debe sentirse encantada, por aquello de un sistema que “roba a
los pobres para dárselo a los ricos”. No muy original la crítica al capitalismo
feroz.
Para quedarnos con buen
sabor de boca, hubo momentos emotivos como el Goya a la actriz revelación
(Macarena García por Blancanieves) o
el discurso de José Sacristán al recibir su Goya al mejor actor protagonista: «Hay
que pelear muchísimo para hacer películas tan libres, valientes y amenazadas».
Debió ser una fiesta
que celebrara películas comerciales como la de Jota Bayona o Tadeo (no por
casualidad, producidas por Mediaset), iniciativas innovadoras en blanco y negro
(Blancanieves, El artista y la modelo)
o corales (Grupo 7), que atrajera el
público a las salas, que mostrara un concepto: Talento, Equipo, Proyecto,
Generosidad, Creatividad. Bueno, un concepto mostró, pero no atractivo: la
sempiterna imagen del la Duelo a
garrotazos o La riña, esa
“pintura negra” de Goya (1819) que desgraciadamente nos define con frecuencia.
“Españolito que vienes/
al mundo, te guarde Dios./ Una de las dos Españas,/ ha de helarte el corazón”
(Antonio Machado). Mi gratitud a aquell@s que ya han superado esa división y
ponen sus mejores energías, su compromiso, su talento, al servicio de TODOS los
demás. Ese truco de las “dos marcas” (“¡y tú más!”) para justificar prebendas
está desfasado.