Obama, ¿un líder cansado?


Esta mañana he ido a ver Argo, la última película de Ben Affleck. Es la historia (real) de la liberación de seis rehenes estadounidenses en el Irán de Jomeini. Una exquisita reflexión (muy fidedigna, como puede verse en las imágenes al final de la cinta) sobre Hollywood como industria del engaño y sobre el peligro de los fanáticos (como los jomeinistas). Fans en un caso y en el otro.
Affleck comenzó con El indomable Will Hunting con su colega Matt Damon (los dos tenían 25 años) y ganaron el Óscar de 1997. Después encadenó varias cintas como actor (Perosguiendo a Amy, Armageddon, Algo que contar, La chica de Jersey) y pasó a la dirección: Adiós, pequeña, adiós (2007), The Town: Ciudad de ladrones (2010) y esta Argo que huele a Óscar. “Hubo un momento en el que sentí la necesidad de parar y fue cuando comencé a tomarme en serio como cineasta. Si algo aprendí de esa época fue que no hay ninguna necesidad de ser prolífico. Como actor y como director, ahora escojo con mucho cuidado todos los proyectos”, ha declarado Affleck. Argo rinde tributo al cine de los 70 (Lumet, Packula, Pollack), y “una reflexión sobre las consecuencias de las revoluciones”. Tony Méndez, un agente de la CIA, trata de sacar a seis funcionarios de la embajada USA en Teherán haciéndolos pasar por miembros del equipo de rodaje de una película de ciencia-ficción. “Hollywood está lleno de mentirosos, traidores, buscavidas… pero también es un lugar en el que hay gente muy creativa haciendo cosas maravillosas. Para triunfar allí tienes que tener una personalidad ganadora y además ser un loco, porque es un sitio muy absurdo” (el cartel medio roto de Hollywood, que fue real, lo dice todo).
A una semana de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la prensa se hace eco del legado de Obama. Jonathan Schell (Yale) escribe que “el (Obama) de antes era juvenil, carismático, elegante y lleno de esperanza. Su porte era fresco, pero también relajado. Su oratoria impresionaba. Su sonrisa podía cautivar a miles”. Ahora su oratoria no impresiona y “la sonrisa es esporádica y reservada”. Para este ensayista y editor, la Casa Blanca le ha endurecido. No ha podido pactar con los republicanos; sí lo ha hecho con el aparato militar, las farmacéuticas, los bancos y los grandes medios de comunicación. “El Obama de 2008 no ha vuelto ni volverá. Se ha ido para siempre”.
Antonio Caño, desde Cleveland, revela que “Sin una victoria en Ohio, la reelección del demócrata es casi imposible” y que “Las dudas en torno al carácter del presidente tienen un peso muy relevante”. En El País Semanal, firma el reportaje La huella de Obama: “En su mandato, solo el asalto que acabó con Bin Laden exigió una decisión atrevida”. “Obama hace lo que puede y trata de que eso se aproxime a lo que se debe hacer”. “La decepción con Obama es atribuible a tantas razones como diversas eran las esperanzas puestas en él. En Europa, algunos de sus seguidores iniciales se sintieron decepcionados por motivos completamente opuestos a la decepción surgida entre algunos norteamericanos. Mientras unos le reprochaban no haber sido suficientemente de izquierdas, otros le criticaban por haberlo sido demasiado”. Charles Kessler, un intelectual conservador, acaba de publicar Yo soy el cambio, en el que sitúa a Obama en la tradición de Marx y Engels. Para él, es “la última encarnación del porfeta-estadista visionario, que se ve a sí mismo embarcado en una lucha épica: la suecialización de Estados Unidos”.
“¿Por qué Barack Obama no puede ganar por goleada a un competidor tan débil, incierto y hasta ambiguo como Mitt Romeny?”, se pregunta Michele Boldrin. “La respuesta es sencilla: porque Obama no mantuvo prácticamente ninguna de sus promesas electorales en el campo económico”. Más concretamente, “prometió reformar y sanear el sistema financiero y no hizo ninguna de las dos cosas”. La reforma añade burocracia, mantiene el poder de los grandes bancos y da gran poder a la Reserva Federal (no reforma nada), que sigue beneficiando a las entidades y no a los ciudadanos. “Prometió subir los impuestos a los ‘ricos’ para redistribuir renta a los más pobres y no hizo ni una cosa ni otra”. La desigualdad (como antesala de la ruina, Santos Juliá dixit) sigue al alza. “Obama no es el culpable de la disparidad social, pero sí el responsable de haberse comprometido a acabar con ella sin tener la más mínima idea de cómo hacerlo”. “Prometió reformar el sistema sanitario abaratando las prestaciones, pero siguen subiendo incluso a un ritmo mayor que hace unos años”. Y también ha fracasado con la políticas “keynesianas” que tanto apoyó entre 2008 y 2010. Promesas vacías.
Ya nos lo enseñó Michael Porter: quedarse a medio camino es la estrategia suicida. Lo menos pragmático del pragmatismo.
En España, Juan Ramón Rallo presentó Una alternativa liberal para salir de la crisis. ¿La receta? Tres medidas fundamentales: austeridad del sector público (pero de verdad), liberalización del sector privado y no socialización de las pérdidas de la banca. “Que el Estado se retire a un lado para dejar paso a empresas y familias”. Es lo que también pide Actualidad Económica: “El ministro de Hacienda ha elegido la vía equivocada para corregir el déficit público. En lugar de incidir en el ajuste del gasto, recortando el Estado del Bienestar, privatizando o cerrando empresas y reduciendo el volumen de empleo público ha aumentado los impuestos hasta extremos confiscatorios, convirtiendo el país en un territorio hostil para el ahorro y la inversión.” Miguel Ors se pregunta ¿Por qué nos fríe a impuestos Montoro?
A medio camino (entre los liberales de verdad y los keynesianos à la Krugman). El Bank of America ha mandado esta nota a sus clientes: “España no cumplirá el objetivo de déficit este año y el gobierno no ha tomado medidas suficientes medidas para cumplir en 2013 y 2014. Esto implica que España estará sometida a estrictas condiciones al pedir el rescate. Esta condicionalidad podría incluir una reforma constitucional y un cambio radical en la Administración pública. Creemos que el gobierno apenas tiene margen para seguir haciendo el ajuste con pequeños recortes en numerosos capítulos presupuestarios. Se necesita una reforma ambiciosa y el Gobierno puede ser reacio a emprenderla si no le empuja la Troika (UE, BCE, FMI)”.
“Los que se pasan la vida haciendo las revoluciones a medias, no hacen sino cavar sus propias tumbas” (Louis de Saint-Just, revolucionario francés que nació en 1767 y murió a los 27 años).
Mi gratitud hacia los valientes de veras, que saben a dónde van y pisan el acelerador para lograrlo. “Si todo parece bajo control, es que no vas suficientemente rápido” (Mario Andretti, mítico piloto de carreras considerado “el conductor del siglo”; nacido en 1940, sigue vivo y retirado a los 72).