Último
sábado de agosto. En una semana, “con permiso de la autoridad y si el tiempo no
lo impide”, un servidor volverá a cruzar el charco a realizar una mini-gira por
Colombia y Perú: Medellín el lunes 3, Bogotá el martes 4, Lima el jueves 6 y
Arequipa el viernes 7, para regresa a Madrid.
He
estado siguiendo una de las últimas “noticias” del verano. En la localidad de
Borja (Zaragoza), en el Santuario de Nuestra Señora de la Misericordia, un Ecce Homo pintado por Elías García Martínez
(Requena, 1858 – Utiel, 1934). Deteriorado por las humedades, hace cuatro años
una vecina llamada Cecilia Giménez (una anciana de 81 años aficionada a la
pintura) emprendió por su cuenta una ‘restauración’ con los desafortunados
resultados que todos conocemos.
Teresa
García, la nieta del pintor, ha declarado que, como católica que es, si no se
puede devolver a su estado original debería borrarse porque “debajo está la
cara de Jesús”. No tomará acciones legales contra la vecina porque “tenía muy
buena fe cuando empezó a arreglar el cuadro”, se había avisado al ayuntamiento
(que no había hecho nada) y la mujer tenía la mejor intención. Además, con este
revuelo (incluyendo la visita de medios internacionales), Cecilia ha sufrido un
ataque de ansiedad.
La
‘restauración’ ha recibido no poco apoyo de vecinos, de miles de internautas
(para el “mantenimiento de la nueva versión del Ecce Homo de Borja”), liderados
por Javier Domingo, que ha declarado que "el eccehomo del Santuario de la
Misericordia de Borja, supone además de un entrañable acto de amor, un inteligente reflejo de la situación
política y social de nuestro tiempo" porque "combina
inteligentemente el expresionismo primitivo de Francisco de Goya, con figuras como Ensor, Munch, Modigliani o
el grupo Die Brücke,
perteneciente a la corriente artística del expresionismo alemán". El
escritor Jesús Ferrero desde su Facebook aha comentado que Cecilia Giménez
"se ha atrevido a consumar lo que Picasso nunca consumó: modificar un 'clásico' interviniendo
directamente sobre la tela y convirtiendo una obra de arte en otra".
"De ser una pintura bastante académica y tremendamente anclada en el siglo
XIX ha pasado a convertirse, gracias a las manos radiantes de la dama, en un
icono pop". El cineasta Alex de la
Iglesia ha dicho a través de su Twitter: "Es exactamente un ICONO de nuestra manera de ver el mundo. Significa
mucho". Y el humorista
Berto Romero, también a través de esta red social, ha instado a la buena
gente de Borja a que dejen "el 'Cristo Mal' como está" y cobren
entrada. "¿No veis que os ha
tocado la lotería? Y Cecilia que venda cuadros", añade. "Ni Damien Hirst en sus majores sueños hubiera
imaginado tal repercusión mediática", se ha llegado a decir.
Hoy
25 de agosto, había romería a la ermita del Santuario dentro de las fiestas de
San Bartolomé. El último acto de momento de este peculiar sainete parte de la
propuesta del párroco de Borja, Florencio Garcés, que ha propuesto al alcalde
de la localidad aragonesa que se tape el cuadro hasta que se restaure “porque
quiero evitar mofas dentro de la iglesia”.
Para el señor párroco, este tema de la
restauración del Ecce Homo "se ha desorbitado y ha tomado unos derroteros
que se han sobrepasado" y ha añadido en tono irónico que "si llega a
ser un Goya nos cercan a los de Borja" (no podía faltar el elemento
patriótico). Florencio Garcés ha recordado que esta obra "no está
catalogada y antes de la actuación autónoma de esta vecina se lo comía la
humedad", que "tiene un valor afectivo del lugar del autor" y
que "muchos ni conocían la pintura". En fin, que se ha provocado “un
revuelo, que ya vale”. Y por supuesto que el párroco no sabía nada. "Nada.
Yo no sabía nada. Todo ha sido la buena voluntad de ella. Yo no la he visto
trabajar. Digo misa y me voy", para apuntar que su impresión visto el
resultado es que "se le ha ido el
pincel y se ha corrido la pintura". "La ermita está siempre
abierta, la gente puede entrar y Cecilia al ver que la pintura se
descascarillaba decidió restaurarla" para dejar constancia de que, por
otros cuadros que ha realizado, "pinta muy bien". Apoyo a la
octogenaria Cecilia Giménez, con un hijo discapacitado de más de 60 años
discapacitado. "El pueblo de Borja está con ella y están indignados del
alcance de este asunto" y ha propuesto a todos los que se han acercado
mirar el Ecce Homo que "visiten el Museo de la Colegiata para contemplar
todo lo que hemos restaurado". Finalmente, sobre la restauración del
cuadro el señor párroco ha afirmado que "no supondrá ningún problema",
porque el coste lo va a abonar el Ayuntamiento dado la pintura pertenece al
Santuario, cuyo patronato está integrado por la Corporación municipal. Con la
Iglesia hemos topado, amigo Sancho.
Todo esto me ha recordado la definición de
Konosuke Matsushita (1894-1989): “La empresa debe ser una obra de arte”.
Fundador de National y Panasonic, este empresario japonés es considerado, en
términos de creación de valor, el mayor emprendedor del siglo XX. Su biografía
empresarial escrita por John Kotter (catedrático de Harvard, de la catedra
Matsushita precisamente) y titulada Matsushita
Leadership (que yo sepa, no está traducida) es una maravilla. Su filosofía
de negocio era muy clara: “Una empresa es una institución pública. La misión de
una empresa es contribuir a la sociedad, y debe coexistir en armonía con cada
comunidad y su entorno”.
La empresa como obra de arte. ¿Y qué es una obra
de arte? Para un servidor, una pieza capaz de conmover. Conmover es “movilizar
las emociones” (mover – motio – emoción), pero creo que no todas las emociones,
sino las ligadas a la ternura (conmover es enternecer): la alegría, la
sorpresa, la tristeza… Son también emociones la vergüenza, el asco, la ira, los
celos o el bochorno, pero desde mi humilde punto de vista no servirían para que
un objeto o una representación fueran considerados “obra de arte” (lo siento,
Damien Hirst y provocadores similares). Estoy de acuerdo con Marcel Duchamp, el
padre del arte contemporáneo, en que “no son los pintores sino los espectadores
los que hacen los cuadros”, y por ello debemos sentirnos emocionados o no ante
una obra (el gusto hay que educarlo, pero ése es otro cantar).
Un artista es quien realiza una obra de arte (y
no al revés; es el objeto el que califica a su creador) y por tanto, sólo si la
empresa es una obra de arte, la empresaria o el empresario, la directiva o el
directivo, pueden considerarse como tales (Seth Godin, el gurú del marketing,
nos enseña en su libro ¿Eres
imprescindible? que “el arte es un don personal que transforma al receptor”,
que “los consumidores afirman que lo único que quieren son productos barato,
pero cuando tenemos alternativa, la mayoría de nosotros casi siempre buscamos
arte” y que “no hay mapa para llegar a ser líder, ni para llegar a ser artista.
Si hubiera mapa, no haría arte, porque el arte es el acto de navegar sin mapa”).
Los mercados eliminan a las empresas que son
simples negocios, no obras de arte (no conmueven) y coronan a las que provocan
emociones positivas en sus clientes, a quienes superan, desde la experiencia y
la vivencia, sus expectativas. Tan simple como eso. Cuando las empresas son
dirigidas por chapuceros, sin la preparación y sensibilidad adecuadas, aunque
tengan la mejor voluntad del mundo, desaparecen. Es ley de arte y ley de vida.
Desgraciadamente, la 12ª economía del planeta
(España) ocupa en “calidad directiva” el
puesto nº 45, después de haber descendido 10 escalones en el último año. Pocos
artistas, muchos negociantes, y así nos luce el pelo.
Pero volvamos a Borja y a su ya famoso Ecce homo. La Asociación de Conservadores-Restauradores de España (ACRE), que sería a
la pintura lo que la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) a las
empresas, aboga porque las autoridades eclesiásticas se asesoren
sobre la importancia de contar con personal técnico especializado para las
intervenciones en el patrimonio, para evitar "supuestas restauraciones que
destruyen o desfiguran obras de arte" como ha podido ocurrir en este caso.
A su juicio, ésta es una muestra de lo que la falta de regulación en el campo
de la restauración de bienes culturales "está haciendo por el patrimonio
español, una de las pocas materias en la que nuestro país puede presumir de ser
una superpotencia a nivel mundial, y de la que, en buena medida, vive toda una industria
nacional como es el turismo". "Casi tendremos que agradecer a esta
feligresa que ponga en evidencia lo que durante muchos años viene siendo una
lacra para la conservación de nuestro patrimonio y muy especialmente el que custodia
la Iglesia". Y alude a "El desconocimiento por parte de la sociedad
de la existencia de la figura del conservador-restaurador, que es el único
titulado superior capacitado para intervenir, dirigir o supervisar las actuaciones
sobre estas obras de arte". "Siguiendo una vieja metáfora siempre
empleada entre nuestra profesión, es como si se permitiese a una persona sin
formación en medicina operar a un paciente de apendicitis, sólo por el hecho de
ser ambos amigos, y en caso de fallecimiento del enfermo no se le exigiesen
responsabilidades”. O como si no una persona no capacitada dirigiera o creara
una empresa, simplemente porque es el jefe, me permito añadir.
Han
dicho los restauradores profesionales que, “casos como el Borja, aunque
dramáticos, son inevitablemente necesarios para exponer a la luz pública la
situación de peligro en que se halla gran parte del patrimonio cultural
español". Tenemos restauradores de obras de arte de España, algunos de
ellos de talla internacional, y feligresas de buena voluntad como doña Cecilia,
que se ponen a restaurar a su capricho, a su buena intención. Y líderes empresariales
de nivel mundial, unos pocos, conviviendo con empresarios y gerentes sin
preparación, sin capacidad, sin calidad.
Mi
agradecimiento hoy a l@s profesionales de la restauración y a l@s profesionales
de la dirección.