Descentralización, Despilfarro y Pasión


Ayer, en el vuelo de 12 horas entre España y México, estuve viendo cuatro películas hasta entonces inéditas para mí: Los juegos del hambre, destinada al público adolescente (como el best-seller en el que está basado), con sus dosis de competición, intriga, amistad y algo de romance. One thousand words (Mil palabras), protagonizada por Eddie Murphy, sobre un agente literario charlatán que conoce a un gurú orientalista que le “convence” para que practique el silencio, la reflexión y la transformación (con la apariencia de una comedia disparatada, una cinta interesante). Grabada en 2008, se estrenó en EE UU el 9 de marzo y todavía no lo ha hecho en Europa, que yo sepa. Los diarios del ron, producida y protagonizada por Johnny Depp (estrenada en España el 4 de mayo), sobre un periodista que llega a San Juan de Puerto Rico a trabajar en un diario local; pasable, sin más. Y Es la guerra, comedia romántica sobre dos agentes de la CIA que van tras la misma chica y utilizan los recursos de la agencia para sacar ventaja; bastante simple. Sí, también tenía las opciones de “La dama de hierro” o “La invención de Hugo”, pero, siendo grandes pelis, las tengo bastante vistas.

Como lecturas, Trabajo y felicidad, de Ricardo Gómez, y La Casta autonómica, de los periodistas de investigación Sandra Mir y Gabriel Cruz.
En este libro, que el prologuista Daniel Montero define como una guía, como “una llamada de atención para que no  nos dejemos engañar”. 17 comunidades autónomas, con sus parlamentos regionales, diputaciones (que solo son capaces de cubrir el 20% de sus gastos), mancomunidades, duplicidades en las empresas públicas, embajadas por el mundo (que cuestan más de 400 millones al año), una guerra cada uno por su lado, un guirigay normativo alucinante. Cuando vienen mal dadas, recortan en Educación, en Sanidad (Mª Dolores de Cospedal, por ejemplo, en Castilla-La Mancha: 800 interinos y 8.000 empleados públicos), pero no en las prebendas de los suyos. Ellos mismos se ponen los sueldos, se acompañan de cientos de asesores (hay unos 4.000 altos cargos, asesores y cargos d confianza en las CC AA), se aseguran jubilaciones (11 años en el Congreso, en lugar de los 37 años trabajando de cualquier españolito), tienen pluriempleos, A8 con chófer (Gallardón se paseaba por Madrid con dos modelos valorados en 600.000 euros y ese ayuntamiento tiene una deuda de 7.000 millones, el 25% de la deuda total municipal; el Audi de Touriño en la Xunta de Galicia, 480.000)... Todo eso, para inaugurar aeropuertos sin aviones, AVEs sin pasajeros, televisiones autonómicas con cuotas del 5%, Academias de la Lengua como en Canarias. Y con una formación en muchos casos escasa (José Montilla, ex honorable y ex ministro, José Blanco, ex ministro de fomento, el lehendakari Patxi López o Celia Villalobos, que ha sido alcaldesa de Málaga y ministra de Sanidad, no han acabado la carrera universitaria). Sí, cinco millones de desempleados y un salario medio de 22.500 euros anuales, en tanto que 14 alcaldes cobran más que el presidente del gobierno, que es 78.185, 14 euros.
Como dijo San Agustín, el infierno está empedrado de buenas intenciones. La descentralización, un buen propósito tras la dictadura franquista (que las decisiones se tomaran más cerca de los ciudadanos) se ha convertido en un despilfarro intolerable: 1.500 parlamentarios (europeos, nacionales, autonómicos), más de 75.000 concejales y unas subvenciones a los partidos de más de 131 millones de euros anuales. Da igual la marca (PP, PSOE, IU, UPyD, nacionalistas), estas "instituciones suicidas" nos llevan tomando el pelo más de 30 años. No conocía la anécdota que se relata en el libro, cuando le preguntaron a Mitterand por qué Francia no copiaba el modelo de las autonomías y el presidente galo respondió irónicamente: “España es un país rico y se lo puede permitir”. Chapeau!
Todo ello con una Sanidad despedazada en 17 trocitos y con una Educación muy desigual. Según el Informe PISA, nuestros alumnos de colegios privados están entre los 20 mejores países del mundo; los de colegios públicos, por detrás de Azerbaiyán (repite un 35% de los niños, el doble que la media europea).
Lo peor, según Sandra y Gabriel, es que la política no es para competentes. Y si no lo crees, esta perla de Mariano Rajoy cuando Manuel Pizarro, una persona brillantísima, abandonó su escaño del Congreso: “Ha hecho un gran esfuerzo que yo nunca le agradeceré lo suficiente. Pero la política es muy dura y las leyes que hay no ayudan nada a que la gente competente esté en política”. Hay queda eso.

Competentes, y mucho, eran tres personas que nos han dejado esta semana: José Luis Uribarri, Esther Tusquets y Paco Morán. Talentos de tres mundos diferentes (la tele, la edición, las tablas), pero con un denominador común: la Pasión.
Cuentan que a Esther Tusquets le apasionaba desde niña leer y escribir. A esa vocación dedicó su vida, desde un editorial de referencia. Creó la primera colección dedicada a la literatura de mujeres, apoyó la poesía y nos trajo a Virginia Woolf, Margaret Atwood, Quino, Susan Sontag, Umberto Eco, Beckett o Joyce. En 1996, vendió el sello a Bertelsmann.
José Luis Uribarri ha conducido el festival de Eurovisión en 18 ediciones. Lo vivía como nadie, jugando a las dotes eliminatorias (qué país nos iba a votar y quién no) y apoyando a los cantantes nacionales. Llevaba en la radio desde 1956, aprobó las oposiciones a TVE en 1958 y desde el Eurovisión de Massiel (1969), un cuarto de siglo al pie del cañón. La última, en 2010. Y además tuvo otros éxitos en la pequeña pantalla, como Siempre en domingo (1972) o Aplauso (1978-1983).
Paco Morán, nacido en Almodóvar del Río, Córdoba, hace 82 años, fue cofundador del TEU (Teatro Español Universitario), destacó desde 1969 en Estudio Uno de TVE (protagonizó más de 2.500 programas) y se instaló en Barcelona en los años 70. De 1994 a 1999 representó ininterrumpidamente La extraña pareja, de Neil Simon, junto con Joan Pera. Además, destacó en Cada oveja con su pareja (1973), Punto y coma (1987) o La jaula de las locas (2002).
Esther Tusquets, José Luis Uribarri y Paco Morán quedarán para siempre en la historia de la edición, de la televisión y del teatro porque le ponían pasión a lo que hacían. Dieron su vida por su vocación, y se notaba. Gracias a los tres por ser tan grandes en lo vuestro.