Esta mañana de
domingo he ido con mi amigo Miguel Ángel y con Zoe a ver una comedia
hispano-argentina, En fuera de juego.
Una historia de representantes de fútbol con buenos actores (Fernando Tejero,
Diego Perretti, Patricia Montero, José Sancho, Ricardo Darín, Hugo Silva,
Aurora Pamplona, Carolina Peleritti, Patricia Montero, Carmen Ruiz, Carlos
Chamarro) y voluntad de hacer las cosas divertidas. Entretenida, sin más. Que
no es poco en el cine de hoy en día.
A lo largo del mes de junio espero ver La sombra de los otros (Shelter), con
Julianne Moore; la argentina La suerte en
tus manos, con Jorge Drexler, Ice Age
4 y tal vez Miel de naranjas (Miguel
Ángel me ha recomendado Los juegos del
hambre).
De la prensa de hoy, me quedo con el
artículo de cuatro páginas de Sergio Fanjul en El País Semanal El Capital Erótico se dispara (se
refiere al concepto creado por la socióloga británica Catherine Hakim del que
hablamos en Mentalidad Ganadora), con
los ejemplos de Gong Li, Vincent Cassel y Mónica Bellucci, Barack Obama,
Enrique Iglesias, Christine Lagarde o George Clooney; el análisis de
ExxonMobil, la empresa más poderosa del mundo, por el dos veces Pulitzer Steve
Coll (“un Estado empresarial dentro del Estado americano”); el artículo de Mario
Vargas Llosa ¿Por qué Grecia? Es el
símbolo de Europa; la entrevista de Ros Biot a Jaume Guardiola, Consejero
Delegado del Banco Sabadell: “El sistema financiero será más pequeño y
profesional”; La clase media en crisis,
de Ana Gabriela Rojas, corresponsal en Nueva Delhi; el análisis de José Juan
Toharia: Si ‘oviesse buen señor. Para
los españoles, el culpable de a lo que ha llegado Bankia es su Consejo de
Administración (8’7 / 10). “Reconocen, con admirable y común sensatez, por
encima de sus afinidades ideológicas, dónde están las culpas y a quién hay que
asignarlas; reclaman explicaciones y, todo lo más, solicitan algo tan
irreprochablemente legítimo y democrático como que las instituciones
correspondientes tomen cartas en el asunto. ¿Cómo no admirar tamaño ejemplo de
cordura ciudadana en medio de tanto tacticismo, miopía y desconcierto por parte
de quienes deberían , en estos tiempos turbios y turbulentos, ejercer ese
liderazgo social, moral y político que tan clamorosamente brilla por su
ausencia? ¿Cómo no compartir para el caso de nuestra ciudadanía el anónimo
lamento referido al buen Ruy Díaz: “Dios, qué buen vasallo si oviesse buen señor”? sensatez y
desconfianza, porque el porcentaje de españoles que piensa que el sistema
democrático, con todos sus defectos e insuficiencias, es el mejor que ha tenido
nuestro país en su historia ha caído del 72% (octubre 2011) al 56% (mayo 2012).
Y por supuesto, La amenaza de la amnesia alemana, de Joschka Fisher, ministro de
asuntos exteriores y vicecanciller alemán de 1998 a 2005.
“La situación de Europa es grave,
muy grave. ¿Quién habría pensado que el primer ministro británico, David
Cameron, haría un llamamiento a los gobiernos de la zona del euro para que se
armaran de valor a fin de crear una unión fiscal (con un presupuesto y una
política fiscal comunes y una deuda pública garantizada en común)? Y Cameron
sostiene también que la única forma de detener la desintegración del euro es
una mayor integración política.
¡Un primer ministro británico conservador! La casa europea está ardiendo
y Downing Street hace un llamamiento en pro de una reacción racional y resuelta
por parte del cuerpo de bomberos.
Lamentablemente, el cuerpo de bomberos está dirigido por Alemania y su
jefe es la canciller Angela Merkel. A consecuencia de ello, Europa sigue
intentando apagar el fuego con gasolina —la austeridad impuesta por Alemania—,
con lo que, en tan sólo tres años, la crisis financiera de la zona del euro ha
llegado a convertirse en una crisis existencial europea.
No nos engañemos: si se desintegra el euro, lo mismo ocurrirá a la Unión
Europea (la mayor economía del mundo), lo que desencadenará una crisis
económica mundial que la mayoría de las personas vivas actualmente nunca han
padecido. Europa está al borde del abismo y sin duda caerá en él, a no ser que
Alemania —y Francia— cambien de rumbo.
Ahora los alemanes deben preguntarse si ellos, que han sido quienes más
se han beneficiado de la integración europea, están dispuestos a pagar el
precio que entraña o preferirían dejarla fracasar
Las recientes elecciones celebradas en Francia y en Grecia, junto con las
locales en Italia y la continua zozobra existente en España e Irlanda, han
mostrado que el público ha perdido la fe en la estricta austeridad que les ha
impuesto Alemania. La cura de caballo de Merkel ha chocado con la realidad… y
la democracia.
Una vez más estamos aprendiendo a base de palos que, cuando se aplica en
plena crisis financiera grave, esa clase de austeridad sólo conduce a la
depresión. Esa idea debería haber sido dominante; al fin y al cabo, fue una
enseñanza fundamental que se desprendió de las políticas de austeridad del
presidente Herbert Hoover en Estados Unidos y del canciller Heinrich Brüning en
la Alemania de Weimar a comienzos de los años treinta del siglo pasado.
Lamentablemente, Alemania, precisamente ella, parece haberla olvidado.
A consecuencia de ello, el caos se cierne sobre Grecia, como también la
perspectiva de pánicos bancarios posteriores en España, Italia y Francia… y con
ello una avalancha financiera que enterraría a Europa. ¿Y después? ¿Acaso
debemos desechar lo que más de dos generaciones de europeos han creado: una
inversión en masa en una construcción institucional que ha brindado el período
más largo de paz y prosperidad en la historia del continente?
Una cosa es segura: la desintegración del euro y de la UE entrañaría la
salida de Europa del escenario mundial. La política actual de Alemania es tanto
más absurda en vista de las graves consecuencias políticas y económicas que
afrontaría.
Corresponde a Alemania y a Francia, a Merkel y al presidente François
Hollande, decidir el futuro de nuestro continente. La salvación de Europa
depende ahora de un cambio fundamental en la posición en materia de política
económica de Alemania y de la de Francia en materia de integración política y
reformas estructurales.
Francia tendrá que aceptar una unión política: un gobierno común con
control parlamentario común para la zona del euro. Los gobiernos nacionales de
la zona del euro ya están actuando al unísono como gobierno de facto
para abordar la crisis. Se debe llevar adelante y formalizar lo que está
llegando a ser cada vez más cierto en la práctica.
Por su parte, Alemania tendrá que optar por una unión fiscal. En última
instancia, eso significa garantizar la supervivencia de la zona del euro con la
fuerza y los activos económicos de Alemania: adquisición ilimitada de bonos
estatales de los países en crisis por parte del Banco Central Europeo,
europeízación de las deudas nacionales mediante eurobonos y programas de
crecimiento para evitar una depresión en la zona del euro e impulsar su
recuperación.
Podemos imaginar fácilmente cómo se despotrica en Alemania contra esa
clase de programa. ¡Aún más deuda! ¡Pérdida de control de nuestros activos!
¡Inflación! Sencillamente, ¡no funciona!
Pero sí que funciona: el crecimiento de Alemania, basado en la
exportación, se debe a esa clase de programas precisamente en los países en
ascenso y los Estados Unidos. Si China y EE.UU. no hubieran bombeado dinero
financiado en parte con deuda en sus economías a comienzos de 2009, la economía
alemana habría recibido un golpe muy duro. Ahora los alemanes deben preguntarse
si ellos, que han sido quienes más se han beneficiado de la integración
europea, están dispuestos a pagar el precio que entraña o preferirían dejarla
fracasar.
Además de la unificación fiscal y política y políticas de crecimiento a
corto plazo, los europeos necesitan urgentemente reformas estructurales
encaminadas a restablecer la competitividad de Europa. Cada uno de esos pilares
es necesario para que Europa supere su crisis existencial.
¿Entendemos nosotros, los alemanes, nuestra responsabilidad paneuropea?
Desde luego, no lo parece. De hecho, raras veces ha estado Alemania tan aislada
como ahora. Prácticamente nadie entiende nuestra dogmática política de
austeridad, que contradice toda experiencia, y se considera que hemos perdido
el rumbo en gran medida, o que vamos como en un coche en dirección contraria a
la del tráfico. Aún no es demasiado tarde para cambiar de dirección, pero ahora
sólo nos quedan días y semanas, tal vez meses, en lugar de años.
Alemania se destruyó a sí misma –y el orden europeo– en dos ocasiones en
el siglo XX y después convenció a Occidente de que había sacado las
conclusiones oportunas. Sólo de ese modo, reflejado con la mayor claridad en su
aceptación del proyecto europeo, obtuvo Alemania la anuencia para su
reunificación. Sería a un tiempo trágico e irónico que una Alemania restaurada
por medios pacíficos y con la mejor de las intenciones provocara la ruina del
orden europeo por tercera vez.”
He estado en la Feria del Libro de
Madrid en la caseta de la librería deportiva Esteban Sanz (caseta 96) de 19 a
20 h. Una feria con buen tiempo, bastantes visitantes, pocas o muy pocas
compras… Pero en fin, ya son 11 años de asistir a esta Feria, y de disfrutarla
con mi hija (la primera vez que vino tenía meses). Me ha gustado ver a Leila y a Gasalla, a Carlos, a Luis Sánchez de León, firmar algunos ejemplares... Iré a Esteban Sanz (c/ de la
Paz, 4), porque tienen un surtido magnífico y viven de verdad la temática del
deporte. Mi agradecimiento a ellos, a Esteban y a Jorge, además de la gratitud
a Leonor Gallardo, mi socia literaria, y a Miguel Ángel. Dos ejemplos de lo
mejor de la Universidad española, dos doctores que transmiten su sabiduría al resto
de la sociedad.