La tribu y el salmón


Hoy he estado leyendo La tribu, el último libro de John Carlin. Admiro mucho a John, una de las personas que mejor escriben (y no sólo en el mundo del deporte). El factor humano es un texto extraordinario (la película Invictus es también magnífica, pero no está a la altura del libro). Tuvo la generosidad de participar en la presentación de Liderazgo Guardiola junto con Susanna Griso, Gabriel Masfurroll, Leonor Gallardo y un servidor en el multitudinario evento organizado por AEDIPE y APD. Y después hemos hecho duetos en varias empresas en La Coruña, Vigo, San Sebastián… He pasado varias horas charlando con él y muchas más leyendo sus estupendos artículos, cada semana. 
La tribu es una selección de sus mejores artículos de El córner inglés (El País los domingos) desde 2006. Carlin pertenece (y un servidor también) a “la tribu más grande del mundo. La más numerosa, la más heterogénea, la de mayor alcance territorial. Somos hombres y mujeres, blancos y negros, rubios y morenos, altos y bajos, gordos y flacos, listos y tontos, analfabetos y doctores en filosofía, heteros y gays; somos nacionalistas, comunistas, fascistas, ecologistas, de derechas, de izquierdas o indecisos flotantes; somos cristianos y judíos, musulmanes y budistas, hindúes y ateos, y los que no tenemos ni idea de qué pensar del más allá; poblamos todos los continentes, todos los climas, todas las posibles geografías. De China al Chad, de Tierra del Fuego a Tombuctú, de Reikiavik a Riad, de Vladivostok a Valencia: busca en un bar, en un autobús, en una choza, en una playa, en un puesto callejero donde venden churros o rollitos de primavera o empanadas o hot dogs o blinis o tacos al pastor y, en cualquier rincón de la Tierra donde se te ocurra mirar, nos encontrarás. A diferencia de todas las demás tribus –o religiones o ideologías o como las quieras llamar- no tenemos enemigos. Y no los tenemos porque no exigimos condiciones para entrar, ni peajes para pagar. Todos somos bienvenidos, todos reconocemos alegremente nuestra identidad y nada nos da más placer que hablar sobre lo que nos une. Somos los dueños del gran tema de conversación mundial, el fútbol”.
El fútbol visto desde el córner inglés. Ese es el subtítulo del libro. 82 artículos de unas 2’5 páginas sobre el juego en sí, los jugadores, los valores, los entrenadores (sobre todo Mourinho y Guardiola, pero también Sir Álex Ferguson y Capello), las selecciones nacionales (La Roja y la inglesa, especialmente), la antropología o la salud. Incluso para quienes hemos leído casi todos estos artículos en el último lustro, es un magnífico recopilatorio de lo que pasa –y nos pasa- respecto al fútbol. Porque Carlin posee una mirada crítica, inteligente y profunda, un irónico sentido del humor, y pasa por el tamiz de Shakespeare (la traición, la pasión, el conflicto) el mundo del balompié.
Desde “la insoportable indignidad de ser periodista” (“lo peor con diferencia, periodista deportivo”), al contraste entre el calor inglés y el frío español (“La neurosis es la incapacidad de tolerar la ambigüedad”, Sigmund Freud) a Mourinho en el Olimpo (“Mourinho es el único personaje en el mundo del fútbol que parece ser inmune a los truenos del Olimpo” “es un genio que donde va, triunfa”, “Mou), a la metamorfosis (“la metamorfosis es algo que se da en las mariposas, pero que no es tan habitual en los seres humanos, salvo que sean futbolistas, en cuyo caso se da la peculiaridad de que también son capaces de dar marcha atrás: ir de mariposas a gusanos”), las conspiraciones (“Las teorías de la conspiración son el penúltimo refugio de los mediocres. El último, como el de los canallas, es, por supuesto, el patriotismo”), la irracionalidad (“en el fútbol el factor irracional tiene un peso decisivo. Y el factor irracional es el factor humano”), los Mozart y los Salieri... Citando, como hace el autor, a Jorge Luis Borges: “El fútbol despierta las peores pasiones”.
Mi párrafo preferido del libro es el del inicio de El loco complejo español: “Como colectivo, los españoles están más acomplejados que los ingleses. Los ingleses son más cutres y más salvajes, claro, pero cuando se comparan con otros países no se achican. Más bien todo lo contrario. Los españoles, pese a haber tenido también un gran imperio y haber extendido su idioma por buena parte del mundo, se ofenden con facilidad, sufren bajo una vieja carga de vieja autoestima nacional”. ¡Qué gran verdad! En un mundo en el que el talento es ponerse en valor, es un complejo que deberíamos desterrar.
Carlin considera que el fútbol es el deporte más popular del mundo, porque es el más democrático. “Para triunfar en el fútbol, como nos recordaba Best (sin necesariamente querer hacerlo), un individuo no tiene que ser ni alto, ni fuerte, ni rápido, ni especialmente habilidoso con el balón. No se puede decir lo mismo del baloncesto, ni del fútbol americano, ni del rugby, ni del tenis o en golf. Que el Alcorcón venza al Madrid 4 a 0 es como si el vicecampeón del club de tenis de la vuelta de la esquina derrotara a Rafa Nadal 6-0; o que España venciera a Nueva Zelanda en rugby por un margen de treinta puntos. Inconcebible. Disparatado.”
Esta noche hemos visto un nuevo ejemplo de ese “espíritu democrático”. Los Mosqueteros de Guardiola, eliminados en la semifinal de la Champions por un equipo claramente inferior. Así es el fútbol.
Por la tarde, a las ocho y media, he ido a ver La pesca del salmón en Yemen. Dirigida por Lasse Hallstrom (Chocolat, Las normas de la casa de la sidra) y con guión de Simon Beaufoi (Slumdog Millionaire), es la historia de un proyecto en principio disparato (un jeque yemení amante de la pesca quiere hacer una presa en su país y que se pueda pescar salmón como en Escocia). Título difícil, difícil de clasificar (no es una comedia romántica al uso, no una peli épica), un protagonista que tampoco tiene excesivo tirón. Este fue el comentario de Pere Vall en Fotogramas: “El argumento de este film parece una metáfora de la vida profesional de su director, un sueco transplantado a la industria británica tras su irregular paso por la estadounidense. El personaje de Ewan McGregor desaconsejaría, de entrada, el fichaje, por si hubiera posibilidades de rechazo, pero, a la hora de la verdad, Lasse Hallström ya parece estar como pez en el agua dentro de las comedias amables alrededor de los choques culturales: pueblo-ciudad, modernidad-tradición, animales-humanos y, ahora, Occidente-Oriente y ciencia-dinero. Ewan McGregor (en un papel muy Hugh Grant… en modo Cary Grant) está en el centro de una trama simpática, a veces hasta sarcástica y crítica, donde se imponen las buenas maneras cinematográficas del director de 'Chocolat' cuando no se puede ir más allá en su discurso personal. Tanto Hollywood como los ingleses necesitan de este tipo de artesanos meticulosos que, detalle a detalle, gesto a gesto, gag a gag, nos recuerdan que la carpintería es un oficio tan respetable como la arquitectura más arriesgada.”
Me ha gustado especialmente Kristin Scott Thomas, en el papel de la jefa de prensa del primer ministro británico. Una mujer lista, decidida, puro talento femenino. Admirable.

Mi agradecimiento hoy a John Carlin (y a David Figueras, de Planeta, a quien Carlin le agradece que le propusiera la idea), así como a Lasse Halström, a Simon Beaufoy y al novelista Paul Torday (autor del libro en el que se basa la película).