La París del Este

“París bien vale una Misa”, dijo al parecer Enrique IV de Francia y III de Navarra en 1593, tras abjurar del protestantismo y convertirse al catolicismo. La famosa frase ha llegado a nosotros como símbolo de que para conseguir las metas que uno se propone ha de renunciar en ocasiones a cosas muy importantes.

Bucarest es consideraba “la París del Este” por su monumentalidad. Más de un siglo antes que Enrique IV de Francia, allá por 1456, Vlad el empalador (para todos nosotros, el conde Drácula) quiso hacer valer sus derechos sobre Bucarest, y aquí murió, en la capital rumana, en la batalla de en 1476. Vlad Tepes (se pronuncia “Tshepest”) es para los rumanos un héroe nacional porque, como Príncipe de Valaquia, contuvo a los otomanos. Fue el escritor irlandés Bram Stoker quien se inspiró en él y elaboró una leyenda negra en su “Drácula” de 1897.

Al parecer, el príncipe Vlad fue impulsivo, impredecible, justiciero y muy sanguinario. Por una parte, lo que hoy llamaríamos “un jefe tóxico”. Por otra, un gran defensor de su pueblo. Tenía predilección por el empalamiento como instrumento de tortura (un palo de 3’5 metros sin punta, que era introducido lentamente en la víctima para mayor sufrimiento), tuvo una “colección” de 24.000 narices de sus enemigos y al parecer abrió a su amante en canal para contemplar el feto.

El vídeo sobre el auténtico Drácula, el jefe cruel que defendió a la cristiandad desde su necesidad de supervivencia, puede verse en cinco vídeos de Youtube en History Channel:

www.taringa.net/posts/videos/11516645/El-verdadero-Dracula_-Vlad-el-empalador.html

Habrá que ir a Transilvania en uno de los próximos viajes a Rumanía. De momento, en Bucarest el recuerdo de Drácula es uno de los souvenirs más populares. Hemos tratado de ir al restaurante “Conde Drácula”, pero abría a las 4 pm (sería para cenar).

Stoker conocía los detalles de la superstición y atribuye a Drácula los rasgos peculiares del vampiro, tales como:

- La capacidad de hacer que cambie el tiempo.

- Lograr obediencia de seres repulsivos, como las ratas, moscas, arañas, murciélagos, lobos, zorros.

- Telepatía, control mental.

- Una fuerza sobrehumana.

- Convertirse en animal o en niebla.

- Perder facultades durante el día. El vampiro huye de la luz diurna, que lo debilita pero no lo destruye: puede moverse a medio día durante un escaso período de tiempo (el conde Drácula, en la novela, aparece a plena luz del día buscando a Mina Harker).

- Dormir sobre tierra, traída de su lugar natal, en el interior de un ataúd.

- Beber sangre humana (su único alimento) y convertir en vampiros a quienes aseste su mordedura fatídica y bautice con su propia sangre haciéndoles beberla. Si únicamente son mordidos, no se transforman en vampiros.

- Se le puede mantener a raya con crucifijos, ristras o flores de ajo, la Sagrada Forma consagrada y agua bendita; pero para que muera realmente, se le ha de clavar una estaca en el corazón o se lo ha de decapitar.

También Van Helsing menciona que si, cuando está dentro del ataúd, se coloca una rosa sobre la tapa del mismo no podrá salir; aunque Harker y sus colegas no tienen ocasión de hacerlo.

“¿Cree en el destino? ¿Que incluso los poderes del tiempo pueden alterarse por un solo propósito?, ¿Que el hombre más afortunado que pisa esta tierra es aquél que encuentra… el amor verdadero?” (del Drácula de Bram Stoker).

Hoy en Bucarest hemos visto el Parlamento (que es inmenso), la plaza Uniri, hemos paseado por la avenida Victoria (y comido en un restaurante francés en la zona de ocio de la ciudad, en el casco histórico) y visitado un par de centros comerciales, el Bucaresti y el Stradivarius (los dos, con su Zara, por supuesto).

La verdad es que Bucarest ofrece muchas posibilidades turísticas, pero necesita “ponerse en valor” mucho mejor. Necesita contar una buena historia a los turistas potenciales para ser un destino atractivo. De momento, mucho que temo que no va a aprovechar demasiado lo que la final de la Europa League le va a ofrecer el 9 de mayo.

Salida al aeropuerto a eso de las 19.15 h. Esperamos que el avión no se retrase, que salgamos a las 22 h y lleguemos a Madrid a eso de la una de la madrugada.


Mi agradecimiento a Carlos, Raúl (y a Tomás, por supuesto) por estos días tan buenos. Y a Zoe porque no ha podido disfrutar de su padre esta Semana Santa, por este proyecto europeo en la Moldavia rumana.