Visita a la casa del socio

De nuevo hacia México, a trabajar con AMEDIRH (la Asociación Mexicana de Directores de RR HH, que tan extraordinaria labor realiza) y PEMEX (la mayor empresa de toda Iberoamérica, inmersa en un vertiginoso proceso de transformación) hasta el domingo. He decidido ponerle “banda sonora” a estos viajes (11 horas y medio de avión hasta la Ciudad de México, y otras tres mañana desde el DF a Querétaro). En el de hoy, es “La bikina”, en versión de Luis Miguel:

Solitaria, camina la bikina

y la gente se pone a murmurar;

dicen que tiene una pena,

dicen que tiene una pena que la hace llorar.

Altanera, preciosa y orgullosa,

no permite la quieran consolar;

pasa luciendo su real majestad

pasa, camina y nos mira sin vernos jamás.

La bikina, tiene pena y dolor.

La bikina, no conoce el amor.

Altanera, preciosa y orgullosa,

no permite la quieran consolar;

dicen que alguien ya vino y se fue,

dicen que pasa las noches llorando por él.

La bikina, tiene pena y dolor.

la bikina, no conoce el amor.

Altanera, preciosa y orgullosa,

no permite la quieran consolar;

dicen que alguien ya vino y se fue,

dicen que pasa las noches llorando por él,

dicen que pasa las noches llorando por él,

dicen que pasa las noches llorando por él.

Es un tema que me da muchísima energía. “La Bikina” es una preciosa canción mexicana compuesta por Rubén Fuentes en 1964 (el año en que nací). Parece ser que Fuentes compuso esta canción tras pasear por la playa con su hijo; él le dijo que las chicas que llevaban bikini debían llamarse “bikinas”. La leyenda de “La Bikina” es, según Wikipedia, la siguiente: En una noche de tormenta, cruzó por el espacio un lucero luminoso, que fue a chocar contra la cima de un monte. Un campesino que había seguido la trayectoria del meteoro corrió hasta donde supuestamente se había estrellado y cuál fue su sorpresa al ver que en el lugar se hallaba una recién nacida abandonada a su suerte, tal como Superman, historia que también se basa en esta preciosa leyenda.

El indígena la recogió y la llevó a su chocita; su mujer la atendió cariñosamente, inclusive la amamantó, ya que acaba de ser madre apenas hacía dos meses. Pasaron los días y Pedro, el campesino, fue a contar al Padre Gonzalo lo que había ocurrido, pues quería un consejo para resolver qué hacer con la pequeñita: tenía miedo de que lo acusaran de robo o algo parecido.

El sacerdote decidió anunciar el hecho por si alguien sabía sobre los padres de la niña, pero no hubo respuesta alguna, en vista de lo cual, la depositó en un convento cercano con las madres Carmelitas.

La niña creció entre las monjas y cada día sus ojos azules resaltaban más ante la negrura de su cabellera. Se iba tornando de una extraña belleza. Le habían bautizado con el nombre de Carmen y se dedicaba a las labores propias del lugar. Pasó el tiempo y un día la paz del apacible convento se vio alterada por un tiroteo feroz; las monjas corrían por los jardines y trataban de esconderse sin encontrar donde.

A raíz de los problemas de la Iglesia con el Estado, se había formado una liga de defensa religiosa, Los Cristeros, y en 1925 el presidente Calles procedió contra los rebeldes haciendo una persecución por todos los puntos del país, principalmente en Jalisco, en donde este movimiento había alcanzado mayor fuerza. De pronto la puerta se vio abatida por un pelotón del ejército que entró con furia destruyendo lo que encontraba en su camino y, ante los incrédulos ojos de las monjas, cayó la superiora por un tiro en la cabeza cuando trataba de impedirles el paso.

Carmen resultó el blanco de los hombres, que al verla se quedaron prendidos de su belleza. Uno la tomó en vilo y la sacó del lugar y se la llevó: era el capitán Humberto Ruiz. La chica estuvo inconsciente durante días; la fiebre hizo presa de ella, era su estado emocional lo que la tenía tan desgastada. Encerrada 17 años, sin saber de la vida y de pronto había sido ultrajada, sin entender siquiera qué le había ocurrido; sólo sabía que prefería morir antes que seguir aquel martirio y, como una defensa a la naturaleza, permanecía inerte.

Despertó por fin y lo primero que vio fueron los ojos acerados de Ruiz, quien le devolvió una sonrisa al verla volver en sí. Ella trató de incorporarse y él no se lo permitió, le trajo agua y con dulzura le limpió la frente con un pañuelo. Así estuvieron por días: él amable, atento y servicial, no la tocaba más que para acomodarle la almohada o para darle de comer y asearla un poco. No hubo el menor diálogo entre ellos; se diría que no existían las palabras. Él intentó romper aquel silencio, pero parecía muda.

Pasaron 3 estaciones y llegó el invierno. El capitán la cargó y la llevó a otro lugar más acogedor. Allí, ante las llamas de una chimenea campestre, le besó las manos y llorando le pidió perdón; salió dejándola sola para siempre.

Carmen olvidó su nombre y todo lo relacionado con su persona. Alguien le puso La Bikina. Caminó por varios pueblos y haciendo trabajos domésticos se mantenía. Ningún hombre podía acercársele; respondía como una fiera ante cualquier insinuación y se daba a respetar, pero intrigaba su soledad y su mutismo. El destino la puso nuevamente frente a Ruiz y en esta ocasión, ella le sonrió, no le dijo nada, pero aceptó caminar su mismo rumbo.

Vivió una noche de amor incomparable y ya para el amanecer salió del lugar subió a la montaña y como la última estrella de anochecer se perdió en el firmamento.”

El próximo día 14 de septiembre, APD Zona Mediterránea celebra una "Visita a la casa del socio”, sobre Cómo desarrollar la Innovación… especialmente en las empresas familiares. Será en MANGO, en el Hangar Design Center (Vía Augusta, 10. Polígono Industrial Riera de Caldes), de 9:45 a 11:30 de la mañana. Visitaremos las instalaciones y, tras la presentación del evento por un Consejero de APD, un servidor hablará de la Innovación y las empresas familiares, a partir de las mejores prácticas europeas.

Mango es una multinacional textil catalana fundada por Isak Andic (Presidente del Instituto de Empresa Familiar) en 1984. Cuenta con más de 1.700 tiendas en 102 países. Fue la marca de moda pionera en el sector online (con web corporativa desde 1995 y tienda en la red desde 2000) y trabajan en ella 10.000 profesionales, 1.850 de ellos en el Hangar Design Center y en la sede de Palau-solità i Plegamans (Barcelona). La edad media de la plantilla es de 30 años y el 80% son mujeres.

Sin innovación, nuestras empresas son poca cosa. Parafraseando a Maurice Chevalier, “si no te gusta la innovación te va a gustar menos la alternativa”. Todos los que queráis apuntaros, podéis hacerlo en: inscripcionesmediterranea@apd.es

Mi agradecimiento a Mercè y su equipo de APD en Barcelona y a Isak Andic y su equipo en Mango. Seguro que aprenderemos mucho en esta “Visita a la casa del socio”.