Una realidad global desconcertada

Jornada en Pamplona, para impartir formación y desarrollo sobre Capital Organizativo a dos docenas de ejecutivos (la mayoría, ingenieros) que estudian el MBA Executive de ESIC. Hemos estado trabajando en la práctica el modelo de Capital Organizativo, esencial en esta nueva época. Antes, un delicioso almuerzo con mi amigo Jesús en el restaurante Europa (extraordinariamente atendidos por Mari Carmen): pimientos de piquillo, hongos, ajoarriero. ¡Qué bien se come en Navarra!

Ayer escribía Manuel Escudero, DG de la Deusto Business School (a la que tengo el privilegio de pertenecer desde sus inicios) un artículo muy clarificador, “Trazos de una realidad global desconcertada”, que es el siguiente:

Vivimos una nueva realidad global que trastoca los caminos trillados. Merece la pena describir sus rasgos -aquí se apuntan 10-, en la confianza de que, al verlos en conjunto, quede claro que más que una era de cambios estamos viviendo realmente un cambio de era.

Estos son algunos de estos rasgos nuevos de la realidad:

1. Los poderes públicos se están "encogiendo". Una gran parte de los problemas que experimentamos en nuestra vida diaria no pueden ser abordados aisladamente por cada país (el problema de la deuda soberana o la regulación de los mercados financieros, terrorismo global o cambio climático). Esto plantea el problema de los límites de la democracia: resulta difícil al ciudadano dar el voto a cualquier opción política, sabiendo que su capacidad para resolver problemas está más que restringida.

2. Además, durante la segunda mitad del siglo XX aprendimos que el crecimiento ilimitado del sector público no resuelve todos los problemas. Esto no significa que las políticas públicas son innecesarias. El supremo objetivo de la política (Philip Petit) es la libertad, entendida como la erradicación de todo tipo de dominación ejercida por unos individuos sobre otros. Es necesaria la intervención del Estado para ayudar a la gente a sacudirse las dominaciones que padece, pero también es necesario prevenir los abusos públicos a través de una democracia mucho más deliberativa y disputativa.

3. Mientras los poderes públicos democráticos muestran sus limitaciones, el poder de las empresas globales se ha incrementado en la última década, como resultado de la globalización, las desregulaciones y las privatizaciones. Si las empresas del Fortune 500 fueran un país (datos de 2010), serían el segundo más grande del mundo, con el equivalente a dos tercios del PNB de Estados Unidos, y el doble que Japón o China. Y esto plantea el problema de a quién rinden cuentas los nuevos poderes globales.

4. En parte como respuesta espontánea al aumento del poder de las empresas globales, ha surgido la tendencia internacional de regulación social de la empresa por parte de un número creciente de grupos afectados: la sostenibilidad, responsabilidad social corporativa, ciudadanía corporativa. Parece que las empresas comienzan a atenerse a ciertos estándares de conducta social, medioambiental y de gobernanza, haciendo entrever un nuevo papel de la empresa en el siglo XXI como institución económica con impactos positivos en la sociedad y en la arena global. Sin embargo, la tendencia no está consolidada y, además, las instituciones financieras de inversión no la han aceptado aún en su mayoría.

5. También ha cambiado un aspecto extraordinariamente importante de la fábrica social: la generación de legitimidad. La legitimidad -la licencia moral para operar- proviene de la opinión pública (Habermas). Pero en nuestros días la opinión pública no es solamente generada por los medios locales-nacionales de comunicación sino, sobre todo, por las redes sociales globales: una cantidad exponencialmente creciente de análisis, opiniones, comentarios y enlaces generados por los propios usuarios. A través de Internet y sus plataformas (Twitter, Linkedin, Facebook, Google, blogs, etcétera), un número creciente de ciudadanos de a pie se han convertido en una poderosa fuente de reflexividad (Giddens), de creación rápida de estados de conciencia y de legitimidad tanto para los poderes públicos como para los privados.

6. A este hecho se le añade otra evidencia complementaria: las redes sociales se están revelando como un poderosísimo multiplicador y facilitador de la intervención masiva de los ciudadanos corrientes en la agenda pública. Los últimos seis meses nos han mostrado abundantes ejemplos: la primavera árabe, el 15-M en España, las manifestaciones masivas en Tel Aviv o los disturbios en Reino Unido y la respuesta ciudadana a los mismos.

7. Estas tendencias se han agudizado con la crisis económico-financiera de 2008. En primer lugar, las instituciones de inversión financieras globales, hedge funds, fondos de inversiones y fondos de pensiones, flanqueados por agencias privadas de calificación, han creado una situación realmente inédita: las mismas instituciones que originaron la crisis en primer lugar, que han salido indemnes y económicamente reforzadas de la misma, han puesto contra las cuerdas a instancias democráticas como Estados Unidos o Europa.

8. Las restricciones presupuestarias y el desempleo se han combinado para producir la mayor desigualdad de rentas registrada en toda nuestra vida. En España, más de un millón de familias tienen a todos sus miembros en el paro. La desigualdad de rentas en Estados Unidos es la mayor desde que el Census Bureau comenzó sus estadísticas en 1967. En ese mismo país, la renta de trabajo de los que hacen más de 50 millones al año era en 2008 de 91,2 millones de dólares, pero en 2010 pasó a la escalofriante cifra de 518,8 millones. Esos 74 estadounidenses ganaron con su renta salarial el equivalente a lo que ingresaron los 19 millones de compatriotas con peores salarios. Al mismo tiempo, las grandes empresas globales nos recuerdan cada día que están obteniendo beneficios notables a pesar de la crisis. Si otra vez consideráramos a las empresas del Fortune 500 como un país, sería uno de los países con mayor crecimiento en 2010, por delante de China o India.

9. La crisis, finalmente, ha revelado otro nuevo y determinante rasgo: un mundo multipolar en el que nuevas potencias económicas irán afirmando su voz. Esto conducirá tarde o temprano a una nueva realidad multilateral global, tanto en el plano económico como en el político. No es descabellado pensar que estamos en la antesala de un nuevo acuerdo monetario internacional, que ancle el sistema a una cesta de monedas y no solamente al dólar y que, idealmente, también termine por acordar una regulación de las instituciones financieras de inversión. Pero, cuando esto ocurra es posible que no todo nos resulte cómodo: India, China, Brasil o Rusia pudieran traer ideas y sugerencias no muy familiares para los que hasta el momento vivimos en el epicentro de la globalización.

10. Y como último rasgo inescapable, existen otras crisis, menos mencionadas, pero también determinantes. Vivimos en un planeta muy poblado (Jeffrey Sachs) en el que los cuatro pilares del crecimiento humano están sujetos a cuellos de botella crecientes: junto a la amenaza de un rápido cambio climático, existen 1.000 millones de personas con riesgo de desnutrición, 1.200 millones de personas no tienen acceso a agua potable, y 1.800 millones no tienen acceso a la electricidad... Y estas cifras no son sino el anuncio de las crisis de seguridad alimentaria, de agua y de energía que seguiremos experimentando intermitentemente en el futuro.

Ante este cambio de era caben dos posiciones intelectuales: la más natural es el desconcierto, y el sentimiento de impotencia. Pero también cabe el convencimiento de que una tarea primordial de gran significación social hoy es que los investigadores sociales, políticos y económicos se desapeguen de las creencias prevalentes y hagan un esfuerzo para ver la realidad tal y como es, con la esperanza de, al menos, acertar a hacer preguntas relevantes.”

Una reflexión muy poderosa sobre lo que está pasando. En un mundo multipolar, de poderosas multinacionales, mengua del poder público, redes sociales indignadas y un planeta poblado y recalentado, las escuelas de negocios han de jugar un papel muy diferente al que les dio el éxito durante la segunda mitad del siglo pasado. Necesitamos poderosas preguntas para la reflexión e ilusionantes retos para la acción.

Y por la noche, a las 22.30, he ido a ver “La piel que habito”, la nueva de Almodóvar. Esperaba mucho más, sinceramente. El mito de Prometeo (de Frankenstein) revisitado desde la cirugía plástica. Grandes actores (Banderas, Anaya, Paredes, Fernández), bien dirigidos… pero el guión me ha resultado insulso. Lástima.