Torrente y los líderes que nos merecemos

Jornada intensa entre Madrid y Sevilla. Por la mañana, reunión con uno de los mayores expertos nacionales de Responsabilidad Social Empresarial para avanzar en un proyecto conjunto. Y después, con nuestro socio en una alianza estratégica para desarrollar una Nueva Cultura del Riesgo en las entidades financieras, que falta hace. Además, he participado en el proyecto de transformación de una empresa cliente. AVE a la capital hispalense, porque mañana trabajo en Liderazgo en ETEA/Loyola Business School.

Un estudio conjunto de ‘The Guardian’, 'Der Spiegel’, ‘Le Monde’, ‘Gazeta Wyborcza’ y ‘El País’ revela que los europeos no se fían de sus líderes. La confianza en los gobiernos es “no mucha” (46%) o “ninguna” (32%). Sólo el 14% tiene alguna confianza y el 6% mucha. El 90% de la ciudadanía piensa que no son honestos, íntegros. El 77% piensa que el gobierno ha estado gastando demasiado dinero.El 47% piensa que en 10 años estaremos algo o mucho peor y el 25% que estaremos algo mejor (mucho mejor, el 7%). Desolador panorama.

En El Mundo, Lucía Méndez escribe sobre “Torrente y la clase política”: “La clase política española está bajo mínimos”. “Cabe la posibilidad de que las cosas sean como parecen, sin barniz intelectual ni moral ni psicológico. Francamente, si millones de españoles prefieren ir a ver una película como “Torrente” antes que otros títulos, parece claro que España no sólo sufre una crisis económica, sino otro tipo de crisis. Cada uno que la defina como quiera”. “Es muy fácil ver la paja –no, claro, en el sentido que le da Torrente a esa palabra- en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Una cosa sí cabe reprochar a la clase política. Tan centrados están todos en ponerse a parir de un partido a otro que no se dan cuenta de lo que está pasando a su alrededor. No analizan las transformaciones sociales, ni reparan en el deterioro galopante de la educación, ni se preocupan por el retroceso de ciertas costumbres relacionadas con la civilidad y hasta con la urbanidad. Son antiguallas tal vez propias de Bergman o de Rohmer en su versión cine fórum”. Muy certera Lucía Méndez.

Me interesa el fenómeno de “Torrente 4”, el mejor estreno de la historia del cine español. Más de 8 millones de euros de recaudación y más de un millón de espectadores en el primer fin de semana. ¿Quién puede competir con Kiko –antes Paquirrín-, Belén Esteban, María Patiño o Fernando Esteso liderados por Torrente? Este finde, la cuota del pantalla del cine español casi llegó al 60%. David Gistau escribe también en El Mundo: “Nos ha unido en el oficio de la risa colectiva y ha salvado al cine español”. Maravilloso.

¿Cómo explica su éxito el propio Santiago Segura? En su artículo “Todos somos torrentianos”, el director y actor se separa de su zafio personaje (racista. Xenófobo, machista, asqueroso). “Pensamos que el de al lado es tonto y que los inmigrantes nos van a quitar el trabajo y que las mujeres conducen peor que los hombres y que el fútbol es más importante que el ajedrez y que aparentar es mejor que ser y que pagar a Hacienda es de pringaos… y eso es, precisamente, Torrente”. Para SS, la clave del éxito es que sabemos reírnos de nosotros mismos… No sé yo qué decirte.

En La Vanguardia de ayer, la filósofa Eva Illouz es entrevistada en La Contra por Lluis Amiguet: “Tras forrarse con trampas nos aplican la cultura del esfuerzo”:

"Durante siglos, el ideal del hombre culto era el equilibrio.

¿En qué sentido? 
Lograr la ausencia de emociones intrusas en la paz del alma. Si las dominabas, alcanzabas la ataraxia.

Y si no, eras un esclavo de tus pasiones.
 El cristianismo transforma ese ideal de la paz interior en el de “la paz de Dios”; y las pasiones, en pecados. Y va un punto más allá en cuanto a reprimir el exo. Ahora ya no se trata de no practicarlo: eso es fácil...

¡Qué me va a contar !
El cristiano debe conseguir no desearlo. Y eso requiere un cambio profundo en su conciencia, que es lo más importante de su vida.

Entonces el dinero era un pecado más.
 Hasta el protestantismo, que da una vuelta de tuerca materialista a ese ideal; ya no se trata de dominarse y contemplar a Dios en la pobreza; para ser bueno y feliz debes trabajar duro y ser honesto y así llegarás a rico, que equivale a ser santo. Y, con esa moral victoriana, Inglaterra conquista el mundo.

La cultura del esfuerzo que hoy revive. 
Siempre vuelve en las refundaciones del capitalismo como la que ahora vivimos. Esa moral victoriana niega la buena suerte, porque, para un buen hombre, la buena suerte sólo es el fruto del trabajo duro de cada día.

Y habría que tener algún talento...
 El talento supone haber tenido la fortuna de nacer con él, y la moral victoriana sólo reconoce lo ganado con esfuerzo y honestidad.

Siempre recompensados... En el cine.
 Se trataba de que aceptaras el orden establecido, y, a cambio, te brindaban la ilusión de que había una escalera social para que cualquiera –con o sin talento o apellidos– que sudara lo suficiente llegara a ser rico.

¿Y usted no cree en ese esfuerzo? 
Yo creo en la historia, que muestra la cantidad de casualidad y a menudo desvergüenza requeridas para amasar fortunas. Después, el mito lo forjan los ganadores, que suelen preferir que se les admire por sus méritos personales que por su suerte, porque, como ellos, puede tenerla cualquiera.

¿Por qué vuelve esa moral victoriana?
 Porque el colapso financiero ha puesto en evidencia que quienes manejan el sistema hacen trampas y aun así al fin acaban ganando. Y eso hace sentirse idiotas a quienes no las hacen y van a trabajar cada día.

También hay quien disfruta su trabajo.
 Para controlar y regenerar el sistema deben volver a convencernos de que si trabajamos duro, tendremos recompensa. Por eso ahora resucitan la cultura del esfuerzo para neutralizar la de casino y la del favor político, que acaban de demostrar que sí son efectivas.

¿Y dónde está la felicidad?
 En el XIX estaba en la honradez y en la riqueza, hasta que el psicoanálisis y la psiquiatría, que hasta entonces sólo se habían preocupado de los enfermos mentales, crean una categoría genial: los neuróticos. Y en los 70 democratizan la enfermedad mental.

Ya puedes ir al psicólogo sin estar loco.
 Neurótico es cualquiera que sufra un conflicto interno. Es una gigantesca operación de marketing sanitario: si te enamoras de una chica, pero no te conviene, tienes un conflicto y tal vez una neurosis; o si te peleas con tu padre o los vecinos o con tu perro..., tienes conflictos y eres un neurótico.

Y tal vez necesites medicación...
 Antes que las píldoras, los psicólogos conciben otro provechoso invento: la autorrealización. Ya ni siquiera necesitas un conflicto para ir a terapia. Ahora, basta con que no te "sientas realizado" para cobrarte la visita.

O al menos para venderte su librito. 
Cualquiera puede pagarse ese libro que le ayude a realizarse. Y entonces aparece toda una narrativa –en su mayoría, banal– para ayudarte a realizar “todo tu potencial”.

Género en auge.
 Si trabajas mucho, eres workahólico y necesitas ayuda, pero si trabajas poco y no eres ambicioso, también necesitas ayuda, porque te falta autoestima... Debes ir a terapia.

Y se titulan por miles los psicólogos.
 Nuestra vida se ve invadida por su palabrería: si te gusta el sexo y lo practicas sin cesar, eres sexoadicta y tienes miedo al compromiso; pero si, en cambio, te enamoras perdidamente de alguien y le eres fiel, eres dependiente e insegura de ti misma.

¡Qué estrés! 
El gran cambio respecto a san Agustín o la moral victoriana es que hoy tu objetivo es inalcanzable: está siempre en movimiento.

Y la cartera, tras él...
 Te convencen de que debes estar toda tu vida “trabajándote” y para ello necesitas guías, terapia, libros, consultas, pastillas...

¿Y si vas a tu bola y punto? 
Somos humanos y requerimos de marcos de referencia e instituciones, pero, como están en crisis, sólo nos queda la psicología para buscar algo de coherencia. Así que ellos siguen ganando. Y ahora, con pastillas: se muere un familiar, te las dan para superar el luto; te abandona la pareja, igual. Llorar, que era lo más natural del mundo, hoy es un trauma que debe tratarse a pastillazos.

Se han medicalizado los sentimientos. 
Y las carreras. Un profesional ahora debe lograr lo imposible: ser cordial con sus compañeros, pero competitivo; buen jefe, pero también buen amigo; ser simpático, pero no demasiado, porque sería débil... Ni muy enérgico, porque sería autoritario. Por eso también necesita coaching psicológico.

¿Y si te aceptas como desastre?
 Siempre habrá gurús dispuestos a ayudarle: esté tranquilo”.

“Creo en ser madre”: "Los hijos son la única y la última religión universal: se lo damos todo sin esperar nada. Tan sólo nos brindan una vaga promesa de recordarnos tras la muerte. Hoy la paternidad es el más abnegado y generoso de los sacerdocios contemporáneos. Porque la religión ocupa cada vez menos espacio en nuestras vidas, pero nuestras vidas tienen espacios cada vez más religiosos: regale una cena romántica a su pareja y verá cómo las luces, los vestidos y el menú se convierten en símbolos que separan lo cotidiano de lo sagrado y así crean un ritual ¿una misa de pareja¿ que, como todo rito, renueva un vínculo entre dos: lo fue entre Dios y los creyentes y hoy es entre los dos creyentes en un mismo amor".


Entretanto, para entretenernos, esta sociedad del espectáculo nos da Torrente. Lethal Crisis. Como ha dicho también Santiago Segura: “En este país, hasta Torrente podría presidir el Gobierno”.


Mi agradecimiento de hoy para Luis Miguel, Jaime, José, Ignacio y María.