El poder y la lucha

Mañana de trabajo en un proyecto de transformación de una empresa tecnológica longeva (40 años), de origen familiar y que en 2010 ha sufrido resultados negativos. En la era anterior, podía crecer y ganar dinero a pesar de las ineficiencias y de una productividad mejorable. En este cambio de época, tendrá que reinventarse (estoy convencido de que lo logrará, porque hay Liderazgo para ello) y así salir adelante.

En la revista Capital del mes de marzo, como portada, La lucha diaria. Subtítulo: “Con la crisis, ir al trabajo es como subirse al ring cada día. Uno se expone a recibir puñetazos y ser derribado. Cuida tus abdominales: Quedan tres años de asaltos”. Rafael Pascual, en su artículo sobre el tándem, tiene la amabilidad de citarme. Gracias, Rafa y a todo el equipo de la revista.

El poder está cambiando radicalmente. Los galones valen cada vez menos; la credibilidad (la autoridad moral), cada vez más. En la revista Capital se narran los incongruencias de este cambio: pugnas como la ACS e Iberdrola, la de Acciona y FCC; “mi asesor principal es un astronauta” (o un entrenador de fútbol); los herederos ilustres; los directores financieros; las juntas de accionistas; las secretarias… Soy un rendido fan de Capital (creo que Consuelo Calle y su equipo realizan una labor formidable), por ello he de confesar que no me parece su número más logrado. Una entrevista (al nuevo Consejero Delegado de Abertis, Francisco Reynés, “el ejecutivo alquimista”), seis artículos sobre el poder (me temo que no queda claro el símil del púgil), otros cinco de lo más variado (la locomotora alemana, la venta de armas de EE UU, la avalancha de nuevos productos, el arbitraje, las multinacionales teutonas) y cuatro firmas (Tyler Cowen: “Ni trabajando gratis me quieren”; Joaquín Varela de Limia, “Nuevas inversiones empresariales para Galicia”; John de Zulueta, “Hay que introducir cambios en el sistema sanitario”; Juan Manuel de Prada, “Los gajes de la ética finalista”) que no son precisamente temas muy de actualidad. Seguro que el próximo, el de abril, sale mucho mejor.

En Barajas (gracias al retraso de una hora y media de la compañía aérea de turno), he estado leyendo ¡Indignaos! de Stéphane Hessel, con prólogo de José Luis Sampedro (ambos tiene 93 años, están indignados y siguen luchando). Hessel, que se unió a De Gaulle en 1941, apela a los principios y valores de la democracia. “estos principios y valores son más necesarios que nunca. Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos: no esa sociedad de sin papeles, de expulsiones, de recelo hacia los inmigrantes, no esa sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la Seguridad Social; no esa sociedad donde los miedos de comunicación están en manos de la gente pudiente”. La Resistencia, nos recuerda Hessel, apelaba a “la posibilidad efectiva de todos los niños de beneficiarse de la enseñanza más desarrollada” y hoy ocurre lo contrario.

“El motivo de la resistencia es la indignación”. Es un valor precioso. La indiferencia es la peor de las actitudes. Hay dos grandes desafíos: la enorme distancia entre ricos y pobres y Los derechos humanos y la situación del planeta. La no violencia es el camino a seguir, como Luther King, como Mandela (como Gandhi, añade Sampedro en el prólogo). “A todos aquellos que harán el siglo XXI, les decimos, con todo nuestro afecto: Crear es resistir. Resistir es crear”.

Un opúsculo (apenas 40 páginas), ninguna novedad conceptual, un poderoso llamamiento a la acción. En Francia, ha vendido más de un millón de ejemplares. Aquí se acaba de publicar, aunque no le auguro tanto éxito.

Mi agradecimiento de hoy a los luchadores, como Ignacio, Carlos, Juan Pedro y César. Sin sana indignación (canalizada hacia la acción y la transformación) no hay innovación.