El arte de ser flexible

Vuelo a Bruselas a las siete y media de la tarde con Carlos, Raúl, Cristina, Isabel y Antonio de EBS (la Escuela de Negocios de Extremadura). Mañana vamos a tener una serie de reuniones en el Parlamento Europeo de mucho interés.

En el vuelo he estado leyendo el último libro del psicólogo argentino de origen italiano Walter Riso, El arte de ser flexible. El autor define la flexibilidad mental como una virtud que define un estilo de vida. “La fuerza del pensamiento flexible radica en que, a pesar de la resistencia y los obstáculos, podemos inventarnos a nosotros mismos y fluir con los eventos de la vida sin lastimar ni lastimarnos”. Contrapone las mentes flexibles a las mentes rígidas (de piedra, inmóviles, monolíticas, impenetrables) y a las mentes líquidas (que no se interesan por nada, que no toman posiciones). Modernidad, posmodernidad y ultramodernidad, en lenguaje de José Antonio Marina. La mente rígida vive en un limbo acomodado, distorsionado y altamente peligroso. La mente líquida es nihilista, sin forma. La mente de arcilla, flexible, posee creencias y es capaz de dudar de ellas si la razón y la lógica demuestran lo contrario. “Ser flexible es un arte, una excelencia y una virtud que consta de, al menos, tres principios: la excepción a la regla, el camino del medio y el pluralismo”.

Para Walter Riso, el “cóctel retrógrado” es el dogmatismo (egocentrismo, soberbia/arrogancia, intolerancia), el fundamentalismo y el oscurantismo. “Una de las características de la inflexibilidad mental es la solemnidad, que se manifiesta, abierta o soterradamente, como una alergia a la alegría”. Walter Riso nos recuerda que el sentido del humor como virtud pertenence al grupo de la trascendencia. “Algunos han comparado el goce que produce la risa con el orgasmo sexual, debido a las sustancias que libera y a que el tiempo psicológico deja de existir, porque la risa nos situa de manera categórica en el aquí y en el ahora. Sexo y carcajada: juntos son dinamita”.

¿Reír o llorar? Heráclito (el lado trágico, oscuro) frente a Demócrito (el optimismo, el entusiasmo). “Puedes jugar para divertirte o para ganar y puedes hacer actividades relajadas para pasarlo bien o para hacerlas muy bien”. El humor es subversivo para una mente rígido. Es el poder del pensamiento lúdico: “El pensamiento lúdico es una virtud alegre que siempre acompaña a la sabiduría”: Perfeccionismo, conformismo, resignación normativa (“nada va a cambiar”), fatalismo (“el cambio no es conveniente”), baja autoeficacia (“No podré enfrentarme a lo que viene”), prejuicios: estereotipos infundados, sentimientos de miedo y hostilidad, comportamientos discriminatorios (conmigo o contra mí): Racismo, Sexismo, Clasismo… Nadie estamos libres de prejuicios.

Las mentes rígidas son simplistas; las flexibles son complejas. La simpleza (frivolidad, superficialidad) no es sencillez (virtud, sabiduría): “La sencillez de carácter es el resultado natural del pensamiento profundo” (William Hazlitt). La rigidez suele acompañar el autoritarismo, la tiranía; la flexibilidad, el pluralismo. Es la lección de Antígona, de Sófocles: el derecho a rebelarse contra la tiranía y la opresión.

Para una mente flexible, hay seis zonas de las que alejarse: la del dogmatismo (creencias inamovibles), la de la solemnidad/amargura (tomarse demasiado en serio a uno mismo), la de la normatividad (aceptación ciega de las normas), la del prejuicio y el fanatismo, la de la visión simplista del mundo y la del autoritarismo y abuso del poder. Un libro sumamente interesante este de Walter Riso, El arte de ser flexible..

Hemos llegado al hotel Hilton de Bruselas a eso de las diez y media de la noche. Isabel Tovar nos ha llevado a un pintoresco (y delicioso) restaurante, “Le fin de siècle”, en la calle Chartreux (Kartuizersstraat) nº 9, donde nos han servido especialidades bruselenses: codillo, stoemp (pure de patatas y otras legumbres con dos grandes salchichas), conejo a la cerveza, mousaka y carbonada (carbonade de bœuf braisée à la bière), regadas con las típicas cerveza Leffe. Después nos enseñó, cerca de la Gran Place, “Goulpin de fol" en la rue de la Violette 22 (un sitio deliciosamente decadente que fue en los 70 fumadero de opio y set de pelis porno) y “The music village” (después de 11 temporadas, da unos 250 conciertos al año), hasta la una y media de la madrugada…

Mi agradecimiento de hoy a Carlos, Raúl, Isabel, Cristina y Antonio por esta maravillosa aventura.