Attraversiamo

Domigo soleado en el centro de la Península. De la prensa de hoy, las cuatro páginas del Magazine sobre la historia de la red social, llevada al cine (la versión en pantalla grande de Millonarios al instante se estrena el 15 de octubre); La crisis dentro de la crisis, por Alain Touraine, en El País: “La pasividad y la resignación no son solo consecuencias, sino causas profundas”; Especialistas de la agenda, por Karelia Vázquez, en El País Semanal: “Para crear una red hay que saber qué se busca, adónde se quiere llegar y qué personas te pueden ayudar en este camino”. Dos reglas: generosidad y paciencia; ¿Por qué las cosas van tan mal?, de Eduardo Punset, en XL Semanal. “No es por falta de liquidez; hacen falta mayores dosis de innovación y esfuerzo personal”; también en esa revista dominical de Vocento, entrevista a Toni Nadal, ‘coach’ de Rafa: “El éxito es una cuestión mental”; en El Mundo, las patologías ocultas de los poderosos: el alcoholismo de George W. Bush, las depresiones de De Gaulle, el Alzheimer de Reagan, la enfermedad de Addison de JFK, el cáncer de próstata de Mitterrand, la paranoia de Stalin, el tratorno bipolar de Mussolini, la leucemia del Sha, el accidente cardiovascular de Sharon; la viñeta de Maximo en ABC. Una chica que proclama: “Los hombres no nos entienden para ahorrarse valorarnos”; el Extra de Formación y Empleo en El País, con una entrevista de Paz Álvarez a Eugenia Bieto (ESADE): “Liderar es un regalo que hay que devolver”, Francisco Iniesta (IESE): “Se necesita gente que reinvente el futuro” y Santiago Iñiguez (IE): Los líderes del futuro son los que se relacionan bien en las redes sociales”; y en Expansión & Empleo, Así nos duele el desastre laboral, por Tamara Vázquez, La cruel paradoja de buscar trabajo sin experiencia, por Tino Fernández, que habla de la ‘práctica deliberada’ (10.000 horas), ¡Peligro!: Presentes pero ausentes, de Ángela Méndez, sobre el absentismo emocional, con comentarios de Nekane Rodríguez y Marta Romo, El atleta coporativo, también por Ángela Mendez, que buscar usar bien la cuádruple energía: física, mental, emocional y espiritual; en Cine de Gestión, Compre acciones de su propia vida, por Montse Mateos, sobre la película Come, Reza, Ama y los sabáticos. En EEUU un 11% de las compañías ofrece sabáticos pagados y un 29% ofrece tiempo libre sin retribuir.

Precisamente hemos ido esta mañana a ver esta cinta de Julia Roberts basada en el libro del mismo título de Elizabeth Gilbert. Una peli interesante, con preciosos paisajes de Italia, India y Bali, el encanto de la protagonista y excelentes secundarios como Delia, la amiga de la protagonista (Viola Davis), Richard el texano (Richard Jenkins) y el brasileño Felipe (Javier Bardem). En IMDB sólo le dan un 4’7 sobre 10 y Montse en el mencionado artículo la califica de “un filme tildado de filosofía barata, turisteo de lujo y empalago visual”.

Me he quedado con la sensación de que esta historia de Liz, la escritora americana de 41 años que recibe un anticipo de su próximo libro y decide pasar cuatro meses en Italia, cuatro en India y cuatro en Indonesia (tres países que empiezan por I, como dice ella en su relato) debía tener más jugo en el texto que en su versión cinematográfica. Por ello, esta tarde me he leído el libro Come, reza, ama. Y me ha gustado mucho.
Comienza con una introducción que titula Abalorio 109. Se refiere a los japa malas, collares de cuentas que los hindúes y budistas devotos utilizan para concentrarse en sus meditaciones, que llevam 108 abalorios y que los cruzados trajeron a Occidente como rosarios. 108, múltiple de tres, es el supremo equilibrio (el libro de Elizabeth George se compone de tres partes de 36 capítulos cada uno). Todo japa mala tiene un abalorio de más, el 109, que es para dar las gracias a tus maestros. Preciosa lección sobre el valor de la gratitud.
Para escapar de un divorcio tormentoso (en el libro recuerda una viñeta del The New Yorker, en el que una mujer le dice a otra: “Si quieres conocer a una persona a fondo, divórciate de ella”) y de una relación con un guapísimo joven 10 años menor que ella con espantada sentimental, Liz se va a Roma, a un apartamento junto a la Piazza di Spagna. a disfrutar del placer de la comida (se autoimpone el celibato y decide pasar de la ópera, la moda, el cine, los coches de lujo y el esquí alpino) donde conoce a los gemelos Giovanni y Dario, con los que conversa en italiano e inglés, la sueca Sofie que trabaja en un banco, y Luca Spaghetti (curioso nombre también en Italia). Va con ellos al fútbol (a ver al Lazio), estudia italiano cinco horas al día, pasea por la ciudad (Piazza Navona, Villa Borghese, el Panteón, el Augusteum) visita Nápoles, Bolonia, Florencia, Venecia, Sicilia, Cerdeña y Calabria y disfruta del Bel far niente, “la belleza de no hacer nada”. Entre las 20 palabras que aprende al día, la que más le gusta es “Atrravesiamo”, “Crucemos al otro lado”. Un consejo de su amigo Giovanni: “Parla come mangi”, “Habla como comes”, “No lo adornes mucho. Suéltalo y punto”.
Tras un paréntesis navideño en Nueva York, Elizabeth pasó cuatro meses a principios de 2004 en la India, en el ashram cerca de Mumbai. Su mantra, Om Hamah Sivaya: Honro la divinidad que vive en mí. Medita, ora (meditar es escuchar y orar hablarle a Dios, que es el amor supremo) y conoce a personas interesantes como Richard el texano, que le llama ‘Zampa’ (en la película, ‘Carrillos’) o una joven hindú de 17 años, Tulsi, que no quiere casarse por conveniencia. “Zampa, tienes que aprender a elegir tus pensamientos, igual que eliges la ropa que te vas a poner todos los días. Es una capacidad que tienes y que puedes llegar a dominar. Si quieres controlar tu vida, tienes que controlar tu mente”. En la última semana que pasa en el ashram, aprende una palabra que le encanta: antevasin, que significa, “persona que vive al límite”. Así se considera.
En Indonesia no conoce a nadie ni tiene planes preconcebidos. Busca a un curandero muy mayor que le predijo que volvería a vivir junto a él durante una lectura de manos años atrás. En Ubud, foco cultural de la isla de Bali, se aloja en un hotel, visita a Ketut Liyer (así se llama el curandero, que puede tener entre 65 y 105 años), se hace amiga de la curandera Wayan y su hija Tutti, se alquila una casa paradisíaca y conoce a varios extranjeros, entre ellos Felipe, un brasileño que tiene 52 años. “En Bali lo colectivo es mucho más importante que lo individual. De lo contrario nadie comería”. De Ketut aprende la ‘meditación de los cuatro hermanos’: inteligencia, amistad, fuerza y poesía. Pasa las mañanas con Wayan, las tardes con Ketut y las noches en su casa. Felipe la llama “magrafalsa”, término carioca que designa a una mujer que parece flaca de lejos y que de cerca es redondeada y carnosa. “Estoy disfrutando de la experiencia de enamorarme de ti, cariño”, le dice. En un mes no salen del dormitorio. “Y no estoy exagerando demasiado. Nunca en toda mi vida me habían amado y adorado así, nunca con tanto placer, energía y dedicación. Nunca me habían desvelado, revelado, desplegado y transportado de semejante manera durante el acto del amor. Lo que está claro es que en la intimidad existen ciertas leyes naturales que gobiernan la experiencia sexual entre dos personas y que estas leyes no pueden alterarse, como tampoco se puede alterar la gravedad. El hecho de sentirse a gusto con el cuerpo de otra persona no depende de nosotros. Tiene muy poco que ver con lo que piensan, hacen, dicen o parecen las dos personas en cuestión. Hay un imán misterioso que puede estar ahí, enterrado en las profundidades del esternón, o no. Cuando no existe ese imán (cosa que sé por mi dolorosa experiencia propia), no se puede forzar, como un médico no puede obligar al cuerpo de un paciente a aceptar un riñón del donante equivocado. Según mi amiga Annie, todo se reduce a una pregunta muy sencilla: “¿Quieres pasarte el resto de tu vida restregándote la tripa con esa persona, o no?”. Liz descubre (con enorme placer, como escribe ella) que “somos una pareja perfectamente combinada, genéticamente programada para frotarnos la tripa estupendamente”. Y ahora viven entre América, Australia (donde están los hijos de Felipe), Bali y Brasil.

La novela y la película concluyen con la palabra italiana Attraversiamo. Crucemos al otro lado.