La imaginación europea

Correos, Sociedad Anónima Estatal con sus decenas de miles de profesionales (considerada un Top Employer por CRF) está a unos meses de la liberalización y hoy hemos estado examinando con Concha Lagüela, su responsable de formación y selección, las opciones estratégicas de desarrollo del Talento. Una compañía muy interesante, puntera en la gestión del conocimiento.

Me ha gustado mucho el artículo de José Sámano, El Mundial de los mosqueteros, en las páginas de deportes de El País. Es el siguiente:
“No será este un Mundial de autor como los de Pelé, Zidane, Ronaldo o Maradona, sino de mosqueteros, todos a una. En Sudáfrica se han impuesto los conjuntos por encima de los más reputados letristas, un campeonato de todos y de ninguno. No hubo señas de Rooney ni Cristiano Ronaldo, apenas alguna migaja de Kaká, y Messi se fundió cuando más le urgía a Argentina. En África se difuminaron Drogba y Eto'o y del borrón general de los esperados equipos del continente solo se libró Ghana, que ha jugado sin Essien, su gran referente.
Reinan cuatro técnicos sin estridencias: Tabárez, Löw, Van Marwijk y Del Bosque
Alemania ha competido sin el sobrevalorado Ballack, lo que ha reconfortado a chicos como Müller, Özil y Khedira, que hoy cotizan alto. Con Ballack quizá fueran sherpas. La marcha triunfal de los equipos americanos en el primer tramo del campeonato tampoco tuvo un nombre propio con selecciones tan gremiales como Chile y Paraguay, que maquillaron la falta de solistas con la solidaridad de notables secundarios.
Lo mismo ha ocurrido en los banquillos, donde esta semana reinan cuatro técnicos sin apego a las estridencias, entrenadores que por su forma de actuar preconizan el valor del grupo sobre cualquier cosa. Ellos no quitan focos. Son los casos de Óscar Tabárez, Joachim Löw, Bert van Marwijk y Vicente del Bosque. Nada que ver con el abrasivo histrionismo de Maradona, la soberbia del pitoniso Domenech, el cutrerío del sargento Dunga o las poses divinas de Capello, un entrenador de Armani, un ganador eterno, como deslizan en su coro mediático, que cuando pierde dice no reconocer a sus jugadores. Un triunfador en exclusiva que no conjuga el verbo perder, eso es asunto del vestuario. Él tiene coartadas: la pifia de un portero (Green) o de un árbitro (Jorge Larrionda). No es el único que ha padecido las travesuras del Jabulani o los espasmos arbitrales.
Sin estos técnicos altisonantes, el Mundial ha bajado el volumen. Solo quedan las vuvuzelas de una afición primeriza abandonada muy pronto por los bafana y que desde hace semanas debe mudarse de colores cada día.
Los cuatro equipos que se jugarán el título a partir de hoy (Uruguay-Holanda, 20.30) tienen varias connotaciones similares. De entrada, no están supeditados a ningún futbolista de camerino, no de vestuario. Son selecciones orquesta, en las que todos tienen su cuota de éxito, las líneas se respaldan unas a otras y no se desprecia el medio campo como si fuera un apeadero prescindible como hicieron Argentina o Brasil, por ejemplo. En este instante, cabe pensar que Villa y Klose se disputen el mvp, lo que subrayaría el tono sindicado del torneo. Ambos goleadores precisan que el juego se articule a su alrededor. En gran parte, de ello depende su rendimiento: del compás de Xavi e Iniesta, del empuje de Müller, de una nota de Özil. La producción de Luis Suárez y Forlán no sería la misma sin la corneta de Lugano o el estajanovismo de Diego Pérez. Sneijder y Robben tampoco juegan solos.
El caso de España es paradigmático. Villa al margen, sin la mejor versión de su esqueleto, resulta que casi todos han contribuido. Casillas silenció la cháchara que había a su alrededor cuando más se le añoraba en España; Xavi e Iniesta llegaron a tiempo a pensar goles decisivos; Piqué, Puyol y Capdevila evitaron más de un susto; Busquets ha sido un ancla crucial, y Xabi Alonso, además de otras misiones, se ha sacrificado en favor del gol, no ha rechistado al cubrir la banda de Villa para descargar la mochila defensiva del asturiano. Todo en favor de una causa común. Tanto carrete ha necesitado la selección de Del Bosque que la importancia del banquillo ha sido capital. Torres y Navas, aunque sin éxito, estiraron el equipo ante Suiza, Llorente cambió el paso a Portugal y Cesc hizo de despertador ante Paraguay, como Pedro, que jugó al billar con el poste en la carambola final de Villa. Incluso alguno ha sido imprescindible sin debutar, como Reina en su soplo a Casillas cuando Cardozo iba a tirar el penalti. Así es este Mundial sin divismos, imposible de etiquetar porque el todo está por encima del yo.”

Efectivamente, es el Mundial de los equipos y no de las figuritas, un ejemplo de que el paradigma de compartir se está imponiendo. Mi agradecimiento a aquellos periodistas que nos están enseñando de verdad en este Campeonato del Mundo, como José Sámano, John Carlin, Maldini, Diego Torres, Ramón Besa o, sí, Sara Carbonero, con sus entrevistas post partido.

Ya quedan tres selecciones europeas: la Holanda de Sneijder y Robben, que ha llegado a la final, la Alemania de Löw y La Roja. Según el pulpo Paul, del acuario de Oberhaussen, España ganará a Alemania (el pulpo de momento ha acertado en todas las ocasiones, incluso la derrota ante Serbia). Las apuestas están muy igualadas.
He estado leyendo Las siete llaves de la imaginación, de Piero Morosini. Utilizando ejemplos como la comunidad de San Patrignano (que rehabilita al 72% de los drogodependientes a 10.000 € por persona), Inditex (desde junio de 2009, la nº 1 a nivel mundial en su sector), Kola Real (la empresa de la familia Añaños), Medtronic o easyJet, introduce siete claves/llaves para la imaginación: Mentalidad superadora, Obsesión por el cliente, Misión con propósito profundo, Líderes Viracocha (como el sabio andino, personas con integridad, tolerancia, predicar con el ejemplo, generosidad y paciencia), Tinkunay (palabra quechua que significa “convivencia”), Promesas de caballero (compromiso serio y honesto) y Aglutinante común (potente cultura corporativa y proceso de comunicación informal; Inditex es la 3ª compañía europea y la 11ª a nivel mundial para atraer líderes, según Fortune). La imaginación como “magia de la mente”: de “magh”, poder en la más antigua lengua indoeuropea, surgen magnanimidad, mago, imagen, magia, imaginación. Todos conocemos aquella frase de Einstein: “La imaginación es más importante que el conocimiento. Porque el conocimiento está limitado a todo lo que sabemos y comprendemos, mientras que la imaginación comprende el mundo entero, y todo lo que podremos conocer y comprender jamás”. En palabras del autor: “Por una parte, la creación del futuro es un proceso racional que produce resultados extraordinarios para todos los que participan en él. Pero por otra, soñar un futuro totalmente diferente y actuar con resolución para alcanzarlo no es más que dejar salir el mago que llevamos dentro”.

La imaginación, más allá del brainstorming. Es cuestión de sueños, de equipo, de liderazgo, de ilusión, de compromiso. La imaginación al poder, de una vez por todas.