Eduardo, ¡estás despedido!

Ayer compré en La Casa del Libro el último libro de Ignacio Álvarez de Mon, titulado ¡Eduardo, estás despedido! Un relato sobre cómo superar una crisis personal. Ignacio, gran persona y excelente profesional, es el director del área académica de Dirección de RRHH en el Instituto de Empresa. Recuerdo hace años una comida juntos en Iroco en la que manifestaba su deseo de escribir un libro, fruto de la cual fue De ti depende (2008). Este segundo está además avalado en la contraportada por Mario Alonso Puig (con el que tendré el honor de pasar una semana trabajando en EEUU en marzo), José María Irisarri (Presidente de Vértice 360º) y Borja Vilaseca (director del Máster en Desarrollo Personal y Liderazgo de la UB), tres grandes amigos.

¡Eduardo, estás despedido! es la crónica de algo más de un año (desde el 29 de noviembre de 2008 al 11 de diciembre de 2009) de Eduardo Fernández Gormaz (48 años, 18 de casado, 3 hijos) que tras haber trabajado 15 años en la misma compañía en el área financiera, es despedido por el presidente de la misma (“hemos de prescindir de tus servicios”) de manera aparentemente explicable. Ignacio escribe este año en la vida de un directivo como si fuera un diario. Por consejo de su esposa, visita a un psicólogo (diez sesiones que apenas hacen mella en él), una empresa familiar de tamaño medio le ofrece contratarle por la mitad del sueldo anterior, empieza a cuestionarse cosas y a ser más receptivo, un amigo de verdad le propone ir a Ecuador un mes con una ONG para enseñarles a conceder microcréditos y acaba dando clases en un Máster, montando su propia empresa de consultoría y formando parte de la ONG. Acaba más feliz (intuimos) que antes de ser despedido. “Lo que más cuesta cambiar no es el mundo, nuestro mundo. Lo que más cuesta cambiar es la trama de nuestros pensamientos. Cuando modificamos nuestra manera de pensar, transformamos nuestra vida”. El protagonista lee La rueda de la vida, de Elisabeth Kübler-Ross, pero no sigue las etapas del duelo, aunque aprende de ella que debemos perdonar y atrevernos a hacer más cosas, a no resignarnos por miedo, inercia, automatismo… Ignacio cita, a través de su protagonista, a Sören Kierkegaard: “Si pudiera concederme un deseo, no pediría riqueza ni poder, sino el sentido del apasionamiento hacia lo que puede llegar a ser, por el ojo que, siempre joven y ardiente, ver lo posible. El placer defrauda, la posibilidad no lo hace nunca. ¿Qué vino más aromático, más incitante, más embriagador, que la excitante posibilidad?”. Y a Don Miguel de Unamuno: “¡Nada de plan previo, que no eres un edificio! No hace el plan a la vida, sino que ésta la traza viviendo. No te creas más, ni menos, ni igual que otro cualquiera, que no somos los hombres cantidades. Cada cual es único e irrepetible; en serlo a conciencia es tu principal empeño” (qué curioso, esta cita de Don Miguel también la incluye su hermano Santiago en Con ganas, ganas; nada es por casualidad). IAM nos demuestra lo importante que es la autoconfianza, estar con la gente que te quiere y tomar la iniciativa.

He disfrutado muchísimo con este libro. Me ha permitido reflexionar sobre el cambio de rumbo que se produce al dejar un empleo. A lo largo de los últimos 30 años, un servidor ha trabajado en una universidad (la UIMP en Santander, durante siete veranos, 1981-1987), una tecnológica en EEUU (Honeywell, en la central de Minneapolis, 1987-1988), tres multinacionales de consultoría americanas (Arthur Andersen, 1988-1990; Coopers & Lybrand, 1990-1992; HayGroup, 1995-2001) y dos empresas propias (Areté, 1992-1995; Eurotalent, 2002-). Me han “fichado” cinco veces y me han despedido dos (en 1992 y en 2001, en ambos casos despido improcedente). Le agradezco mucho a ambos “jefes” de la época lo que hicieron (tal vez no deberían haber sido tan abruptos y maquiavélicos), por darme la oportunidad de incrementar mi coraje. Si no, como el Eduardo del relato, me habría acomodado en una “jaula de oro” y habría jugado a no perder y no a ganar. Ahora, en una organización en la que soy decidor, como conferenciante, profesor universitario y escritor, soy inmensamente feliz. La libertad es uno de los bienes más valiosos, al mismo nivel que la propia vida. Sólo el amor lo supera en valor.

Esta mañana he estado viendo La cinta blanca, de Michael Haneke. Palma de Oro del Festival de Cannes, premio de la crítica de la FIPRESCI, Mejor Película del Cine Europeo y nominada por Alemania para los Óscar. Me parece una película arriesgada (en blanco y negro, sin música en los títulos de crédito, con un suspense sin resolver) que pretende mostrar las raíces del nazismo en un pequeño pueblo centroeuropeo justo antes de la I Guerra Mundial. La peli está bien, pero no me ha parecido la obra maestra que esperaba a tenor de tantos premios. En fin, creo que para los Óscar lo merece más El secreto de sus ojos.