Mis propósitos para el Nuevo Año

He aprendido estos días de Ferrán Adrià que el éxito no es de quien primero hace algo, sino del que lo conceptualiza. Pues hagámoslo con los “buenos propósitos” del año.

El último día del año, el que acaba con las doce campanadas, suele ser el más propicio para marcarte los objetivos para el año nuevo. En el último número de la Revista Psicología Práctica podemos leer un informe sobre Tus Propósitos, con nueve pasos para lograrlos:
1. Desearlo
2. Confía en ti
3. Concreta tus objetivos
4. Elabora un plan de acción
5. Reconoce las oportunidades
6. Aprende la lección
7. Aprovecha tus recursos
8. Insiste y persiste
9. Evalúa dónde estás

Efectivamente, en los procesos de coaching hablamos de reflexión y descubrimiento (deseo, autoconfianza, aprendizaje) y de plan de acción (con objetivos MARTE, potenciales obstáculos y fuentes de ayuda) hasta convertirlo en un hábito (persistencia). Es la manera natural de avanzar y crecer (y mucho mejor en un diálogo natural con un semejante).

Mis objetivos personales para 2010 están ligados a la salud y la forma física, al impulso del proyecto Eurotalent, a los afectos, a mis proyectos editoriales, como ponente y como docente, a la marca personal coherente con la reputación de nuestra compañía… Evidentemente, son medibles, ambiciosos y realistas, temporales y específicos. Haré todo lo posible por lograrlos y estoy convencido de ello.

Me atrevo también a proponer una serie de objetivos para nuestro país, que bien necesitado está de ello. Mis objetivos a nivel nacional son cinco:
- Conseguir que mejore la Calidad Directiva. Sabemos que la (buena o mala) calidad directiva impacta hasta en un 60% en la productividad y que como país tenemos un problema muy serio en este sentido. Somos, dentro de la OCDE, los 33º en productividad y competitividad (habiendo perdido cuatro puestos en el último año) y los 28º en calidad directiva (tras caer dos puestos en el ranking entre 2008-09 y 2009-10). Ojalá haya un pacto de estado para que los directivos, los empresarios, los responsables de la administración pública mejoren como líderes. No se me ocurren inversiones más rentables que desarrollar el talento directivo en nuestras organizaciones.
- Convertir a las empresas (públicas, privadas, pymes, grandes) en auténticas meritocracias, con una Estrategia clara y compartida, Perfiles de competencias para todos los niveles de responsabilidad, una Gestión del Desempeño profesional, un sistema de Promoción transparente y razonable, un verdadero Liderazgo que genere un clima laboral de satisfacción, rendimiento y desarrollo, un modelo de Retribución Variable autofinanciado y eficaz, Formación y Desarrollo (el líder como coach) para anticiparse adecuadamente a los cambios. La crisis está sirviendo de “excusa” a 9 de cada 10 organizaciones para no hacer bien las cosas, y eso se acaba pagando.
- Reducir drásticamente el desempleo. Más grave que no saber qué hacer es conocer el diagnóstico y no ser lo suficientemente valientes como para no tomar medidas. Si nada lo remedia, vamos a volver a crecimientos del PIB con más de cuatro millones de desempleados, una hemorragia de talento impresentable. Hemos de cambiar el mercado laboral que privilegia a los fijos con antigüedad y simultáneamente favorece la precariedad. Hemos de incentivar socialmente el autoempleo, más allá de las subvenciones puntuales. Hemos de educar al empresariado de que mantener los puestos de trabajo ha de ser primordial (y buscar fórmulas de mayor eficiencia y productividad). Hemos de acabar de una vez por todas con este mercado dual en el que unos cuantos viven como reyes y muchos sufren como parias.
- Aumentar radicalmente la felicidad. Nos hemos convertido en un país triste, como puede observarse en estas fechas navideñas. La felicidad depende sobre todo de amar lo que haces (la mayoría de los ciudadanos no trabajan en algo estimulante) y en estar con personas a las que amas. Menos atención a información basura, que genera pesimismo. Evitar la alarma social (el miedo sirve para consumir y para ceder las libertades a presuntos salvapatrias “por nuestra seguridad”). Más relación con los demás, contacto con la naturaleza, información sobre la que sentirnos sanamente orgullosos. La felicidad, como el poder, no te la dan; se conquista día a día.
- Mejorar el prestigio de la clase política. Según el último informe del CIS, la clase política es la tercera preocupación de los españoles, tras el desempleo y la situación económica. Nos ha costado mucho la democracia y situarnos entre las naciones económicamente más desarrolladas para tirarlo todo por la borda merced a partidos mal financiados, a sujetos corruptos (que son una minoría), a escándalos urbanísticos, a populismo cutre. Necesitamos más libertad, más responsabilidad, más sociedad civil y menos crispación, improvisación, intromisión… O la clase política mejora ante los ciudadanos (y pronto) o viviremos la italianización/argentinización de nuestra democracia.
- Acabar de una vez por todas con el terrorismo. Combinar todos los medios –todos- para acabar con la violencia terrorista. Es inadmisible que iniciemos la segunda década del siglo XXI con esta lacra social. ¿No es capaz nuestro Estado de Derecho de poner fin a este asunto? ¿A quién beneficia que esto se mantenga?

Desde mi círculo de influencia (que no desde mi círculo de preocupación) voy a luchar no sólo por mis objetivos personales, sino por mis objetivos nacionales. Pondré toda la carne en el asador para que se cumplan.

Te deseo un feliz, muy feliz, 2010. Nos lo merecemos.