Inocencia radical

Viernes tarde y sábado por la mañana dando clase de Gestión del Talento y Coaching en ESTEMA, una tradición casi navideña que me he encanta cumplir.

Como la T4 del aeropuerto de Barajas es una especie de pequeño pueblo en el que uno coincide con amigos y conocidos, he tenido la suerte esta mañana de charlar un rato con Felipe Llano (ESIC), que tomaba un avión a Santander, y de compartir vuelo con Enrique Sánchez de León (APD) y sentarnos juntos. Hemos repasado la actualidad, los próximos proyectos (el Cine-Fórum en Madrid el día 21, Avatar; los previstos para 2010…). El tiempo se me ha pasado volando.

He tenido ocasión de terminar Inocencia radical, el último libro de Elsa Punset, que subtitula La Vida en busca de Pasión y Sentido. Tuve la suerte de conocer a Elsa en una reunión de Abengoa en Sevilla hace año y medio, antes de que publicara Brújula para navegantes emocionales, y me encantó su enfoque del talento y del aprendizaje. Hace unos sábados, en el X Congreso de Escuelas Católicas, Elsa Punset y un servidor estuvimos de ponentes, pero no pude verla (Elsa participó el viernes y yo al día siguiente).
Inocencia radical hace alusión al hecho de que los seres humanos nacemos inocentes, “sin emociones mezcladas, sin dudas, sin miedos, sin mentiras. Llegamos para descubrir, luminosos y coherentes”. ¿Por qué perdemos esta inocencia apasionada y radical, por qué migramos hacia la concesión y la tristeza?, se pregunta Elsa. “Mentimos para sobrevivir, pero no nos gusta hacerlo. Estamos programados para la supervivencia, pero también para amar y para compartir”, nos cuenta la autora.
El texto nos habla de un cerebro inquieto, que se ancla en el presente porque “nos movemos entre el deseo y los miedo”. Las fantasías son un indicador de la intensidad con la que vivimos; el presente nos aporta dones como la felicidad. Después, Elsa aborda el conflicto: los enfoques conflictivos, desde el enfoque de Phillip Zimbardo y Stanley Milgram, “la banalización del mal” y “la banalización del héroe” (cuando leo sobre esto, es inevitable que me acuerde de mi amigo William Rodríguez, el gran héroe del 11-S). Elsa Punset nos presenta un “Mapa del miedo” con cinco esquemas personales (abandono: “Siempre me abandonan”; privación o carencia: “A nadie le importan mis necesidades”; dominado: “Nunca me salgo con la mía”; desconfiado: “No puedo fiarme de la gente” e imperfecto: “No merezco amor”) y cinco esquemas sociales (excluido: “No encuentro mi lugar”; miedoso: “Cuidado, el mundo es muy peligroso”; fracasado: “Todo me sale mal”; perfeccionista: “Tengo que ser perfecto” y ser espacial: “No tengo por qué seguir las reglas”). Los dones del conflicto, siempre según Elsa, son la resolución y la renovación. Y cita a Rilke: “Ten paciencia con todo lo que siga sin resolverse en tu corazón. Intenta amar las propias preguntas, como habitaciones cerradas y como libros escritos en un idioma extranjero. Si vives en la pregunta, tal vez algún día, de forma paulatina, sin darte siquiera cuenta, sentirás la respuesta”. Elsa pone como ejemplo a Nelson Mandela, según su biógrafo John Carlin: “La lección que nos deja Mandela es que uno puede ser una excelente persona, generosa y buena, y un político brillantemente eficaz. La autoridad deviene de la coherencia entre lo que uno dice y cómo se comporta. La coherencia de Mandela es el principio del respeto… es igual de respetuoso con su guardaespaldas, con el Papa o con un rival político. Entre los valores que predica y sus actos no hay fisuras”.
Elsa Punset repasa la tristeza (“El trauma no dicta el destino”) y la tentación (con la trampa de la pereza) para llegar al que, para un servidor, es el mejor capítulo del libro: El Amor. “No es la muerte la que nos iguala con el resto del mundo. Sólo nos iguala el amor, cuando surge y desarma”. Y añade: “Cuando no elegimos el amor, cuando olvidamos o rechazamos darle forma, calla hasta volverse invisible. Cuando lo esperamos de manera pasiva, sólo se manifiesta por su áspera ausencia”. Sí, como nos recuerda la Dra. Punset, las trampas del amor pueden ser la dependencia y el maltrato psicológico, pero sus dones son el aprendizaje y la transformación. “Hay dos formas de mirar a los demás: desde la dependencia o desde la libertad. Como fuentes de seguridad o como fuentes de aprendizaje” porque, citando a Marianne Williamson, “nuestra tarea no es buscar el amor, es buscar todas las barreras que oponemos a su llegada”.

En ese capítulo, Elsa Punset nos regala los siguientes versos de E. E. Cummings:
éste es el secreto más profundo que nadie pueda conoce
(aquí está la raíz de la raíz y el brote del brote
y el cielo del cielo de un árbol llamado vida; que crece
más alto de lo que el alma pueda soñar ni la mente ocultar)
éste es el prodigio que mantiene a cada estrella en su lugar
tu corazón está conmigo (llevo tu corazón en el mío).

Elsa Punset concluye su estupendo libro con La desnudez (sin bagaje emocional), con sus trampas de condicionamiento y su gran don: la libertad. La última cita de esta Inocencia radical es de Jung, al final de su existencia: “El significado de mi vida es que la vida me ha planteado una pregunta concreta. O, tal vez, que yo soy la pregunta planteada al mundo y que debo comunicar mi propia respuesta”.

Gracias, Elsa, por ayudarnos a comunicar a cada uno de nosotros nuestras propias respuestas (desde la pasión, desde el sentido) a la pregunta de la vida.