De risa

Un domingo divertidísimo. Por la mañana, en una de esas matinales de cine que tanto me gusta, hemos ido a ver Si la cosa funciona, la última película de Woody Allen. Una comedia excelente, de las que nos gustan del director estadounidense. Después de su aventura europea (que alcanzó la culminación con Match point y descendió hasta lo más simplón en Vicky Cristina Barcelona), el director neoyorkino vuelve a su ciudad con un guión de 1977 (lo escribió pensando en Zero Mostel como protagonista y, cuando éste falleció el mismo año, lo mandó al cajón de los olvidados). La comedia funciona de maravilla, porque es Allen al 100%: la historia de Boris Yelnikoff (un físico judío divorciado e hipocondríaco, con un CI de 200, que se ganaba la vida explicando la teoría de cuerdas de la mecánica cuántica y estuvo a punto de ganar el Nóbel y ahora se defiende enseñando ajedrez a niños), de la joven sureña Melody y de los padres de ella, es un canto muy gracioso y profundo sobre la tolerancia y aprovechar la vida desde las emociones, muy más allá de lo que la amargura de los “genios” nos puede hacer creer. Economía conductual, animal spirit, comportamiento “irracional”. Si la cosa funciona, no hay darle más vueltas. IMDB le da un 7’7 a la peli. Me parece justo, incluso un poco bajo.

Recurro al crítico Ricardo Aldarondo en Fotogramas para que comente la cinta: “Si un cineasta está en forma en la medida en que es capaz de dar giros inesperados a su trayectoria, Woody Allen permanece jovial. Despues de Vicky Cristina Barcelona, en la que su personalidad se diluía, y antes de continuar rodando en Europa, parece lanzar una advertencia subliminal: Puedo recuperar cuando quiera el espíritu de Manhattan. En realidad Si la cosa funciona es una película de interiores. Buena parte de su metraje transcurre en una casa y en la terraza de un bar: frente al viaje turístico por Barcelona, la reflexión interior de un nuevo sosías de Allen, esta vez Larry David repasando frustraciones e insatisfacciones con un talante positivo. Si la cosa funciona es en realidad un canto al amor, en el sentido menos remilgado. Lo importante es quererse, sea como sea, viene a decir Allen con su lenguaje más querido y reconocible. Una obra sincera, muy divertida, con su filosofía de la vida entre descreída y apasionada, y con una relación peculiar y rica entre dos seres desarraigados que parecen tener poco en común, y se expande como un polen primaveral. Y no es que Woody Allen se haya vuelto cursi, al contrario: simplemente sigue mostrando su perplejidad ante la vida, crítico aún, pero sereno y sonriente”. Cuatro estrellas sobre cinco.

Por la tarde, después de comer al aire libre en Kalypso (hacía una temperatura deliciosa), hemos ido al teatro, a ver el musical Spamalot en el Lope de Vega. Se trata de una obra de los Monty Python, dirigida en esta versión por Tricicle. Basada en Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, esta comedia musical es aún más divertida que la película. Mira que hay buen teatro en Madrid y Barcelona; pues ésta es de lo mejorcito. Se estrenó en Broadway en marzo de 2005 y ha recibido tres premios Tony al mejor espectáculo, un Grammy a la mejor banda sonora y dos premios Gran Vía al mejor musical privado y al mejor actor de reparto (Fernando Gil). Los actores lo bordan. Jordi Bosch (el Rey Arturo), Dulcinea Juárez (la Dama del Lago), Fernando Gil (Sir Lancelot), Ignasi Vidal (Sir Galahad), Julián Montalvo (Patsy), Josep Mª Gimeno (Sir Bevedere), Jesús García (Herbert), Víctor Ullate (Robin), las seis bailarinas y los seis bailarines… Todos los componentes del equipo rinden al máximo para que el público lo pase de maravilla.
Había oído grandes cosas de Spamalot, pero el espectáculo ha superado ampliamente mis expectativas. Estrenada hace tres semanas en Madrid (en Barcelona ha sido uno de los grandes éxitos de la temporada pasada), es un musical tan entretenido que uno no se lo debería perder ni loco.

Incluyo la entrevista con Jordi Bosch en la web de Spamalot:
“Para Jordi Bosch, el protagonista de Spamalot, el musical que dirige Tricicle y que este miércoles se estrena en Madrid tras su éxito en Barcelona, la obra es “un material especial, un rara avis, porque está a caballo entre la revista y el musical”. Asegura que si no hubiera música y sólo hubiera texto, seguiría igual de loco y de divertido. “Es como una fiesta de teatro”, afirma.
- ¿Cómo lleva lo de cantar?
- De momento muy bien (risas). Es el musical ideal, en el caso del rey [Arturo], para un actor que más o menos afina. Tampoco le piden que haga unas grandes coreografías, ya hay un cuerpo de baile que funciona. Por eso pienso que llegó en el momento justo, de decir: “¡Ay, qué ilusión poder hacer un musical!”. Yo pensaba: “voy a terminar mi carrera sin poder hacer un musical” y, mira por dónde, puedo disfrutar del gran musical.¿Qué es lo que más le gusta de su personaje?
Lo más divertido, que es mérito de los Monty Python, es coger el gran mito del rey Arturo y convertirlo en un hombre que tiene mucha voluntad pero es un poco cortito (risas), como todos sus caballeros. Ahí está la parodia y la ironía. El personaje sigue siendo muy épico, pero con un fondo de un hombre que no da más (risas); pero él, convencido de: “lo que haga falta”.
- Usted podría estar haciendo un Shakespeare y está haciendo un rey Arturo de Monty Python…
- [Pero] el bagaje del teatro clásico le da esa grandeza: lo que estás diciendo es como si fuera alto Shakespeare, y estás diciendo unas memeces a veces típicas de Monty Python… A veces decimos “es que los ingleses tienen ese arte, que dicen las cosas…” Es que realmente ellos siempre están como si estuvieran diciendo Shakespeare, hagan lo que hagan. Eso te da la gran duplicidad de lo la gran comedia, en la que la situación es lo más importante: es un gran drama lo que le está pasando a la gente, pero cuando un tercero lo está mirando dice “alguien le tendría que decir a ese pobre hombre que es un desgraciado” (risas).
- ¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de los Monty Python?
- ¿El primero? Los caballeros de la mesa cuadrada.
- ¿La película, precisamente?
- Síiiii. Cuando se estrenó en España, teníamos 18 o 20 años. Y nos quedamos fascinados. A partir de ahí, [de] todo lo que era Monty Python era ya gran, gran seguidor.
- ¿Alguna vez había tenido tres directores?
- Noooo, nunca (media risa), pero es que yo soy un gran admirador de Tricicle. Es confesable. Lo he dicho por activa, por pasiva y [lo diré] todas las veces que haga falta, porque los admiro realmente. Llevan 30 años trabajando el gag, sus espectáculos son maravillosos, ellos son adorables… Yo siempre decía: “cómo me habría gustado ser un Tricicle”; por cómo hacen la comedia, con aquella minuciosidad y aquel respeto y aquella dignidad… Tienen todo, son unos maestros del gag. Cuando pasó la posibilidad [sic], pensé “qué oportunidad, qué regalo”… El musical y ellos tres; para mí se cumplían unos pequeños sueños que todo actor tiene.
- ¿Quién manda de los tres?
- Realmente son una sola voz. Hay como una entente muy interesante, única. Los ves funcionar y piensas “qué suerte un equipo de tres que funcione tan perfecto”. Son 30 años estudiando el gag, hilando, una precisión, una matemática. La comedia es muy precisa; parece que sales a hacer el gracioso y, no, pide una precisión muy interesante.
- ¿Han hecho cambios en Spamalot con respecto a las funciones en Barcelona?
- Siempre se hacen. Y, sobre todo, manda el público. Si se hace un gag y el público no ríe, se tiene que desechar; no hay ningún problema, ya encontraremos otro. ¿Para qué tienes que aguantar una situación que no funcione?
- ¿Se puede mirar siempre el lado alegre de la vida?
- Hay que hacerlo. Es el único sentido que tenemos de estar aquí, encontrar los motivos buenos. Porque igualmente vamos a estar, ¿para qué mirar lo negativo? Como decía alguien, la alternativa es muy jodida, ¿eh? (risas). Pues ya que estamos aquí vamos a ponernos bien.
- ¿Se ha fijado en la interpretación de su papel que hace Graham Chapman en la película?
- No, pero no por nada. El personaje sí que está en la película, pero en el musical ellos le han dado una vuelta de tuerca un poquito más [sic], creo yo.”

Always look at the bright side of life (Busca siempre el lado bueno de la vida). Un servidor, como Jordi, ya era fan de los Monty Python. Me ha encantado reencontrarme con ellos, con su brillante ironía y su optimista visión de la existencia.