Cara y cruz del deporte

Marta Domínguez (Palencia, 1975), campeona del mundo en 3.000 obstáculos. Hacía diez años que el atletismo español no lograba una medalla de oro en un mundial (desde Niurka Montalvo en longitud y Abel Antón en maratón en Sevilla). El año pasado, en la final de los Juegos de Beijing, Marta Domínguez se cayó en el último obstáculo antes de la última ría. En lugar de asumirlo como un fracaso, esa derrota le sirvió para mejorar la técnica y plantarse en Berlín. De los errores (en los Juegos de 2008 Marta llegó al tramo final desfallecida) se obtienen grandes victorias. Enhorabuena a Marta y a quienes como ella asumen el sacrificio, el esfuerzo y la disciplina para conseguir lo que se proponen.
Marta Domínguez se sentía ayer la mujer más feliz del mundo. Lo merecía. Planteó la carrera con la astucia de una atleta muy experimentada. Como había previsto con su “coach” César Pérez, la rusa Galkina, la campeona olímpica, iba a llevar la carrera en plan locomotora. A falta de dos vueltas, Marta comprobó que a la rusa le costaba un montón mantener el ritmo. En la última recta, Marta superó a Zarudneva. Y cazó (como ella dice) el triunfo. “El saber que España lleva diez años sin un oro fue una motivación extra”, ha comentado la palentina. Nos ha dado una grandísima alegría nuestra Marta: qué ejemplo de superación. Récord de España, mejor marca del año. Sensacional. Ojalá llegue a Londres 2012 en grandes condiciones.
Marta no buscó excusas tras lo de Pekín. En este año se ha concentrado en la ría (3’66 metros de largo, una rampa de hasta 70 centímetros, tras una barrera de 76 centímetros de altura, que hay que pasar siete veces, una cada vuelta). Se ha entrenado con una piscina cada diez días. Domínguez es capaz de hacer los 3.000 metros lisos en 8 m 28s y ayer hizo los 3.000 obstáculos en 9:07.32. Sí, Usaín Bolt ha batido en Berlín el récord de los 100 metros con una marca estratosférica. Maravilloso. Pero un servidor se queda con este triunfo de Marta, un sueño desde niña, por el que se ha esforzado desde hace muchos años.

La otra cara de la moneda es la tragedia de Óscar Pérez, el Trama (por nacer en Tramacastilla de Tena, al pie de la Peña Telera en los Pirineos). Este alpinista oscense (también de 33 años, como Marta Domínguez), ex ciclista aficionado de una gran fortaleza mental, Piolet de Oro de la Federación Española por su ascenso al Latok III (6.949 metros), de 1’80 m y 75 kilos, envió el último mensaje el pasado día 1 de agosto antes de intentar escalar el Latok II. El día 9, el Club Peña Guara al que pertenece Óscar, comunica que organizará el rescate y que el alpinista está en una repisa, a 6.200 metros, con una pierna y un brazo roto. Desde Skardu, mi amigo Sebastián Álvaro ha coordinado el rescate. Desde España, los alpinistas Jordi Corominas, Jordi Tosas, Dani Ascaso, Jonathan Larrañaga y Simón Elías van a Pakistán para colaborar. El 12 se comprueba que el ejército pakistaní está retrasando el dispositivo de rescate y tiene que intervenir el Presidente del Gobierno para hablar con su homólogo pakistaní. Dos días después, una veintena de alpinistas está trabajando a varios turnos y se identifica el lugar donde está Óscar Pérez. El pasado domingo 16 de agosto, llega anticipadamente el mal tiempo lo que, unido a la dificultad del terreno y el agotamiento de los escaladores, aconseja la retirada. Un desenlace terrible.

Me ha gustado mucho la entrevista de Óscar Gogoriza desde Huesca a Pablo, hermano de Iñaki Ochoa, fallecido en el Annapurna el año pasado. Cuando el periodista le pregunta si el alpinismo es un sinsentido, una locura, Pablo responde: “Los locos somos los que no vivimos, los que no nos atrevemos a llevar una vida conforme a nuestras creencias. Fíjate, hay gente que proclama a la ligera que hay que vivir la vida pero es incapaz de sentarse a analizar su propia vida. Iñaki era capaz de llevar esa vida, con su carga, con todas las renuncias que implicaba, porque cuando eliges algo prescindes de muchas otras cosas. Lo fácil en esta sociedad es ir por el carril, pero igual el pasaje es más bonito si te sales de la autopista, aunque llegues más tarde. Ya sabemos lo que nos espera al final del camino, es algo que nos iguala, así que disfrutemos del camino. Atreverse a vivir una vida concreta, con sus riesgos, no sólo es valiente, sino sabio. Por eso creo que los alpinistas no son inconscientes, sino gente que sabe los riesgos que corre y está preparada. Los accidentes también ocurren en la carretera, el trabajo o en casa. La siniestralidad se puede medir, pero no hay una manera de medir la intensidad con la que vivimos. Iñaki vivió en 40 años lo que muchos no viviremos jamás. ¿Nos atrevemos a juzgarles, a llamarles locos?”

Cara y cruz de la misma moneda. Dos historias de Coraje, Marta y Óscar. Y ambos, destinados a la Gloria reservada a los valientes que saben vivir la vida con intensidad.