Buika, Saramago y los empreñadores

Primera sesión de coaching a un estupendo directivo en Sevilla. Tres horas como espejo de un ejecutivo consciente de que se encuentra en una encrucijada vital. Ni se imagina lo bien que le van a venir estos seis meses de desarrollo personalizado.

Hoy me han dado la magnífica noticia de que vamos a trabajar con una de las más grandes compañías españolas, líder absoluto en su sector. Es la primera vez en 22 años de consultoría que trabajo para ellos, lo que me llena de placer. Y empezamos en septiembre, nada menos.

Vuelta en AVE desde Sevilla. Ayer compré (de hecho, me encontró a mí al salir de las escaleras mecánicas de la FNAC) la edición especial de Niña de Fuego, de la cantante Buika. Todo un descubrimiento. Concha Buika es una deliciosa cantante de flamenco y jazz (“Jazz is it was; Flamenco as it can be”, ha escrito de ella The New York Times) nacida en Palma de Mallorca de familia guineana, amante de la copla y con tres maravillosos discos: Buika, La niña Lola y Niña de Fuego. Pura magia. La edición que compré ayer incluye dos CDs (Niña de Fuego y Aquí hay amor), (con una versión de Volver en directo espectacular) un poemario y fotos. En su web oficial (www.buika.net) podemos leer pensamientos memorables, como “Artista no es el que canta o pinta, sino el que hace de su vida una obra de arte”. Maravilloso.

Eduardo Martínez Rico, este gran amigo escritor y periodista, me manda su artículo publicado ayer en El Norte de Castilla, El escritor profeta: “Hace poco tuve la oportunidad de oír una conferencia de José Saramago. Me apetecía mucho escucharlo en directo; no lo hacía desde antes de su premio Nóbel, cuando fui a la presentación de su libro 'Viaje a Portugal' en la facultad de Filosofía y Letras de la Complutense, donde estudié. Me acuerdo que me dieron un folleto de esa presentación, a la entrada del metro. Saramago era un escritor bastante menos famoso que ahora, pero ya había publicado muchos libros y era prestigioso.
Yo había hojeado, que no leído, 'La balsa de piedra', y acababa de comprar precisamente 'El evangelio según Jesucristo', que había levantado una gran polvareda en Portugal. Era un escritor distinto, imaginativo, profético y con un gran aspecto de sabio y de hombre bueno, con el ceño siempre fruncido, como enfadado con el mundo.
Siempre recuerdo que aquel Paraninfo de la Facultad de Filosofía y Letras estaba vacío, que se podía contar con los dedos de las manos a los asistentes, y cómo cambió eso cuando ganó el Nóbel.
Me acuerdo que después de su presentación de 'Viaje a Portugal ' hubo una ronda de preguntas. Yo le pregunté por qué Viaje a Portugal y no Viaje por Portugal. No recuerdo lo que me contestó, pero creo que le gustó la pregunta. Tenía en la memoria el Viaje a la Alcarria, de Cela, y el mismo Saramago en su intervención citó los viajes de Cela y lo importantes que habían sido para su libro.
Saramago pertenece a un tipo de escritor que si no lo remediamos puede morir con él. No lo conozco en su vida privada, pero la impresión que da es la de un hombre libre, que piensa lo que dice y que ha colocado la literatura y el pensamiento, los grandes ideales, por encima de él, como algo que le sirve para vivir y que él defiende siempre. Es el escritor-conciencia, el escritor-sabio, que sabe que se puede equivocar pero que proclama lo que cree que debe proclamar.
Vivimos en tiempos peligrosos en los que el escritor se ha convertido ya en un bien de consumo. El libro es como cualquier otro producto, y el escritor una fábrica de productos. Pero la literatura, por su propia esencia, vive de, por y para el ser humano. Se sirve del hombre y sirve al hombre. El que los libros se compren y se vendan forma parte de otra lógica, y está muy bien. El escritor debe asumir el juego del mercado, del dinero, etc. Pero el escritor, por ser quién es, por haberse especializado en este campo, lo cual puede sonar mal pero se entiende bien, tiene la obligación de decir y recordar lo que otros no ven, porque no lo perciben o porque no quieren hacerlo.
La figura de Saramago, ya de ochenta y muchos años, está llena de venerabilidad. Sólo su presencia significa algo particular, mucho, y llena de respeto a los que la tienen delante. Sus palabras, a veces desenfadadas y ligeras, tienen de vez en cuando cargas de profundidad poderosas. Si las dijera otro sonarían diferente, pero baste que las diga Saramago para que cobren una gran dimensión.
El otro día que le escuché dijo, por ejemplo, que «las palabras no son inocuas», llamando a la responsabilidad de los que trabajan en los medios de comunicación. Por supuesto, y más todavía, pero de distinta manera, esto vale para un escritor. Todos debemos medir nuestras palabras, seleccionarlas bien, apuntar bien, y todos sabemos lo difícil que es esto. Con qué frecuencia decimos lo que no queremos decir, porque es complicado acertar con la medida exacta.”

Sí, las palabras no son inocuas y el compromiso se demuestra día a día. De eso va emprender. Joan Elías (Lovework) me envía de su blog Emprender en positivo: “Una de las alternativas para salir de la crisis es, literalmente, emprender. Es decir, crear un negocio propio. Muchas personas hemos visto en esta alternativa, una puerta para cruzar el umbral de trabajar para otros a trabajar para uno mismo.
En el pasado era una utopía para mucha gente por la falta de oportunidades y recursos. Hoy en día, oportunidades y recursos los hay por todas partes. Los Ayuntamientos de todas las ciudades tienen cursos, ayudas y dan facilidades para poder hacerlo. Incluso las organizaciones empresariales y los sindicatos lo hacen. Sin embargo, parece que en el futuro, la mayoría quiere trabajar para otros y si puede ser para el Estado, mejor. Las últimas encuestan manejaban datos claros sobre el deseo (en más del 60%) de la población joven, de ser funcionario.
En un principio, da la impresión que trabajar para el Estado es mucho más seguro que en una empresa propia y por supuesto (tal como están las cosas) en una multinacional. Sin embargo, emprender (como metáfora de una actitud) también puede ser una buena alternativa para encontrar trabajo (propio o ajeno). Utilizando este concepto, las actitudes frente a la vida podrían resumirse en dos: los emprendedores y los “empreñadores”.
Por una parte tendríamos los emprendedores en actitud. Es decir, aquellos que trabajando para si mismos o para otros, buscan en su labor diaria la idea que les permita tirar hacia delante, proponer nuevos proyectos y solucionar viejos conflictos. No importa si el negocio es suyo o no. Ellos están en el negocio de la colaboración, el compromiso y la integridad.
Por otra parte tendríamos a los “empreñadores”. Gente que trabajando para ellos (los hay) o para los demás (los hay a capazos) están frenando iniciativas, creando mal rollo y quejándose siempre de que alguien (que no son ellos) generan conflictos imposibles de solucionar.
El “empreñador”, el molestoso, el quejica, el tocanarices está por todas partes. Hay emprendedores que cuando se vuelven empresarios se convierten en ellos. Hay empleados que cuando tienen una oportunidad, se esconden detrás de alguna mesa para ejercer y otros, que nacieron así, no saben hacer otra cosa que soplar en contra de todo.
Veo un nuevo negocio: comercializar espejos que respondan a la pregunta: espejito, espejito, ¿yo que soy, emprendedor o “empreñador”?”

¿Se puede reconvertir a un “empreñador” en emprendedor? Sí, por supuesto que sí… si quiere. Sólo si quiere (“When there is a will, there is a way”, según el dicho). Si no, no hay nada que hacer (una lección de humildad para los coaches de corazón).
Rodéate de emprendedores (por cuenta ajena o propia) y no de “empreñadores”, quejicas tóxicos sin remedio. Protagonistas, no víctimistas. No hay otra forma de disfrutar de la vida (con “empreñadores” no se pueden hacer obras de arte) y hacer algo útil por la comunidad.